El Ojo del Halkón Redes de la discordia
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Han cambiado demasiado los tiempos y recuerdo como si fuera ayer cuando estaba sentado al frente del cerro del Chicamocha, mirando el bello paisaje santandereano y escuchando a Julio Iglesias que era el ídolo de la juventud del momento, cantado o mejor relatando “A veces llegan cartas” y como decía que llegaban cartas que nos traían ilusiones y desilusiones; pero al fin y al cabo eran mensajes que llegaban de alguien que por uno u otro motivo nos recordaba.
Otra cosa que nos hacía temblar de emoción o de susto a la vez era el telegrama, porque por lo general no eran buenas las noticias que traían, sino que este mensaje de cortas palabras nos avisaba de manera rápida sobre un acontecimiento, que en más de una oportunidad era trágico o simplemente decía “te amo”, “te extraño” o “usted debe de presentarse de manera inmediata ante este despacho judicial”. Como se puede ver, tanto las cartas como los telegramas nos hacían cambiar de emoción de un momento a otro, las primeras porque llegaban con las noticias bastante retrasadas y que eran muy comunes entre los seres amados y que decir de quienes querían mostrar su capacidad literaria, para de una manera franca y sincera decir de puño y letra lo que sus sentimientos brotaban a flor de piel.
En las cartas, se escribió en parte la historia de los pueblos y se puso en práctica la enseñanza de los buenos modales y el respeto a las leyes, a Dios y a las gentes y en los telegramas muchas veces nos llegaron momentos tan tristes o tan alegres, los que fueron esperados y que nunca borramos de nuestras memorias.
En una carta o en un telegrama uno dejaba salir todos sus sentimientos para decirle a ese ser que estaba lejos cuanto lo extrañaba y cuáles eran los planes que se soñaban y esperaba poner en práctica cuando pudieran estar cerca los unos de los otros.
Cuantas doncellas esperaron en la baranda de su casa a que llegara el cartero y como al Coronel les pasó muchas veces que no tenían quien les escribiera y de esos mensajes fueron muchas las inspiraciones para los grandes poemas y piezas musicales a nivel nacional e internacional que marcaron la vida de los pueblos.
Llegó la tecnología, y con él el modernismo y con esto desapareció el romanticismo, porque en unas pocas palabras tanto por un correo electrónico como por Face y ahora por Twitter, se dicen las coas de una manera tan simple que alguien llegó a calificar que era de mala educación y muy poco personal escribir una carta en máquina y no de puño y letra; porque esa impersonalidad alejaba el calor humano de las personas.
Pero la cosa pasó de castaño a oscuro, ya no pasamos de dos o tres palabras para decir las cosas y demostramos el amor y el cariño con una aplicación predeterminada y lo peor es que lo mismo se le escribe a dos o tres personas al mismo tiempo, muchas veces sin ser sinceros de nuestros propios sentimientos.
Antes no se podía engañar a quien se le escribía, porque nuestro mensaje llevaba impresa de puño y letra nuestra firma y ahora muchas veces los mensajes se pueden calificar de falsos, porque en las redes sociales muchos dicen ser quien son sin serlo, porque la tecnología da para engañar y mentir porque muchas veces se dice que es un hombre quien escribe cuando es una mujer y viceversa y desde ahí las cosas comienzan a funcionar mal y llegamos a los resultados que comentaré más adelante.
No creo que el interés de los que crearon las redes sociales fuera otra que la de acercar a las personas y veía esta mañana en televisión un mensaje en el que estaba reflejada toda la realidad, hablaban dos hermanas con ideas totalmente diferentes; una enseñando modales y respeto hacia un ser supremo y la otra contestándole que era falsa la existencia de Dios, que las religiones eran una mojigatería y que quienes pertenecían a esos grupos religiosos eran lo peor y lo pero era que ella se lo decía a su propia hermana que la tenía al frente y cada quien chateaba y en la realización que hicieron se iban alejando porque el odio que brotaba de uno y otro mensaje era a cada momento más fuerte.
Que bueno que mucha gente hubiera visto esto para que hubiera reflexionado como yo lo hice, y me puso a pensar.
Minutos después me llegó un mensaje en donde me informaban que en una emisora de radio el periodista Felipe Zuleta había anunciado que se retiraba definitivamente del Twitter porque en un comienzo había dado la oportunidad de bloquear a todos los que lo insultaban y la situación llegó a tal extremo que se sintió asfixiado y que no tenía tranquilidad y por ello tomó la determinación de no ir mas en Twitter, lo que han hecho muchas personalidades tanto del periodismo como de la economía y de la política que también lo han hecho al alejarse del Face y de las redes sociales que se han vuelto últimamente canecas de basura en donde la gente no habla sino eso “basura” en vez de utilizar este gran medio tecnológico para ayudar y acercarse a los demás.
Si viviéramos en otra época por un mensaje enviado así fuera en carta o en Marconi (telegrama) hubiera comenzado una tercera guerra mundial; pero ahora vemos que políticos y gente de los diferentes estratos sociales descargan su odio y su venganza por medio de esos 140 fatídicos caracteres del twiter, lo que ha convertido a esta herramienta en algo mortal u fatídico.
Sin querer queriendo, diría el Chapulín Colorado, en Twitter y en Face han acabado con la honra y carreras profesionales de grandes personajes y para no ir muy lejos recordemos lo que acaba de pasar con Nairo Quintana, quien por el hecho de no haber estado en buenos lugares de la tabla de posición del pasado Tour de Francia se le trató de destruir como en un momento se hizo con Falcao García, quien se salvó gracias a su fe y fuerza de voluntad para salir adelante y de contar con personas a su alrededor que le prohibieron leer los mensajes y artículos que se escribieron en su contra.
No se sabe que le está pasando al hombre moderno, porque su deseo es el de destruir y de acabar con el otro y eso nos damos cuenta en la polarización y en la desinformación que existe en estos momentos en Colombia, cuando los diálogos de La Habana y los acuerdos con las FARC y posiblemente con el ELN no nos van a llevar a la paz, porque nuestras almas y nuestros sentimientos están llenos de odio y de deseos de destrucción; porque habiendo tantas cosas buenas para destacar de muchos colombianos, sino destruimos, tratamos de mostrar lo negativo y eso parece que nos hiciera felices.
No entiendo a mis colegas los periodistas, quienes se han olvidado de que el periodismo es una vocación para ayudar a los demás y para educar y lo que se han dedicado es a demostrar con grandes titulares la desgracia humana, como si fuera la pauta a seguir en un futuro y se olvidan de los logros de quienes si trabajan en pro del país.
No se sabe a dónde vamos a llegar; pero lo que si se sabe es que, si no le ponemos freno a lo que estamos haciendo, vamos a llegar a formar un futuro bastante violento en el cual nuestros herederos no tienen de donde pegarse sino de seguir por ese mal camino; por lo que hay que corregir esto de manera inmediata, desde los hogares, las escuelas, los colegios, las universidades, desde los sectores políticos y desde el propio Gobierno.
Hagamos un alto en el camino y enviemos mensajes de paz, de reconciliación y de esperanza, hagamos que sea noticia el verdadero amor y no el divorcio y acabar los hogares, enviemos mensajes en donde enseñemos el camino del bien y de los valores, en donde tengan nuestros hijos y nietos herramientas para armar un buen futuro y hacer no solo de Colombia, sino del mundo lo mejor.
Hagamos de las redes sociales un gran elemento de unificación y no de destrucción.