El aliento y los goles
Por Esteban Jaramillo Osorio
La selección, la fiesta, la convocatoria al público, las ilusiones de ir al mundial, son motivos excepcionales para unir el país futbolero que se involucra, que vibra, en estos momentos tensos previos al cierre del torneo clasificatorio.
Acostumbrados a dejar el alma en la cancha, cuando los ingredientes técnicos escasean, los jugadores ven a Rusia tan cercana, a un partido de coronar el propósito por el que se luchó durante dos años y medio, en entusiasta comunión con los aficionados que nunca dejaron de alentar.
Saben que los retos son siempre iguales, sin importar calidades de los rivales, sin dar un paso atrás, ni rendirse, ni relajarse. No es el momento de los parpadeos ni de los desfallecimientos. Es el examen final.
Con buen estado de salud llega el equipo, que muestra ya las bases para ir a la cita orbital. En su punto los jugadores, muy pocos tocados por lesiones leves, y con un espíritu de triunfo arrollador que contradice el nerviosismo que en algunos sectores crece cuando se acercan los últimos partidos y cuando predicadores de los medios desafían la fe general.
Contrasta la euforia con las denuncias por manipulación en la venta y reventa de boletas, en impúdicas faenas que tienen a ciertos personajes, entre ellos directivos, acorralados por la fiscalía. Acaparan y revenden, algo que no es de ahora, que se ventiló desde hace años, pero que miraron con desinterés desde los organismos investigativos; vaya usted a saber por qué.
Es practica antigua. Desde los noventa, cuando la selección recuperó la confianza de los aficionados, los bolsillos ajenos eran la meta de muchos de los abundantes recursos obtenidos por los recaudos en la taquilla, como consecuencia de la euforia que producía el combinado nacional.
No dejó de ser este un jugoso botín, asaltado con malicia por inescrupulosos individuos, con beneficios personales. Y no son solo las taquillas. Alrededor de la selección son innumerables los negocios que mueven cantidades de dinero, en tantos casos sin control.
Ojalá los impactos publicitarios de la ida al mundial, no disminuyan el esfuerzo de quienes rastrean malos procederes, porque todo terminará como en el pasado: investigaciones exhaustivas, directivos comprometidos, ruido en los medios y olvido general.