La Feria del Libro en el país de ‘Epa Colombia’
Por: Ricardo Rondón Ch.
La Pluma & La Herida
Yo celebro la lectura porque es la respiración del espíritu: leer, leer y releer para escribir y pensar (Robert Redeker)
Bogotá, 04 de mayo_ RAM_ El día en que la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en su edición 30, abrió sus puertas, la periodista Vicky Dávila, en su habitual espacio de medio día en la W Radio, le dio cuarenta minutos de largo a la youtuber Daneidy Barrera Rojas, conocida como Epa Colombia, una jovencita que podría adolecer de serias perturbaciones neuronales, en un país donde el gobierno poca atención le ha prestado al preocupante estado de salud mental de sus ciudadanos.
Dávila, excitadísima, le dio la bienvenida a su invitada, a quien presentó como la reina indiscutible de las redes sociales, y en el transcurso de la entrevista prodigó y felicitó por su gran sentido de superación.
La verdad es que hasta ese momento no sabía quién era la señorita Daneidy, pero después de oírle su sartal de babosadas y vulgaridades, y de la manera ramplona como se expresó ante los micrófonos de la emisora -se supone- más prestigiosa y una de las de mayor audiencia en el país, me volqué a consultarla en el canal Youtube.
Fue suficiente ver dos vídeos -uno de ellos donde la tal Epa Colombia se cuela con su novia en una estación de Transmilenio, y firma con un regio la hazaña, y el otro, un elogio a la procacidad y a la imbecilidad -para concluir que la atrofia y la decadencia que estamos viviendo no es un problema específico de la demencia colectiva (le llaman viral) sino de los grandes medios y de los nocivos y peligrosos despropósitos alcanzados en el espectro cibernético.
Daneidy -ni boba que del todo fuera-, aprovechó la entrevista para promocionar unas pastillas, según ella, importadas de China, dizque para adelgazar. La youtuber habló maravillas de su producto y extendió la invitación a su cuenta de Facebook para que se enteraran de sus resultados, y de su venta personalizada al público, por un valor de $180.000 el frasquito.
A un par de horas de finalizada la entrevista con Epa Colombia, el Invima emitió un comunicado de alerta advirtiendo que el famoso producto, rotulado como Viku Diet Ligth Max Plus, era fraudulento, primero porque no estaba autorizado ni contaba con el registro sanitario del ente supervisor, y segundo porque por sus componentes representaba un riesgo para la salud de quienes lo consumieran.
Tamaña irresponsabilidad de parte y parte: de la promotora de las pastillas ilegales en una de las emisoras de mayor audiencia en la radio nacional, pero más de la veterana comunicadora que le abrió micrófonos. Pero esa es Colombia, el país de ¡Epa Colombia!
Ese día, apertura de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, el protagonista central de La W no fue uno de los tantos escritores, conferencistas, editores, libreros o expositores que se dan cita en esta versión conmemorativa con Francia como país invitado de honor, sino todo lo contrario: una maltratadora impune del idioma que se jactaba de ser como es porque sí, decía, porque le daba la gana, con su estribillo fastidioso de Epa, epa Colombia, rico, rico, rico, ante las celebraciones y las risotadas de doña Vicky.
Cualquiera de los nóveles poetas y narradores que arribaron a la feria del libro con grandes esfuerzos, provenientes de humildes y remotas regiones, la mayoría con el lastre y las secuelas vivas del conflicto armado, hubiese deseado de mil amores una mención de veinte segundos en La W, en la acreditada voz de quien se erige, como en su libro, representante mediática del honor y la verdad.
Pero no. Los literatos en ciernes, de diferentes razas y de disímiles acentos, agotados de largas travesías por carreteras lamentables, aguardaban en pasillos con sus libros entre morrales, o bajo el brazo, alertas a una cámara de televisión o de una grabadora de reportero que les brindara unos segundos para dar a conocer sus creaciones.
Lo difícil que resulta en Colombia publicar un libro que merezca clasificarse como libro: una novela, un ensayo, un compendio de cuentos o de poemas; pero labor más titánica aún darlo a conocer cuando no se cuenta con recursos económicos o con la mirada filantrópica de la señora Vicky para respaldar estos proyectos hechos a conciencia que sí contribuyen a la educación y a la cultura que tanto le hace falta a esta país, empezando por quienes ejercen el poder mediático.
