lunes noviembre 18 de 2024

EmPápate LA PALABRA QUE NADIE QUIERE PRONUNCIAR

 

Por Guillermo Romero Salamanca

Cada día aparecen o se renuevan críticos contra las actuaciones del Papa Francisco. Aunque él sólo quiere hacer el bien, cualquier actitud es vista por los negativos y enemigos de la Iglesia y de su imagen para cuestionarlo.

Si saluda a un presidente, es político. Si envía un rosario a un preso, está con él. Si mira a la derecha, es derechista. Si pide que se acabe la guerra en un país, es comunista. Si le lleva flores a la Virgen, malo, si no las lleva, también. Si abraza a un enfermo, grave, si no lo hace, pésimo. Si recibe a los inmigrantes en el mar es una actitud contra los extremistas. Si goza con los goles de San Lorenzo, los de River, lo odian. Si sale de Roma le dicen que para qué se gasta dinero, si se queda allí, entonces entorpece la economía.

Una palabra suya de aliento, un movimiento o una charla que tenga el Papa, de inmediato, personas inundan las redes con comentarios salidos de tono que lindan con la ignorancia y la grosería.

Sin embargo, el Papa Francisco sigue adelante, no se inmuta, no le da temor, es valiente, acepta los comentarios y continúa en su lucha de hablar de misericordia. Sabe, eso sí, que millones de personas humildes, en el mundo entero, oran por la paz, por la Iglesia y por el Pontífice. Pero la palabra a cual todos hacen oídos sordos es “perdón”.

CUANDO HABLA DEL PERDÓN

Una de sus grandes solitudes en sus conversaciones y escritos es buscar el perdón. Situación difícil para muchas personas.

Lo dijo claramente el 13 de mayo del 2015, en la plaza del santuario de san Pedro. Las palabras más difíciles son “permiso, gracias y perdón”.

Desde el 17 de marzo del 2013, cuando envió su primer mensaje con el Ángelus, el mundo comenzó a conocer su pensamiento sobre el perdón: “He elegido el nombre del santo patrono de Italia, San Francisco de Asís y esto refuerza mis lazos espirituales con esta tierra, de la que –como sabéis—es originaria mi familia. Pero Jesús nos ha llamado a ser parte de una nueva familia: su iglesia; esta familia de Dios, para caminar juntos por los caminos del Evangelio. ¡Que el Señor os bendiga y la Virgen os proteja! Y no os olvidéis de esto: El Señor no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.

TODOS TENEMOS ENEMIGOS

Una de sus prédicas que más claro habló sobre el perdón fue el 20 de febrero del 2017.

“Sean santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo”. Y “sean perfectos como es perfecto su Padre celestial”. ¿Cuál es el camino para llegar a ser santos?”. Jesús lo explica con cosas concretas: Ninguna venganza. ‘Me la hiciste: ¡me la pagarás!’. ¿Esto es cristiano? No. ¿‘Me la pagarás’ no entra en el lenguaje de un cristiano. Ninguna venganza. Ningún rencor. Es el camino del perdón, de olvidar las ofensas”.

“Perdonar en mi corazón. Es éste el camino de la santidad y esto aleja de las guerras. Pero si todos los hombres y las mujeres del mundo aprendieran esto, no existirían las guerras. No existirían. La guerra comienza aquí, en la amargura, en el rencor, en el deseo de venganza, de hacer pagar. Pero esto destruye a las familias, destruye amistades y destruye barrios”, dijo.

“Dios es magnánimo. Dios tiene un corazón grande, que perdona todo, es misericordioso. Si Él es misericordioso, si Él es santo, si Él es perfecto, nosotros debemos ser misericordiosos, santos y perfectos como Él. Y ésta es la santidad”:

“¿Nosotros rezamos por aquellas personas que están más cerca de nosotros y que nos odian o nos hacen el mal? ‘Eh, Padre, ¡es difícil, eh! Yo tendría ganas de acogotarlo, ¡eh!’. ¡Pero ora! Reza para que el Señor cambie la vida. La oración es un antídoto contra el odio, contra las guerras, estas guerras que comienzan en casa, que comienzan en el barrio, que comienzan en las familias… Piensen solamente en las guerras de las familias por la herencia: ¡cuántas familias se destruyen, se odian por la herencia!”.

El 8 de septiembre en Villavicencio su prédica sobre el perdón se hará escuchar en todas partes y quizá les recuerde una vez más: “Pedir la gracia de no permanecer en el rencor, la gracia de rezar por los enemigos, de rezar por la gente que no nos quiere, la gracia de la paz. Les pido, por favor, que hagan esta experiencia: todos los días una oración. ‘Ah, éste no me quiere: pero Señor, te pido…’: uno por día. Así se vence, así iremos por este camino de la santidad y de la perfección”.

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