lunes julio 22 de 2024

“Y me levanté con más fuerza”

28 junio, 2019 Generales

A Carmen Helena* no le interesa conocer a sus victimarios, lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado. Su caso hace parte de los 72 que llegaron a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en busca de justica, verdad y reparación.

San Juan Nepomuceno, Bolívar, 28 de junio_ RAM_ “Al ver que otras mujeres contaban su historia, decidí hablar y denunciar”, dice Carmen Helena*, una mujer resiliente que decidió cruzar la línea del silencio. En el 2000 fue desplazada de San José del Peñón, corregimiento ubicado en el municipio de San Juan Nepomuceno, Bolívar. Tenía 14 años, llevaba en su vientre a su hija mayor. Cuatros meses de embarazo no la salvaron de ser víctima del horror de la guerra.

“Un fin de semana me fui a visitar a mis padres a la finca. A las 3 de la mañana llegó un grupo armado diciendo que eran paramilitares; llegaron a la casa pateando las puertas, con el rostro tapado, entre 15 y 20 hombres armados, tomaron a las mujeres y nos metieron en una habitación y los hombres, en otra”.

El temor embargó a la familia compuesta por sus padres y tres hermanos, “me tomaron y me metieron en una habitación y dos de ellos abusaron sexualmente de mí. Después del hecho, nunca se habló en la casa de lo que había sucedido”.

Un año después del hecho, le tocó salir del país. No obstante, sus sueños no eran estar en otro lugar diferente y con otras costumbres. Decidió volver, con la esperanza de seguir adelante y olvidar lo que había sucedido.

Hasta ese momento, ni su esposo sabía, ni sus familiares hablaban del hecho. De forma selectiva decidieron sacar ese capítulo de sus vidas y no mirar atrás. Ella aún no sabe si las demás mujeres que la acompañaban en esa finca también fueron violentadas.

“No hablamos, no denunciamos por temor a ser rechazadas, por no remover esos recuerdos que nos causan tanto dolor. Cuando yo hablé, fue motivada por otras mujeres que pasaron por esto”.

Romper el silencio trajo sus consecuencias: “Tenía 21 años y 4 hijos. Entré en una depresión, lloraba todas las noches al lado de mi esposo y el no se daba cuenta, fue un momento muy duro para mí”, relató Carmen Helena, quien decidió ocultar su verdad por temor a ser rechazada, por la idea de un machismo infundado que no le permitía contar lo que había sucedido.

“El veía que ya la relación no era igual; intenté quitarme la vida dos veces y pedí ayuda profesional. Pasé la depresión y cogí fuerzas para contarle lo sucedido, gracias a Dios hasta hoy seguimos juntos”.

Transformando el dolor

“Me tenía que pasar a mí, para así conocer a todas las mujeres víctimas de violencia sexual y descubrir la capacidad que tengo para ayudarlas y luchar esta batalla con ellas”.

Carmen Helena es una de las más de las 28.000 víctimas de delitos sexuales en el conflicto. De acuerdo con las estadísticas manejadas por la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, en Bolívar son más de 1.900 mujeres que se atrevieron a contar los hechos, sin incluir las que aún mantienen oculta su historia.

Su constancia la ha llevado lejos: empezó a trabajar en Narrar para Vivir, fundación integrada por 840 mujeres víctimas del conflicto de los Montes de María, en los departamentos de Sucre y Bolívar. Motivada por salir adelante, terminó sus estudios de bachillerato, y su labor la llevó a ampliar horizontes y conocer, en espacios académicos, a mujeres de todo el país que alzaron su voz y luchan por la reivindicación de sus derechos.

Fue tanta su entrega y compromiso que, sin imaginarlo, fue la única colombiana en viajar a Noruega para contar su experiencia en a la defensa de los derechos de las mujeres víctimas de este flagelo.