Por eso no sería de extrañar que quien se autoproclama con la estridencia de un megáfono de baratillo como Epa Colombia, La ñera, La chamita Cheer, La guisa de moda, y cuanto calificativo se imponga para venderse y para vender, conmocione el recinto ferial el próximo año con un libro plagado con cualquier cantidad de sandeces, seguramente apadrinado por Maluma, otro digno y probo representante de la Lengua de Castilla, con el pomposo sello de una editorial a todas luces, y para nada extraño, presentado por doña Vicky, con transmisión en vivo y en directo desde el auditorio José Asunción Silva, y la presencia de la Cruz Roja y de la Defensa Civil para controlar conatos histéricos y racimos de jovencitas y muchachitos desvanecidos.
Nada tendría de raro que Epa Colombia agotara una edición de 20.000 ejemplares en cuestión de horas como lo hizo el año anterior el youtuber chileno German Garmendia, o cualquiera de estos especímenes que de la noche a la mañana arrasan en estanterías con los mismos contenidos, pero en formato impreso, de lo que exhiben periódicamente en el canal más visto, utilizado y manoseado en internet.
Malaya que Gabriel García Márquez -que con todos los laureles de su gloria literaria jamás vendió una cifra similar en un tiempo récord- no esté vivo para contarlo.
Los youberfanáticos -si se me permite la licencia- se rasgarán las vestiduras y saldrán a defender a capa y espada a sus ídolos, sea el que fuere: “Es un libro, y como tal, está destinado para una feria del libro”, repuntarán, como se oyó el año anterior en el capítulo de Garmendia.
Por supuesto que el fenómeno merece un debate a conciencia con expertos, y en una feria del libro como la que se desarrolla en Bogotá.
Mientras que se produce, consultamos al escritor, académico y experto en teoría de la comunicación, Eric Palacino Zamora, para compartir una opinión del por qué un vídeo con un contenido superfluo, grotesco y escandaloso en lo que corresponde a Daneidy Barrera Rojas, Epa Colombia, sobrepasa los límites de audiencia -con reacciones de diversa índole-, y su protagonista se vuelva famosa de la noche a la mañana con sus nimiedades, que a la postre le retribuyen generosos dividendos.
Palacino Zamora responde:
“Pienso que esa tendencia por la banalidad hace parte de un nuevo paradigma que ha derivado del desencanto ante los liderazgos que creímos legítimos, y que con el tiempo resultaron un engaño, comenzando por quienes ejercen el poder.
Ese discurso prefabricado de los políticos, que en los grandes medios se revela como una puesta en escena, una tras otra, con distintos protagonistas, con diferentes palabras, es el mismo. En ese orden de ideas, un político no es más que un youtuber, sin proponérselo, pero en la mayoría de casos, más peligroso y de contundentes riesgos que el que se lanza a desgranar tonterías y frivolidades frente a una cámara.
Lo que sí queda por sentado es que los públicos con menor acceso a la educación son más vulnerables a caer en las redes -valga la acotación- de estas herramientas de la nueva comunicación masiva, sin lugar a dudas, la más poderosa, la plataforma Youtube.
En resumen, esa condición de democratizar la comunicación, inherente a la novedosa lógica de información digital, se viene traduciendo en el posicionamiento de temas que podríamos denominar absurdos, pero que en definitiva hacen parte de la vida y de los imaginarios colectivos, especialmente en los contextos donde el desencanto y la ausencia de políticas culturales y educativas, el desinterés por la lectura y por actividades de formación, y el desmesurado consumo de televisión, o en términos más crudos, pero reales, de telebasura, propician el terreno fecundo para estas vanguardias”.
Todo lo anterior, porque quienes han dedicado sus vidas al ejercicio silente, solitario y sacrificado de la escritura, y abonan una obra digna como legado para la posteridad, son ignorados por los grandes medios, con el agregado de la pauta publicitaria y de los editores que marginan una labor intelectual de tantos años y desvelos, con el argumento de que eso no vende. Y no es de ahora, ha sido siempre.
¿Cuántos libros estupendos pueden llegar al escritorio de los periodistas culturales o de sus editores en las semanas previas a una feria del libro? ¿Cuántos de ellos pasan el filtro para que reciban una mención de veinte segundos en un boletín de noticias o en un espacio dedicado a este tipo de divulgación?
Estaríamos hablando de las grandes editoriales, de las más reconocidas. Qué decir entonces de la prolífica cosecha literaria y de gran calidad que germina en la provincia, en las regiones más apartadas y vulneradas de Colombia, en los campos, montañas y veredas donde un poeta, un novelista, resume entre líneas los avatares de su olvidado entorno, cuando no las penurias y la desolación ocasionadas por la guerra, desprovistos de toda ayuda mediática.
