Un clarinete suena en la eternidad
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
El poeta, escritor y periodista Gustavo Tatis Guerra presentó en la pasada Feria del Libro de Bogotá dos importantes libros, uno de poesía, La tribu de los deseos y otro sobre la vida y obra comentada a su estilo del maestro Lucho Bermúdez, bajo el título Un clarinete suena en la eternidad.
En esta oportunidad se presenta un texto que permite bajo el punto de vista del autor, ver la vida de Lucho Bermúdez construida a lo largo de veinte crónicas, acompañada de una entrevista realizada al músico en 1993 y un diálogo interactivo con especialistas musicales de la obra de Lucho Bermúdez, como el biógrafo José Portaccio, Sergio Santana, Rafael Bassi y Enrique Muñoz Vélez. El libro es una serie de crónica que abarcan desde su nacimiento hasta su muerte, pasando por los momentos claves de su carrera, sus viajes a Cuba, Argentina y México, así como el nacimiento de algunas de sus canciones más populares e incluye una discografía completa de su producción de 800 canciones grabadas, trabajo colectivo liderado por Sergio Santana.
Este es un libro para todos los públicos como un homenaje al genio musical que logró abarcar todos los géneros musicales del país, no solo del Caribe sino de la región Andina y a través del pasillo, el bambuco, el torbellino, el porro, la cumbia y el mapalé posibilitó que las regiones colombianas se abrazaran a través de un proyecto musical de nación.
Al morir en 1994, Bermúdez había grabado cerca de 1000 canciones y dejó centenares de obras inéditas en diferentes géneros cuyas partituras forman parte del legado que hoy perpetúa la fundación Lucho Bermúdez que preside su hija Patricia.
En una charla amena y agradable, Gustavo Tatis le contó a Reporteros Asociados del Mundo temas muy importantes que tienen que ver con esta obra lograda gracias a una gran investigación y a la promoción para dar a conocer la obra del músico del Carmen de Bolívar por parte de la Gobernación de Bolívar y el Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (ICULTUR) y que fue presentada por su autor en el salón Jorge Isaacs en Bogotá en el marco de la FILBO 2017.
En la feria se lanza en estos momentos un libro sobre la historia de quién ¿Lucho Bermúdez o la orquesta?
No, es la vida de Lucho Bermúdez desde que nace el 25 de enero de 1912 hasta su muerte en Bogotá en 1994.
Son una serie de crónicas, veintitantas crónicas que hago y que abarcan toda esa vida y la creación de sus canciones como Carmen de Bolívar, Prende la Vela, Colombia Tierra Querida, y muchos porros, gaitas, cumbias, boleros. Lucho Bermúdez fue prolífico y además tuvo una capacidad de integrar no solo la Zona Andina con el Caribe sino que además cuando viajó a Cuba y a Buenos Aires, su primera salida en el año 46 ya era conocido en Buenos Aires, era conocido en Cuba cuando llegó invitado por Ernesto Lecuona y era conocido también en México cuando lo invitó Dámaso Pérez Prado. Él ya era un músico continental, muy apreciado de Ernesto Lecuona, el genio cubano, lo invita por quince días y termina trabajando, dirigiendo la orquesta de Ernesto Lecuona cuatro meses y allá Bebo Valdéz le facilita su orquesta, trabaja con Bebo Valdéz, dirige a Bebo Valdéz, dirige a Ernesto Lecuona, conoce a Celia Cruz y surgen cantidades de canciones, en ritmos cubanos, sones, guajiras cubanas y Lucho Bermúdez logra producir una música que es un retrato del país. Logró integrar a Colombia, que el país bailara en los clubes sociales de San Fernando en Cali, en el Club Social de Medellín, en el Club Campestre y los clubes de Bogotá de esa época, 1943. Lucho Bermúdez desde que llega a Bogotá en 1943 hasta su muerte puso a bailar a todo el país. Al principio hubo reacción con la música indígena africana, con lo que resonaba de manera indígena o lo que resonaba de manera africana había una incomprensión y había un desprecio, pero él no perdió tiempo en responderle a nadie. Por ejemplo, en un periódico del año 43 dicen que lo más parecido a esa música es el sonido de las laticas que le amarran a una vaca asustada haciendo ruido. Entonces había una serie de presiones dañinas y Lucho Bermúdez puso a que esa gente que hacía esos comentarios terminaran bailando su música. En esa época uno de los amigos que iban a los clubes a bailar y que lo ve en el año 43 es Jorge Eliecer Gaitán, que se hizo amigo de Lucho Bermúdez.
