El doctor Clímaco Urrutia, ha muerto
Por Augusto León Restrepo
Elsita Dueñas de Gutiérrez me puso al correo que «nuestro buen amigo Jaime se fue en silencio». Se refería a Jaime Santos, al mismísimo Doctor Clímaco Urrutia, quien tanto hizo por la escena colombiana -fue fundador del Teatro Popular de Bogotá, director graduado en Praga y consumado actor- y quien falleció este 1 de agosto. ¡Ah carachas!..fue la exclamación que lancé, a pesar de yo no ser «rolo», como lo fue hasta las entretelas Santos. ¡Como es que hizo silencio definitivo alguien para quien la palabra fue su instrumento, su deleite, su arma seductora!. Escuchar las intervenciones del Dr. Clímaco Urrutia en su vida pública y privada fue un deleite para los colombianos y un banquete de inteligencia, brillantez, erudición, para quienes tuvimos la oportunidad de degustar sus interminables monólogos, en largas noches bautizadas con pródigos lamparazos de Ron Viejo de Caldas.
Yo quiero recordar a Jaime, de manera excepcional, por su humor. Que es fruto de una iluminada inteligencia, cuando lo es limpio, sutil, agudo como un estilete, irónico e hiriente pero que no deja cicatrices imborrables o heridas que no tengan cura. El humor burdo, de cuentachistes de quinta, no tuvo cabida en el amplio repertorio de Jaime. Sus exposiciones antropológicas, sociológicas, periodísticas, etnomusicológicas, sexológicas, históricas, son ejemplo de lo que el mismo denominaba humor gris, chaplinesco, nostálgico y amargo, casi todas sin guión, improvisadas, locas y anárquicas, que matizaba con sus sonrisas entre dientes, sarcásticas y burlonas, ocasionadas por sus propias ocurrencias. Decía que iba a recordarlas y escribirlas, pero pasaron los años y se quedaron en veremos. Como algunas obras de su autoría, ensayos, a los que ya les tenía título: «El prevaricato muisca», «El complejo de Edipo en la cultura pijao», «La traquetización de la cumbia», «Las cuevas de Bochica», «La chusma en Chipaque» y «Los guaches de Pacho». Y la reimpresión de su novela «Los muérganos», que según el Doctor Clímaco Urrutia, había ganado en 1978 el Premio Almanaque Brístol.
Jaime nos representó como Cónsul en Toronto, Canadá, y en Panamá. En su libro, Don Cónsul en su Laberinto, editado por el diario El Tiempo, -Jaime, quien era periodista de la Javeriana fue muy de esa casa- nos ofrece una picaresca narración sobre las vicisitudes de un funcionario honesto de nuestro servicio exterior que terminó en la cárcel y de su aspiración frustrada de llegar al Solio de Bolívar, cuando fue candidato por su movimiento Coprorrenal y miles de colombianos votamos por el y no por Turbay Ayala y nos derrotaron. Contó Urrutia que cuando fue mayorcito se declaró hincha furibundo del Independiente Santa Fe, del Niño Jesús del Barrio 20 de Julio y de Agustín Lara. Y que como candidato presidencial fue con su mujer al templo a pedirle al Niño su patrocinio clientelista, habiendo fracasado en su intento. En el novenario «yo le pedía que si era su santa voluntad que ganara las elecciones, me diera la paciencia suficiente para soportar a los lagartos políticos y al embajador gringo, y la suspicacia para detectar los aportes de dudosa ortografía. Y le repetía: «Si mi suerte contribuye para que se agarren los partidos y se desbarate su unión, yo bajaré tranquilo a Anapoima». Julieta, mi mujer, fue más objetiva: » Niño Jesús, no permitas que tengamos otro despistado en la presidencia. Este país no aguanta otros cuatro años de mamadera de gallo». Y vea usted, el Niño le hizo el milagro. ¡Gloria a Dios». Este es apenas un atisbo de sus cantaletas y críticas contra nuestra clase política. Que lo condujo al exilio doloroso, después de que trabajó en el Despacho del Defensor del Pueblo, como acérrimo abanderado de los Derechos Humanos. Pero este es otro cuento.
De resaltar también, su vasto conocimiento en música clásica y su versación sobre el Bolero. Con el actor y músico vallecaucano Luis Enrique Roldán, el Abogado Santamaría de Betty la Fea, montó una magistral conferencia sobre el origen y la historia de ese género de la canción sentimental, en la que Urrutia algunas veces se sentaba al piano e imitaba a la perfección al Maestro Agustín Lara, veladas maravillosas de recordación grata, que repetían en las fiestas privadas con sus amigas y amigos en amaneceres gloriosos de espirituosas bohemias.
Hoy despedimos a las once de la mañana a Jaime Santos en oficio religioso a celebrado en la Capilla del Gimnasio Moderno de Bogotá, donde se estuvieron presentes los Pombos y los Urrutias, los Santos y los Puyana, los Vargas y los Lleras, los Casas y los Villalobos, ala, que hicieron gala de su cachaquería y elegancia, común en las velaciones y sepelios de los representantes de su purísima prosapia. Y algunos provincianos nos colaremos, para lamentar que se hayan interrumpido sus monólogos que con toda seguridad retomará Santos en el otro lado para deleite de las estiradas y ensabanadas ánimas benditas. Buen viaje a la eternidad Doctor Clímaco Urrutia, o mejor, querido Jaime Santos. Que la Paz sea contigo. ¿Cuando almorzamos?. Ojalá que no sea muy pronto.