¿De qué viven quienes eligieron por oficio la narrativa en un país donde un colombiano del común apenas si alcanza a leer dos libros al año, según las estadísticas?
Empezando porque son escasos y privilegiados quienes solo devengan de escribir y de publicar. Aquellos que pertenecen a la llamada literatura del glamour, los consentidos de las multinacionales de la información, que se dan el lujo de publicar hasta dos y tres libros al año, y no tienen que trasnocharse ni rascarse la cabeza por costos y distribución, menos por promoción y divulgación.
Los hay quienes escriben, pero no reciben paga, y por supervivencia se ven obligados a rebuscar el sustento en otros quehaceres u oficios que nada tienen que ver con su fuero intelectual, a no ser de una beca de creación, un premio, o un mecenas providencial (vaya un milagro) que respalde con estímulos económicos un proyecto.
No obstante, La Cámara Colombiana del Libro arroja cifras extraordinarias en su más reciente reporte:
En solo 2015, revela el ente editorial, Colombia comercializó 39 millones de libros, un 3,5 % más que en 2014. De los cuales, el 40 % corresponde a interés general, el 35 % a didácticos (texto escolar), el 17 % a religiosos y el 8 % a profesional y universitario.
Dicho balance sustenta que el sector editorial sí es rentable, o por lo menos no está dejando pérdidas, en contraposición con el mínimo índice de lecturabilidad en Colombia, comparado con países como Alemania, Francia o Inglaterra, donde un ciudadano de a pie se lee entre diecisiete y veinte libros al año.
De modo que la pregunta que aún no han formulado los grandes medios debería apuntar a ¿qué están leyendo los colombianos de hoy?
Y una más curiosa. Si es tan bajo el promedio de lecturabilidad, ¿Por qué la Feria Internacional del Libro de Bogotá es la más populosa y visitada de todos los eventos programados al año en el recinto ferial?
Lo ha sido desde que la Cámara Colombiana del Libro le encargó por misión al ex ministro, poeta y galerista antioqueño Jorge Valencia Jaramillo crear una feria del libro inspirada en las grandes ferias del orbe, la de Frankfurt, ícono en Europa, o las emblemáticas del concierto latinoamericano: Buenos Aires, Guadalajara y Montevideo.
La de Bogotá, gracias a la iniciativa y el tesón de Valencia Jaramillo, su fundador, ha repuntado en las últimas décadas como una poderosa vitrina editorial, plataforma de grandes negocios internacionales, y principal atractivo a lo largo de quince o diecisiete días, para quienes se precian de cultivar el hábito de la lectura y de emprender los fascinantes vuelos de la imaginación que solo son posibles a través de los libros.
¿Es costoso leer en Colombia? Relativamente sí, para quien está desinformado. Eso depende del sello editorial, del formato, del autor, cuando la revolución merchandise ya no habla de autores sino de marcas. Si del género novela se trata, el precio de un ejemplar puede oscilar entre $35.000 y $60.000.
Pero la Feria Internacional del Libro de Bogotá mantiene vigente su sentido democrático, tanto para los gustos, como para los bolsillos.
Es más, en la versión conmemorativa de sus 30 años, los mejores libros son los más económicos. Y están al alcance en todos los pabellones de la feria, gracias a la inclusión de los libreros de tradición.
Desafortunadamente, el interés por las grandes obras de la literatura universal ya no es el mismo de épocas pretéritas, y pasan desapercibidas para las generaciones recientes.
Por ejemplo, en el Pabellón 6, primer piso, están concentrados y vecinos puntos de venta como la Librería Acuario, Quiero leer barato y Arte y cultura. En Acuario, usted puede encontrar el taco con los cuatro tomos de la Obra completa de Jorge Luis Borges por solo $120.000, o por este mismo precio, los dos tomos gordos del Diccionario de la Lengua Española.
En ese mismo stand, el compilado La palabra del mudo -dos tomos- de los cuentos del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, por $20.000 cada uno, y por el mismo costo, El valor de educar (que debería ser texto obligado en el pensum académico), de Fernando Savater. Y por $ 20.000 El Quijote, edición conmemorativa del IV Centenario de Miguel de Cervantes Saavedra.
En el stand Arte y cultura, de ese mismo pabellón, se encuentran a irrisorios $10.000 joyas como La cartuja de Parma, de Stendhal, Las novelas ejemplares de Cervantes; Al este del edén, de John Steinbeck; Los viajes de Gülliver, de Jonathan Swift; Hamlet y Romeo y Julieta, de William Shakespeare; El jugador y Los hermanos Karamasov, de Fiodor Dostoievski; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson; La divina comedia, de Dante Alighieri; Aventuras de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe; Los sufrimientos del joven Werther, de Johan Goethe, entre innumerables títulos.