El otro dato que yo hago visible en el libro fue que Lucho Bermúdez fue testigo de la masacre de las bananeras, porque cuando llega a Santa Marta él a los catorce años era director de la banda militar del Batallón Córdoba en Santa Marta, porque a los catorce años lo vio el presidente Miguel Abadía Méndez y lo vio el Ministro de Guerra de esa época, Ignacio Rengifo y entonces el Presidente quedó tan impactado que dijo “vamos a meterlo para que dirija la banda militar” y en ese entonces es cuando le toca presenciar el conflicto laboral de los trabajadores bananeros, conoció al general Cortés Vargas, quien da la orden de disparar contra los obreros y los campesinos, y Lucho Bermúdez salió afectado por esa situación porque el Gobierno después de la masacre de las bananeras desmantela todas las bandas militares que hay en el país, el presidente Miguel Abadía Méndez y uno de los afectados es Lucho Bermúdez. Entonces sale del Batallón Córdoba y empieza un peregrinaje que poco se sabe porque se convirtió en director de la banda de Chiriguaná, del Banco, de Aracataca, él llegó a vivir en Aracataca y llegó a tener una escuela de música, él dictaba clases a domicilio en Aracataca y yo hago una reconstrucción de cómo eran esos momentos, como eran los viajes por el rio Magdalena, por ejemplo, él estuvo en Ciénaga donde hubo todo un movimiento musical de principios del siglo XX.
Gustavo ¿Cuánto tiempo duró esa investigación?
Varios años, yo entrevisté a Lucho Bermúdez en el 93, un año antes de morir y esa entrevista, yo pensé que iba a morir ahí. Recuerdo que Colprensa le hizo unas fotos, de las últimas fotos de él tocando el clarinete y yo le hice preguntas como el cuestionario Proust: ¿Cuál es el sonido de la soledad? Unas preguntas más raras, ¿Cómo se quisiera morir usted? Unas cosas así, y bueno yo dije ese material, ahora que hice el libro, yo dije eso lo voy a retomar, pero estaba como perdido entre los periódicos, y en los últimos cinco años empecé a viajar a Carmen de Bolívar, a entrevistar a la primera esposa que tiene 102 años y me senté con ella para saber cómo se conocieron, como se enamoraron y después me senté a hablar con Melba Gallo, la última esposa; a Matilde si no la conocí. En este momento hay dos libros escritos sobre la vida de Lucho Bermúdez, una biografía extensa de José Portaccio y un texto muy cortico en forma de crónica de José Arteaga y una serie de ensayos reunidos en el 2012 en donde escribe Sergio Santana, Rafael Basa y Enrique Muñoz. Entonces yo dije, aquí lo que hay que hacer es una reconstrucción de los hechos y empecé a trabajarlo por décadas, que pasó entre 1912 y 1922 y empecé a rastrear la información con gente muy mayor, entre 90 y 100 años y fui encontrando información sobre Lucho Bermúdez.
Y en este momento ¿qué es la vida de Gustavo Tatis?
Bueno, yo siempre he estado entre la escritura de crónicas y la escritura de poemas. Muchos poemas salen de las crónicas. Yo una vez conté que fui a un pueblo que se había construido bajo la sombra de un árbol que se llama el carito y a mí me pareció tan bella la historia y que todo el mundo se iba encontrando allí y se fue creando el pueblo alrededor de un árbol. Hice una crónica y después yo dije, esto amerita algo más que una crónica y terminé haciendo un poema.
Gustavo en este momento ¿la crónica está en decadencia?
Lo que está en decadencia, y es lamentable decirlo, son las empresas periodísticas que han limitado el espacio a la crónica. Los cronistas no están en crisis, lo que está en crisis es la empresa periodística que cree que la crónica es para los domingos, y la crónica puede salir el lunes, el martes, el miércoles. Yo a veces me resisto a creer que la crónica es un asunto espacial; en una pequeña cuartilla se puede hacer una crónica bien hecha, brevemente. Es un género al que hay que meterle alma, pero que hay que tener toda la documentación, toda la información para depurarla, decantarla. A mí la crónica me encanta, creo que es un género que cuando uno lo lee veinte años después ya esa crónica es un documento histórico, es la narración de los hechos de un instante que al volverse a ver años después es algo más que una crónica. Yo leo por ejemplo la crónica de como asesinaron a Rafael Uribe Uribe en el año 14, la crónica me devuelve al instante en que esos dos muchachos matan a hachazos y lo dejan agonizante todo el día hasta que muere ese líder, Rafael Uribe Uribe. Y muchas crónicas reconstruyen lo que el novelista más adelante con su imaginación, que a veces no es acertada, pero a veces la imaginación es una herramienta de exploración de la realidad. La imaginación si no está conectada con la investigación puede terminar siendo una especulación, pero en el caso por ejemplo en el que yo descubro que Lucho Bermúdez, en el año en que el abuelo de Gabriel García Márquez paseaba el niño por la plaza de Aracataca se presentaban los acordeoneros, yo no estoy inventando que uno de los niños que escuchaba a Lucho Bermúdez cuando él era el director de la banda del pueblo era García Márquez que era un niño pequeño y como lo demuestro, pues miro el tiempo, miro la época en que eso ocurre y después descubro que en el año 43 cuando Lucho Bermúdez viene a Bogotá, García Márquez se viene para Bogotá, rumbo a Zipaquirá y García Márquez que es un muchacho atormentado por la nostalgia de su pueblo venía a una emisora que se llamaba La Hora Costeña a escuchar a los grupos en vivo, entre ellos el de Lucho Bermúdez que era el director de esos programas, el director invitado, después si tuvo conciencia de que él no supo que ese niño era García Márquez y el niño tampoco sabía que él era Lucho Bermúdez pero después si se encontraron, y bueno, la crónica permite reconstruir fragmentos de tiempos que de pronto el periodista cotidiano no captó en su momento y que el cronista le toca como armar el rompecabezas, que pasó entre 1912 y 1994 en que muere, como pudo ser el nacimiento, que contexto era el de Carmen de Bolívar, que música sonaba cuando él estaba naciendo. Yo ahora casi que especulo diciendo, si yo descubro que el árbol de Macondo en el mes de abril se deshoja, se le caen todas las hojas y García Márquez muere en abril, obsesionado con su Macondo, que es un árbol real, perfectamente pudiera aventurarme a crear poéticamente, con el documento en la mano, de que a medida que moría se desnudaban los macondos. Lo mismo con Lucho Bermúdez.
