La canción popular española pierde a María Dolores Pradera, su gran dama
Su vida se detuvo a los 93 años, tras surcar con éxito la música, el teatro y el cine
Por ABC
La canción popular española perdió ayer a su gran dama, casi la última diva de la escena, María Dolores Pradera. Tenía 93 años y falleció en la misma ciudad en la que nació, Madrid, la urbe que la catapultó fuera de nuestras fronteras a través de la canción española y de la música de Iberoamérica. Bajo el apelativo de «La gran señora de la canción» aflora una carrera de más de siete décadas en las que trabajó tanto en el mundo de la música como del teatro y el cine.
Sus canciones, «La flor de la canela» o «Amarraditos», pertenecen ya al imaginario popular, a la cultura española. Su repertorio, basado en una voz grave característica, está lleno de hechizos: desde «Camino verde» a «No sé por qué te quiero» o «Limeña», pasando por «Que te vaya bonito», «El rosario de mi madre», «Caballo prieto azabache». La música le dio treinta discos de oro y los mayores galardones que concede España, tanto en su esfera institucional como cultural. Su voz estuvo acompañada tres décadas por los hermanos guitarristas Santiago y Julián López Hernández, «Los gemelos». Con ellos llevó por el mundo las composiciones de Miguel Matamoros, Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra.
Su primer disco llegó en noviembre de 1960 y en su trayectoria musical -gran parte de ella unida a los Sabandeños- está presente la obra de Chabuca, Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, Sánchez Ferlosio, Amancio Prada o Carlos Cano. También dio voz a Federico García Lorca gracias a una dicción que rozaba la perfección, con una sonoridad rotunda. Tanto, que su espíritu la llevó a colaborar en la última década de su vida con lo más granado de la música española: desde Enrique Bunbury a José Mercé, desde Sole Giménez a Amaia Montero.
El teatro y el cine fueron otros de sus grandes pilares. Ya desde la década de 1940 compaginó los escenarios con el celuloide. Su primera película pasó totalmente desapercibida, al participar como extra en «Porque te vi llorar». Después vino «Inés de Castro», rodada en 1944 por Augusto García Viñolas. El primer reconocimiento en el cine le vino en 1944, cuando en «Yo no me caso» unió su nombre al de Juan de Orduña. Y el gran éxito le llegó poco después, con la adaptación de una obra de Enrique Jardiel Poncela, «Los habitantes de la casa deshabitada», que rodó en 1946 Gonzalo Delgrás.
En la escena comenzó en 1950, con «Marido y medio», escrita por Fernando Fernán Gómez, con quien había contraído matrimonio cinco años antes. Fruto de esta relación, que tuvo su fin en 1957, tuvo dos hijos, Helena y Fernando. Después llegarían obras de Arthur Miller («Todos eran mis hijos», «Los intereses creados», de Jacinto Benavente (1956); «Intermezzo (1965), de Jean Giraudoux, o la inolvidable «Mariana Pineda» de García Lorca (1967). Su último éxito escénico fue la adaptación de «Cándida», de George Bernard Shaw.
En sus últimos años mantuvo una presencia limitada. En su última entrevista con ABC, María Dolores Pradera reconocía sin tapujos que le hubiera gustado haber grabado con Sinatra, «pero en plan cadáver no, ¡quiero vida!», y la tuvo, hasta el final. Con la misma plenitud que en sus siete décadas de arte para España e Iberoamérica.