Anónimos o invisibles
Por Esteban Jaramillo O
Bogotá, 29 de junio_ RAM_ Derrota inesperada, puñal en el pecho, sin grandeza en la lucha, o aprender del error. Tantas lecturas, todas con el efecto devastador de un resultado. La proclama era, que nunca acabe… Y la fiesta terminó. Bueno no toda, porque perdura la de los pregoneros del infortunio. Los enemigos anónimos o invisibles.
Queiroz fue el Pékerman del torneo anterior. Sus soluciones no frenaron al rival, que , en ocasiones, lo paseo con toques, con arremetidas, devorando a su pasivo equipo. Es que empujar no es proponer. Por lo visto, solo confiaba en James, que en el primer tiempo se tragó la cancha, pero luego la cancha se lo tragó a él.
Zapata invisible y Tesillo, por él en el penal. Cuadrado y Medina mas útiles en el banco. Arias ausente, relevos tardíos, pases erráticos… y Falcao, Falcao. Escasas e improductivas transiciones, sin futbol de banda y el VAR, un aliado; Mina sobreactuado, aparatoso, influencia limitada de defensores al ataque, que ganaban centros y no cabeceaban a gol. Estructuras de juego sin sustancia e imposibilidad para salir de la complejidad del futbol planteado por el rival.
El problema grande fue la pelota. Poco, Colombia, la supo administrar. La selección peleó y no jugó, frente a la tosca energía de Pitana, el hombre silbato, que no se dejo amedrentar. Chile no ganó en los penales. Lo hizo jugando, con posesión, con la autoridad de un campeón, con bloques cortos, sólidos y técnica colectiva. Y tuvo a Vidal…
Colombia solo con David, con Barrios, y sin clasificación. Se habla ahora de crecer, de trabajar, de microciclos, de renovar… Pero no se habla de la mentalidad, de la actitud, que fue la que nos condenó.
Salto brusco del paseo de la fama, del desfile de elogios, al cuarto oscuro de la caída. Eso es fútbol, dicen.