“Fue una experiencia muy bonita. Conocí otras mujeres de otros países del mundo que vivieron esto. Me di cuenta de que a ellas les toca más duro, no cuentan con la ayuda del Estado ni de las oenegés. Llegué con muchas ganas de aprender y conocí a muchas personas del gobierno noruego”, era la primera vez que Carmen Helena salía de su país, montaba en avión y viajaba en tren.

“El aprendizaje, de esta oportunidad que me dio la vida, es que tenemos que seguir luchando. Nuestro trabajo ahora se enfoca hacia la priorización en la atención a las mujeres víctimas de violencia sexual. No queremos ser tratadas como una estadística y necesitamos ayuda para que nuestra reparación sea integral. Contamos con mucho apoyo de gobiernos internacionales y queremos que eso se vea reflejado en los territorios.

Actualmente, en la organización donde trabaja manejan 25 casos solo en el municipio de San juan Nepomuceno. Estas mujeres reciben asistencia y participan en los talleres de recuperación emocional para salir adelante y que su testimonio motive a otras a contar su verdad.

“Debemos alzar la voz; esto no es un mito o un invento como lo quiere hacer ver. Queremos que sepan que, en los territorios, nuestros cuerpos fueron el premio de los grupos insurgentes e incluso de la Fuerza Pública”.

Camino hacia la reparación

“El dinero no nos va a reparar el daño causado. Necesitamos que el Gobierno mire más allá y piense en nuestro futuro. Si queremos estudiar, si queremos trabajar dignamente para sacar adelante a los hijos, que cumplan nuestros sueños y nos permitan alcanzar nuestras metas”.

El tema psicosocial también es clave para su reparación. “Necesitamos un profesional permanente. Tenemos mujeres que han vivido continuas violaciones, incluso de sus parejas y no han podido superarlo. Y hay casos más delicados que han tenido hijos producto del hecho victimizante y no los aceptan”, cuenta Carmen Helena.

El lenguaje, en el proceso de reparación, también hace parte de su transformación. “Yo no me considero víctima sino sobreviviente, logré salir de ese conflicto viva y me levanté con más fuerza”.

A sus 33 años, Carmen Helena decidió estudiar Sicología, motivada por esas mujeres que necesitan ayuda para superar lo sucedido.

“Necesitamos más sicólogos que atiendan a la población víctima. Ya estoy en segundo semestre y reitero mi apoyo incondicional”.

La vivienda digna, atención en salud y la educación para sus hijos también hacen parte de las peticiones. “Nos dicen que pedimos mucho por ser víctimas, pero esto es lo mínimo que solicitamos para salir adelante. La ayuda no la queremos de por vida”.

Ejemplo de esto es el trabajo realizado en los territorios por la Organización Narrar para Vivir, en la que lleva vinculada ocho años.

“Gracias a la gestión de nuestras líderes en los 15 municipios, contamos con proyectos productivos para las mujeres y sus familias. La modistería también hace parte de este proceso. Ellas trabajan de la mano con sus esposos para mejorar su calidad de vida; todas las ganancias son para ellas, y estamos capacitándolas constantemente. También trabajamos en el tema de la alfabetización para que ellas terminen sus estudios”.

Que decir a la sociedad

“La mujer violentada o maltratada es como la historia del Elefante Encadenado”, dice Carmen Helena. “No intenta poner a prueba su fuerza y la vence la costumbre. Decirles a ellas que son seres poderosos que tienen la capacidad de salir de los problemas y ayudar a otros. Busquen la fuente de ese poder, yo puedo decir que mis hijos son la mía.

“¡Y dejemos el machismo! El hombre no es dueño del cuerpo de una mujer ni de sus sueños ni de sus pensamientos ni de sus ideas ni de sus luchas. Fomentemos el diálogo, el amor, la confianza y el respeto”, manifestó esta mujer que aprendió a transformarse y a transformar muchas vidas.

*Nombre cambiando por petición de la entrevistada-Unidad de Víctimas

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