El Ojo del Halkón Francisco el Papa
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Cero y van tres, la vida nos da una serie de oportunidades para vivir eventos importantes y sin mirar las cosas desde el ámbito religioso, si desde un sentido netamente interesante para guardar en nuestra memoria, hoy me preparo para cubrir por tercera oportunidad la visita de un Papa a Colombia.
Apenas estaba estrenando mi cédula de ciudadanía, vestía hábitos clericales y tuve la oportunidad de asistir con los Benedictinos a la venida de Pablo VI, un Papa serio, de pensar profundo, de pocas palabras y de enseñanzas concretas.
Apenas estaba conociendo la Capital de la República, estudiaba para monje, pero ya daba mis primeros pasos como periodista y en esa oportunidad no solo lo hice como participante del coro de los Benedictinos que son quizá los más litúrgicos de la Iglesia Católica, sino también quien hiciera unas cuantas cuartillas para los medios de comunicación de orientación católica y otros laicos a nivel nacional e internacional.
Tuve que aprender a escribir de una manera que me entendieran los creyentes y no creyentes, a quienes les interesaba y no les interesaba la visita de la Iglesia Católica, y fue cuando aprendí la importancia del Obispo de Roma como jefe de estado al ser recibido por presidente, ministros y funcionarios del Gobierno.
Para ese entonces, la llegada de Pablo VI era uno de los acontecimientos más grandes que cubriría la insípida televisión colombiana con el apoyo de la RAI (Radio y Televisión Italiana), de verdad la ciudad quedó totalmente solitaria porque todas sus gentes se volcaron hacia el templete donde tendría lugar la eucaristía luego de un gran recibimiento en el aeropuerto El Dorado y de haber recorrido una de las avenidas (por no decir la única) de gran renombre como era la avenida El Dorado, hoy calle 26.
No quedó Colombia santificada pero si se sintió que el mensaje fue recibido y que hubo mucho de qué hablar durante muchos meses y años hasta la venida de un nuevo Papa a este país, famoso por sus esmeraldas, su café y sus mujeres bonitas.
Colombia figuraba en el ambiente internacional como un país tercermundista; pero de gente buena y trabajadora, de gente campesina y de ciudades que apenas se levantaban tras el progreso y el desarrollo con miras a abrir puertas al comercio internacional.
Se creía que la puerta de oro de Suramérica solo era café y esmeraldas y luego se presentaba el gran escollo del terrorismo a causa del narcotráfico que se apoderaba de las capitales y de los campos.
La religión ha sido base fundamental para el pueblo colombiano y la vida del Vaticano no ha estado alejada para la mayoría que han estado pendientes de quien es el inquilino del Vaticano y el que está a la cabeza del Catolicismo en todas las temporadas.
No se puede olvidar que Colombia fue llamado “el país del Sagrado Corazón” y también el “país Mariano” por excelencia, pero que después de la reforma de la Constitución de 1991 pasó a ser un país laico en donde se respeta la libertad religiosa y a pesar que ya no es en su mayoría católico es mucho lo que tiene que ver la vida clerical en Roma.
Años después tuve la oportunidad, ya como periodista de cubrir directamente la visita del Papa Viajero, Juan Pablo II, un hombre dogmático, de una enseñanza abierta y acogedor de todas las enseñanzas para ser repartidas entre sus seguidores, un hombre de un gran carisma y quien atraía solo con la mirada y en el momento de su diálogo profundo, lleno de amor y cordialidad.
Éramos más de un centenar de periodistas quienes nos acreditamos en ese entonces, todos queríamos estar en cada una de las actividades en donde estuviera el Papa, ya los medios de comunicación habían progresado, las estaciones de radio transmitían las 24 horas, habían periódicos que titulaban en la mañana y en la tarde y los discursos, como eran llamados, los sermones del Papa se entregaban por adelantado a los periodistas quienes analizaban una a una sus palabras y contaban sus experiencias de los lugares en donde se encontraban.
La gran misa campal fue más emotiva que la anterior de Pablo VI; pero era que a Juan Pablo II lo consideraban el amigo entrañable, sin interesar las religiones y credos que se profesaran.
Siempre estábamos un poco lejos, a unos metros, pero tratábamos de ver cada detalle de lo que acontecía y el día menos pensado fuimos a una reunión que tenía el Papa en la Caja Social y nunca pensamos que por unos instantes pasara y nos saludara de mano y luego abrazara a uno de nuestros colegas que se quedó petrificado y que parece que quedó consagrado porque se le siguió llamando “Monseñor” por parte de sus colegas. Para mí fue una gran experiencia, Juan Pablo II además de su amabilidad, físicamente se parecía mucho a mi abuelo y fue cuando me llené de emoción después del saludo escucharlo predicar en el Tunal y luego estar a unos metros de él delante de la cruz que habían colocado en donde había estado la vida de los armeritas quienes la perdieron en el gran desastre del Ruiz.
Los mensajes fueron claros y sencillos y de verdad el jerarca de la iglesia logró entrar en los corazones de muchos de los colombianos.
No creía que la vida me iba a dar otra oportunidad de escribir y cubrir la llegada de otro obispo de Roma, ya con mis años miro desde otra manera y perspectiva la visita de Francisco el Papa, hombre sencillo y carismático, quien a pesar de sus quebrantos de salud le pone el pecho a la brisa y ha sido capaz, contra viento y marea, de hablar de reformas dentro de la Iglesia Católica y de las mismas enseñanzas como mostrando que el camino hacia la salvación y al mismo Cristo es duro y que solo los valientes pueden salir adelante.
He mirado, he leído y he escuchado todo lo que se dice alrededor de la visita del Papa Francisco y me preocupa que muchos sean tan egoístas que hasta hayan deseado que esa buena visita no se efectuara, quizá porque no están de acuerdo que se les descubra la máscara en medio de la corrupción, del odio y del desamor que hay en algunos de los sectores del país. Otros creen y piensan que el Papa se va a llevar todo el dinero colombiano y hasta proponen que ese dinero que se va a invertir en la visita por parte del Gobierno se invierta en escuelas, hospitales y carreteras, olvidando que un ilustre presidente dejó de hacer un mundial de futbol en Colombia ofreciendo invertir los dineros que se tomarían para hacer ese evento deportivo para hacer muchas cosas por el país y a la hora del té no se hizo el mundial y no se hizo no carreteras, ni escuelas, ni hospitales.
Muchos esperanzados creen que con la llegada de Francisco se sellará la paz y se olvidan que lo que hay que hacer es desarmar los corazones y las voluntades y trabajar todos unidos por una Colombia mejor.
Lo que debemos de hacer es demostrar que somos unos buenos anfitriones y que acogemos muy bien a quienes nos visitan, mostrando lo mejor que tenemos como personas y seres humanos y no aprovechando como algunos para anunciar paros y gritar a los cuatro vientos que estamos en crisis.
Estemos seguros de una cosa, que con la venida del Papa Francisco la crisis moral, social y política del país no va a mejorar; pero es la oportunidad de reflexionar y de escuchar unos buenos consejos, y vuelvo y repito independientemente de nuestras creencias religiosas debemos de ser las personas que se conocen en el mundo como más hospitalarias del continente y del orbe.