El Ojo del Halkón Autoridad y prudencia
Por: Rubén Darío Mejía Sánchez
BOGOTA, 01 de septiembre de 2019 RAM_ Entre las cosas que he tenido en la vida es no ser pesimista y quizá eso es lo que me ha mantenido firme y me ha servido para llegar hasta donde he llegado y estar pasando en el séptimo piso de mi vida; pero eso no quiere decir que no vea las cosas como son y de verdad que si tuve que vivir cosas difíciles por la violencia desde que era niño, me da mucha tristeza que a estas horas de la vida sigan tan mal o quizá peor.
Cuando me pongo a reflexionar sobre las cosas que se viven actualmente, me doy cuenta que los odios y el egoísmo son los que no han dejado que el mundo progrese y alguien muy sabio me decía en una oportunidad que la verdadera paz no existe sino la que hay dentro de cada uno y estoy de acuerdo porque en nuestro país el odio, la envidia y la ambición han sido los que han marcado la pauta.
La ambición de poder, social, económica y personal hace que se comentan tantos errores volviéndonos egoístas y sin pensar en los demás.
Me preguntarán ustedes para donde voy y les responde sin esperar que estén de acuerdo conmigo, si o no; cuando empezaron los diálogos de paz con las FARC y los fallidos intentos con el ELN, escribí en una de mis columnas, que esperaba antes de morir, poder escribir la última columna y la noticia, que este país al que amo tanto había alcanzado la paz; pero por lo que veo esto va a ser imposible y me dan la razón los últimos acontecimientos.
Eso de que digamos que la paz tiene enemigos no es raro y es verdad, tiene enemigos en la sociedad y en el mundo político, lo mismo que en el mundo económico, porque cada quien defiende sus intereses.
Después de mas de cincuenta años de periodismo me doy cuenta que el amarillismo periodístico es cada día mas fuerte y que no hay libertad de prensa, por el mismo comportamiento de los periodistas, que en muchas oportunidades no son capaces de portarse con libertad e independencia; sino que están como cuidadores de los intereses políticos o económicos de quienes creen que pueden ser los que los mantengan firmes y actuales. Lo digo con tristeza, porque he repetido lo de ese gran pensador que dijo que el periodismo debía de trabajar y defender los derechos de los gobernados y no de los gobernantes.
Condeno los anuncios de los disidentes de las FARC y no estoy de acuerdo con las excusas presentadas, porque considero que no hay nada mas importante que la palabra y cuando uno es un ser de ideales, no piensa en si mismo sino en el bien de los demás.
Que hayan caído en cuenta que por lo general después de dejar las armas se corre el peligro de perder la vida, me parece una excusa tonta, porque todo lo que tiene valores, tiene sus peligros y si no se arriesga no se llega a ninguna parte y quienes se apartaron del proceso de paz fue porque nunca estuvieron en él y estuvo muy mal lo que hizo Santrich, con lo que demuestra que su arrepentimiento no era verdadero y que seguía por los mismos caminos, demostrando que para él era mas importante la ilegalidad que la legalidad, lo mismo que con El Paisa, asunto que no nos debe de asombrar y no darle tanto bombo, porque eran cosas de esperarse; de algo si quedé frio y es con la posición de Iván Márquez, un hombre de grandes ideas y que convencía cuando era vocero en los diálogos con el Gobierno Santos.
Este es un momento supremamente delicado e importante para la vida del país y principalmente para el Gobierno Duque y los políticos del momento, porque hay que tener prudencia en lo que se hace, hablar menos y actuar mas y recuerden que siempre he pensado que si a Duque lo dejan gobernar, puede llegar a ser un buen presidente; pues de lo contrario la historia sabrá decir lo que a él corresponde.
Estoy de acuerdo que la justicia debe castigar a los que siguen delinquiendo; pero primero la justicia debe de trabajar para ser creíble; porque está sucediendo algo muy grave, el ciudadano de a pie no cree ni en el Gobierno ni en las instituciones, por lo que hay que trabajar para lograr nuevamente esa confianza y el apoyo de todos.