Sin descartar a precios que van desde $5.000 literatura infantil, cómics, textos de interés general: cocina, postres, coctelería, labores manuales y domésticas, moda, literatura de viajes, libros de música, esoterismo, mitología, etc.
La Noche de los Libros, que por tradición es el primer viernes de feria, no fue la más boyante para los libreros. De eso da fe don Joaquín Martínez, librero con más veinte años de experiencia en el negocio, poseedor de ejemplares envidiables como Las obras eternas de Editorial Aguilar, y preciosos incunables de Shakespeare, Tolstoi, Quevedo, y de otros grandes referentes de la Historia de la Literatura Universal:
“Estos buenos títulos -comenta Martínez- ya no tienen la misma demanda de otros años. Los libros más antiguos, son de interés de coleccionistas, que es un público selecto, graneadito. Pero de la gran masa, de las nuevas generaciones, es muy escaso quienes llegue a preguntar por autores como Balzac, Proust, Tolstoi, Flaubert, Maupussant, Shakespeare, o cualquiera de esas plumas que por siglos le han dado brillo a la literatura.
Viene gente, sí, no se puede descartar. Pero como decimos en el gremio, la familia miranda, que solo pasa revista. Y los robayo, con los que hay que tener los ojos bien abiertos, no obstante la vigilancia que brinda la feria.
Esta vez, curiosamente, La Noche de los Libros estuvo despoblada: ni mirandas ni robayos. Y eso sí es preocupante, porque aquí hay que pagar un precio alto por un stand, y si no hay demanda, pues quedamos empeñados”, remata el librero de marras con su rancio humor cachaco.
En esta edición conmemorativa de los 30 años de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la programación cultural a cargo de la Cámara Colombiana del Libro superó en calidad, voces, expresiones y pluriculturidad a las anteriores.
El Pabellón de Francia (uno de los más visitados, y los fines de semana, imposible de visitar por las eternas filas) es un complejo digno de admiración, tanto por el ingenio y la belleza de su estructura, como por su ambiciosa vitrina, en esta oportunidad dedicada al cómic, a la ilustración, y a la literatura infantil y juvenil: 3.000 metros cuadrados de lúdica y entretenimiento para la familia.
El de Francia, diseñado por un grupo de profesionales liderado por el arquitecto Manuel Villa, ofrece tres librerías (literatura infantil, literatura juvenil y cómic, y una librería generalista), un auditorio equipado como ciclo de conferencias y charlas con autores / ilustradores; un espacio para talleres, otro para exposiciones; un café al estilo parisino; y una zona de restaurantes con una variedad de propuestas de gastronomía al mejor estilo francés.
Las librerías, animadas y organizadas por la ACLI (Asociación Colombiana de Libreros Independientes), ofrece más de 20.000 publicaciones, tanto en español como en francés.
La presencia de autores internacionales como el francés Pierre Lemaitre (Premio Goncourt), el Nobel sudafricano J.M. Coetzee (el Nobel británico V.S. Naipaul canceló a última hora), la española Julia Navarro, la chilena Alejandra Costamagna, el maestro estadounidense del suspenso John Katzenbach, el también norteamericano Richard Ford, el peruano Ricardo Sumalavia, la poeta palestina Nathalie Handal, el español Enrique Vila-Matas, el portugués Boaventura de Sousa Santos, la escritora brasilera Ana Paula Maia, la historiadora libanesa Zeina Abirached, el mexicano Emiliano Monge, el escritor y dramaturgo alemán Boris Pfeiffer, la poeta y narradora argentina María Teresa Andrueto, entre una extensa lista de foráneos, más la nómina de colombianos como Pablo Montoya, Mario Mendoza, William Ospina, Fernando Vallejo, Evelio Rosero, Daniel Samper Pizano, Eduardo Escobar, Carolina Sanín, Enrique Serrano, Alba Lucía Ángel, Alonso Sánchez Baute, Carolina Vegas, Celso Román, Gustavo Tatis Guerra, Alberto Salcedo Ramos, Andrés Mauricio Muñoz, Gonzalo Mallarino, y la gran revelación de la novela en Colombia Giuseppe Caputo (director editorial de la Filbo 2017), entre otros, han abarrotado el auditorio José Asunción Silva y los diferentes recintos con sus charlas y conferencias, en el marco del ciclo Conversaciones que le cambiarán la vida, que ya es una institución en la feria.