¿Cómo hizo Lucho Bermúdez para adueñarse del San Fernando?
Le sacó todo el tiempo el cuerpo a San Fernando porque a él no le gustaba hacer canciones por encargo y a él lo llamaron y le dijeron mire, se acaba de crear un club social que se llama San Fernando para que nos haga un himno, una canción y Lucho Bermúdez dijo, hombre yo no soy capaz de hacer música por encargo y menos un Club Social. Era tan genial que sin conocer el club social y para quitarse de encima al tipo, y la canción es hermosa, hermosa, es un himno y lo único que le pidió es que la canción no se llamara Club Social San Fernando sino San Fernando. Y la contó Benny Moré, la cantó la Sonora Matancera, es increíble.
El hallazgo que hago en el libro, es un hallazgo de un amigo psicólogo Enrique Muñoz que comprobó que cuando en esa época no había derechos de autor, no había leyes que protegieran los derechos de autor, Lucho Bermúdez fue el primero que defendió los derechos de autor, porque conoció de cerca el caso de Crescencio Caicedo, Crescencio Caicedo vendía flautas en las calles de Medellín, de Bogotá, de Cartagena y el compuso “La Múcura”, “Mi cafetal”, “El hombre caimán” pero era un hombre que sentía que lo que componía no le pertenecía, que eso era del pueblo, por lo tanto si él decía yo compuse esto estoy agrediendo al pueblo, entonces terminó vendiendo todas esas canciones, se las vendió a Toño Fuentes y Toño Fuentes le dio un dinero, fueron a la notaría y está el documento de la notaría donde Crescencio Salcedo cede esas canciones. Después él en vida decía, “me robaron las canciones”, no, él las vendió y después vino Bobby Capó que también se las quiso robar y después otros músicos, pero Crescencio Caicedo era un genio que vendía canciones y eso es terrible. El que las compraba agredía y él que también las vendía se hacía un daño, pero su convicción era que eso no le pertenece. “La múcura” es una canción, un porro que surgió de una experiencia que él vió de un tipo que tenía los genitales hinchados y entonces no podía cargar la múcura para llevar el agua y entonces la gente le decía, ahí viene “el múcura”, porque como no podía cargar la vasija de agua se burlaban del tipo y de ahí salió la canción: “La múcura está en el suelo, mamá no puedo con ella…” y esas canciones ya sonaban en América Latina cuando Lucho sale en el año 50 para Cuba, ya esa canción estaba pegada. Los porros, “Micaela” una canción de Camacho y Cano, que ese es uno de los genios…el Caribe ha tenido genios cuyo temperamento ha agredido la obra musical. Camacho y Cano era de los más sofisticados compositores de porro, de los primeros que fueron a Nueva York a grabar porros, grabó más de cien porros pero era un tipo que producía tanto que se tuvo que cambiar el nombre, se tuvo que inventar un seudónimo, de Rafael Obligado, se inventó una orquesta imaginaria, Rafael Obligado y su orquesta, y era él mismo para poder vender los porros en dos casas disqueras simultáneamente hasta que descubren que es el mismo Camacho y Cano y lo denuncian, y le dicen ya no hay más contrato contigo, pero ese era un genio, que la bebida, la bohemia le hizo mucho daño y él no es tan conocido. Pero Lucho Bermúdez fue el más disciplinado, el más persistente y muy profesional. El primero que empezó a escribir los porros, las cumbias en una época en que eso no tenía mucha valoración ni nada, así que para mí ha sido fascinante porque a través de la música yo al escucharla me impacta los cinco sentidos, me devuelve a un paisaje, porque él hacía retratos de personas en las canciones, de pueblos, de situaciones, casi que la historia de Colombia pudo estar contada a través de las canciones de Lucho Bermúdez.