Digan lo que digan, pero hay miedo en diferentes sectores de la sociedad colombiana, los campesinos se sienten mas desplazados que nunca y temerosos, porque recordemos que en ese largo conflicto que hemos tenido que padecer, han sido los campesinos y sus hijos, que son los soldados de la patria los que han tenido que poner la cara y sufrir las consecuencias.
Mostrar esa fuerza guerrerista creo que no es buena, hay que perseguir a los delincuentes, pero a veces tomamos las cosas como personales y estemos seguros de algo, que eso nunca dará buenos resultados.
La sociedad sin distingos de razas y clases y de creencias religiosas debe de rodear al Gobierno y a las instituciones que lo hagan bien para evitar que vuelva el derrame de sangre que ha sido lo que ha marcado a este país por mas de cincuenta años y que pena decir que en vez de tener un avance comenzamos a tener un retroceso.
El presidente Duque debe de ser firme y hacer respetar los acuerdos de paz, porque no es cierto que lo que se haya firmado se hizo solo con un gobierno, se hizo con un país y es mejor ver que los alzados en armas que han dejado las armas estén trabajando y produciendo y no que estén matando a los campesinos y a los inocentes de este país. El Jefe del Estado debe de hacer oídos sordos a quienes le den consejos no muy sabios y que se guíen nada mas por las emociones, para que no suceda en el país lo de siempre, divide y reinarás, porque eso no es bueno para el futuro que le estamos dejando a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Lo del proceso de paz es muy importante y es muy importante pensar en como erradicar la droga que se está apoderando de gran parte del pueblo colombiano, principalmente de los jóvenes y de los niños y que quienes hagan las leyes sepan que es lo que hacen, y que los padres de la patria no pierdan su tiempo en sacar leyes sin ninguna importancia.
A esta altura del paseo la responsabilidad es de todos nosotros los colombianos, que debemos de condenar y ayudar a erradicar el crimen, porque ya no se podría volver a los campos y a las carreteras como antes, las gentes de bien ya tienen miedo y no saben que va a suceder. La carrera armamentista no ha sido nunca la mejor salida, sino dar solución al trabajo, derrotando el desempleo, solucionando los problemas de salud, que las personas enfermas cuentan con sus citas médicas y los medicamentos que necesitan y no escuchen a diario la frase “no hay agenda” y “ese medicamento no está en este momento”.
Creemos que la violencia se derrota con trabajo, con educación, con una buena enseñanza desde la familia, de las instituciones sociales, religiosas y civiles y además dando oportunidades de diálogo y enseñándole a nuestros hijos mas a ser tolerantes que ha sembrar el odio.
Es bueno que la justicia sea dura con los verdaderos delincuentes, porque si podemos ver en las cárceles, hay una gran población; pero mas de uno es inocente, a otros no se les ha solucionado el problema judicial y los verdaderos delincuentes de cuello blanco se pavonean en los clubes, en los centros sociales y en las vías públicas de las ciudades, mientras que la gente pobre debe de cuidarse de ser atracada y que se le quiten sus pocas pertenencias.
Tuve la oportunidad de estar fuera de Bogotá y la gente buena no quiere condenar a nadie, confía en el Gobierno Duque y en la sensatez de los políticos, porque a pesar de todo lo malo que ha hecho un sector de la política en Colombia, la gente sigue teniendo esperanzas y para ello darán su voto en los próximos comicios regionales a lo que deben de responder positivamente quienes resulten elegidos para el bien del pueblo y no de ellos mismos.
Hay que castigar duro a los que dejaron el camino de la paz, sin interesar quién los apoya y quien no, para que este país retome el rumbo que se merece, que como decía un extranjero con quien tuve la oportunidad de hablar, “la gente colombiana es gente buena y trabajadora y ustedes cuentan con uno de los países mas hermosos del mundo”. No dejemos que los malos vengan de donde vengan, nos acorralen, porque soy de los que creo que somos más los buenos que los malos.