Prometeo desencadenado
Por Augusto León Restrepo
El avisado y muy leído columnista del diario El Espectador de Bogotá, Héctor Abad Faciolince, en una de sus columnas habituales de los domingos, la del 1 de abril del presente año, se sorprende e indigna con la conducta de los colombianos, que olvidan con facilidad y son desagradecidos e ingratos con quienes han desempeñado desde la política o desde cualquier otro escenario un papel transformador y beneficioso para la sociedad. Se nota al rompis que el escritor desconoce los meandros y los vericuetos de la lucha por el poder y los comportamientos de quienes van a por el, como dicen los españoles. Y de sus favorecidos. En ambos lados rumba la amnesia.
Su queja, por demás justa, se refiere a los guarapazos permanentes que recibe el Presidente de la República Juan Manuel Santos, por los errores reales o imaginarios que le detectan en el ejercicio de su mandato, que ya tiene el sol a sus espaldas. Y que da la sensación de que se las ha insolado sin misericordia, a juicio de sus detractores y enemigos, que son muchos, quienes lo quieren hacer ver como el peor mandatario de la historia. Y no señores. Santos, a juicio de Héctor Abad, ha dejado en sus dos gobiernos, cifras que es preciso concretar: recibió el mandato presidencial como sucesor de Uribe, con una tasa de homicidios de 34 por cada 100.000 habitantes. Hoy en día es de 24. 3.300 muertos menos en Colombia cada año. Tasa de desempleo en 11.7%. Hoy 9.2%. Porcentaje de empleo informal en 57.9%. Informalidad en el último año de Santos, 49.5%. Desplazados en el 2010, 231.000. Hoy, 55.000. Turismo en el último año de Uribe: 2.300.000. En el 2017, 6.535.000 visitantes extranjeros llegaron a descubrir un país con paz por la desaparición de las Farc. Ahí está la mano de Santos, quien espera que la historia y las cifras le den la razón, según lo anota Abad Faciolince.
Pero estos números no convencen a los colombianos. Por lo menos a aquellos que llaman para ser encuestados. Ni a la clase política, variable y ondeante, como pluma al viento. “En este año electoral ya ni los viejos aliados políticos del Gobierno lo defienden. Los menos indignos se callan; los peores lo atacan, tratando de encaramarse al carro ganador. El poder moribundo ya no les puede hacer favores; ahora hay que lamberle al poderoso que viene”. Hombre Abad: felicitaciones. Usted ha retratado a las dirigencias del Partido Liberal, del Partido Conservador y de la U, que en vez de defender y respaldar los aciertos de Santos y el gran logro de la Paz con De la Calle, abandonan el barco en el que venían de pasajeros durante ocho años y prefieren entregarse a los veleidosos y calculadores capitanes de las naves enemigas, en una rendición indigna e indecorosa. A aquellos que después de usufructuar los camarotes de primera clase vienen a propugnar la ofrenda de las banderas a quinta columnistas y acérrimos críticos de su carta de navegación, en un vergonzoso giro de timón, que ha conducido a un gran festín de traiciones, jugarretas y trapisondas.
Pero este panorama nos duele a quienes creemos en los horizontes utópicos. A quienes juegan a las marranadas de la política, como el propio Presidente Santos, les debe parecer ajedrecístico todo este movimiento desmoralizador de fichas y peones. ¿Será que esta es Colombia, Pablo, y que el abismo está a la vuelta de la esquina?. ¿ O que se extenderá una mano y nos salvará del suicidio en el lapso final de la caída libre?. Averígüelo usted, derrotado o esperanzado lector. Yo soy de los esperanzados. Y aspiro a que el dueño de la mano sea De la Calle, como un Prometeo desencadenado. Hay que liberarlo. Piénsenlo y procedan. En un muro de Facebook encontré esta frase “¿Si en vez de no votar por Humberto de la Calle porque no va a ganar, votamos por él para que gane?”.