Bajar las tonos… Agredir no es la solución.
Por Esteban Jaramillo Osorio
Hoy quiero mas al Once Caldas que nunca. No me permito la indiferencia frente a los vuelos bajos de su fútbol y la crisis que traen sus resultados. Quisiera mirar para otro lado, pero no puedo. El corazón me compromete.
No creo que sea imbécil al confesarlo en estas horas difíciles, cuando lo mejor pareciera “hacerse el loco” o pasar página con rapidez.
Se escuchan por ahí explicaciones confusas, frases provocadoras, con excesivo negativismo y agresividad al limite.
El presente se rodea de preguntas sin respuestas: ¿ Cambiará el equipo de sede? ¿ Habrá fichajes? ¿Cuál es el perfil del nuevo Director técnico? ¿Variarán las fórmulas para la adquisición de refuerzos?
Ha enfrentado el Once a sus rivales este año, con la desventaja que da su nómina y la falta de calidad en su rendimiento. Se ve en los saldos estadísticos y en la tabla de posiciones, lo que ha implantando como impacto negativo la desconfianza general, alejado de la excelencia que lo hizo campeón y zarandeado por el rigor critico.
Pero a punto de terminar el torneo, pareciera llegar la hora de moderar los tonos, de suavizar las relaciones, de tranquilizar los ánimos, de ponerle fin a los planteamientos destructivos tan escuchados a la hora de agudizar las crisis. Preferible es la reconquista de la confianza, en defensa del hincha y de la plaza como epicentro futbolero.
Se vio ante Nacional un onceno joven, atrevido, con carácter, jugando de tu a tu con un empuje emocional no expuesto en el torneo, con jugadores de cotización inferior en el mercado, pero empeñados en mejorar el rendimiento individual y grupal. Este equipo, reforzado con cuatro o cinco valores reconocidos, en sectores claves del campo, permitiría idealizar un juego diferente, siempre y cuando se elija con inteligencia al nuevo conductor técnico.
Urgente es la sinergia, tan útil en las culturas corporativas. Atrincherarse y agredir no es la solución, por la gravedad de los momentos que se viven. No se pretende un hincha sumiso o tolerante, simplemente que el raciocinio impere sobre la violencia verbal o física, herramientas tan comunes cuando se pierde la sensatez.