Son 51.000 metros cuadrados de exposición, con la participación de cerca de 500 expositores, veintitrés pabellones, y este año, con la expectativa de romper el récord, el lunes 8 de mayo, día de cierre, de 500.000 visitantes.
El auge y el prestigio alcanzado en los 30 años que en 2017 celebra la Feria Internacional del Libro de Bogotá, no sería posible sin instituciones como Corferias, la Cámara Colombiana del Libro, Ecopetrol (principal patrocinador), RCN, El Espectador, Arcadia, El Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional de Colombia, la Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte, IDARTES, el Instituto Caro y Cuervo; la Red Nacional de Bibliotecas; y desde luego, el amplio y cada vez más pujante renglón editorial, el sector universitario, las editoriales independientes, las asociaciones de libreros, y el protagonista más importante: el lector, razón de ser de autores y creadores, y motor de propulsión de los insondables vuelos de la imaginación.
Mientras que se multipliquen cuadros como el que al comienzo ilustra esta nota, el de la madre que consagrada celebra con su crío el deleite de la lectura, fenómenos nocivos y estrafalarios como el de Epa Colombia irán desapareciendo para beneficio de la salud mental de los colombianos, sobre todo de los que apenas inician los derroteros de la vida.
La tarea puede resultar larga, compleja, para una gran mayoría imposible, pero hay que imprimirle el empeño mancomunado para sacarla adelante. Es labor prioritaria de todos reivindicar a Alicia en el país de las maravillas, hasta borrar del mapa el país de Epa Colombia
Ojalá, si lo permitiera, con la ayuda de doña Vicky Dávila.
Imperdibles de la Filbo 2017 para este fin de semana
*Pabellón Francia, país invitado
*Encuentro con Andrés Cepeda y Carlos Vives. Firma de libros: Mil canciones que cantarte. Sábado 6 y domingo 7 de mayo. Auditorio José Asunción Silva. 6:30 p.m. (para ambas fechas)
*Una mirada a Francia y Colombia, con Daniel Mordinski, el fotógrafo de los escritores. Hotel Whyndham (Avenida La Esperanza # 51-40). Exposición permanente hasta el 8 de mayo.
Los 150 años de María, la novela cumbre de Jorge Isaacs. Stand del Ministerio de Cultura. 2017, Año Jorge Isaacs.
*La invención de la naturaleza: la maravillosa biografía de Humboldt, con Briggite Baptiste, en conversación con Laura Campos, sobre el libro de Andrea Wulf. Viernes 5 de mayo. Pabellón 6. Piso 2. Stand 416.
*Diana Uribe: Historia y Elogio de la Contracultura. Sábado 6 de mayo. Auditorio José Asunción Silva. 12 M.
*Celebración del Jazz. Geoff Dyer, en conversación con Jorge Fondebrider. Viernes 5 de mayo. Carpa VIP. 6:30 p.m.
*La palabra como construcción de memoria. Participan: Edurne Portela, Gilmer Mesa, Lola Larra, Mabel Sandoval.. Viernes 5 de mayo. Auditorio María Mercedes Carranza. 6:30 p.m.
*Presentación del nuevo libro de Fernando Vallejo, Las bolas de Cavendish, en conversación con William Ospina. Sábado 6 de mayo. Auditorio José Asunción Silva. 2:00 p.m.
*Presentación del nuevo libro de Alfredo Molano, De río en río, en conversación con Nelson Fredy Padilla. Sábado 6 de mayo. Salón Filbo. 4:30 p.m.
*Homenaje al periodista, escritor y fotógrafo colombiano Rafael Baena: Un año sin Rafa. Sábado 6 de mayo. Auditorio Pabellón Francia. 5:00 p.m.
*Margarita Rosa de Francisco en conversación con Daniel Samper Pizano, alrededor de su libro El hombre del teléfono. Domingo 7 de mayo. Auditorio José Asunción Silva. 12:30 p.m.
*Recital de poesía de William Ospina con motivo del lanzamiento de su libro Poesía reunida. Domingo 7 de mayo. Salón Filbo C. 2:00 p.m.
*Celebración del Caribe. Tertulia con Luis Negrón, Alberto Salcedo Ramos y Paul Brito. Domingo 7 de mayo. Auditorio Jorge Isaacs. 4:00 p.m.
*Presentación del libro Un Robinson cercano, de Pablo Montoya, en conversación con William Ospina. Domingo 7 de mayo. Salón Filbo C. 6:00 p.m.
Prográmese a su gusto y amplié información de la Filbo 2017: bit.ly/QnYd7b