lunes noviembre 18 de 2024

“Muchas de las 46.000 empresas de Caldas empiezan a estimar la declaración de insolvencia y a proyectar su cierre»: Darío Arenas

Darío Arenas, presidente de la Junta directiva de Acopi, seccional Caldas

Diario digital EJE 21

Bogotá, 28 de abril_ RAM_ Un lúgubre panorama de incertidumbre a la pequeña y mediana empresa si el gobierno nacional no acude oportunamente a su salvación, trazó hoy el presidente de la Junta directiva de Acopi, seccional Caldas, Darío Arenas.

Arenas, un sociólogo que aspiró a la alcaldía de Manizales en las últimas elecciones, al ponderar la crisis que padecen estos sectores, dijo que «a pesar de no tener ingresos, los empresarios han tenido que continuar atendiendo sus obligaciones: nóminas, servicios públicos, arriendos, impuestos, pago a proveedores, créditos antiguos».

«En este panorama, más del 70% de micro, pequeñas y medianas empresas de Caldas están paradas».

«Esto ha llevado a que se reduzcan los puestos de trabajo y a que paulatinamente muchas de estas empresas, que en el departamento son más de 46.000, empiecen a estimar la declaración de insolvencia y a proyectar su cierre», agregó.

Consideró que en un empujón inicial, el gobierno nacional debe subsidiar las nóminas de las empresas más vulnerables, esto es que se le pague un Salario Mínimo a 7.8 millones de personas vinculadas a empleos en este sector, lo cual tendrá un costo de casi 7 billones de pesos mensuales, un poco más del 0.7% del PIB de Colombia.

«En este panorama, más del 70% de micro, pequeñas y medianas empresas de Caldas están paradas».

EJE 21 entrevistó al dirigente gremial:

¿Cómo ve la situación de los pequeños y medianos empresarios de Caldas a raíz del aislamiento decretado por el gobierno para contener el covid-19?

Estamos en medio de la peor desaceleración económica desde la Gran Depresión de 1929, la OIT estima que 1.300 millones de personas pueden perder sus empleos y en Manizales el Observatorio del Mercado del Trabajo proyecta que el desempleo puede pasar del 13% al 33%, es decir, pasar de 28.000 a 70.000 desocupados en la ciudad.

En este panorama, más del 70% de micro, pequeñas y medianas empresas de Caldas están paradas, sin producir y sin poder vender sus productos y servicios, lo cual significa cero ingresos y todas las obligaciones.

¿Tiene un estimativo de las pérdidas que ha dejado a estos sectores en Caldas el prolongado receso?

Datos exactos no tenemos, sin embargo, son muchas las pérdidas y serán más si no se actúa a tiempo. Hay sectores en alto riesgo. Servicios, comercio, restaurantes, bares y discotecas, son sectores que no abrirán pronto al 100% y en algunos casos serán los últimos en reabrirse.

La estructura productiva y del empleo en Caldas, como en el resto del país, se basa en estas áreas, más la construcción y el rebusque. Así que el golpe está siendo duro y lo será más si el gobierno nacional no asume la obligación de garantizar medidas efectivas para que este sector no desaparezca.

«Estamos de acuerdo con las medidas sanitarias de protección, pero sin ayudas del gobierno nacional, no habrá bolsillo que aguante»

¿Cierre de empresas o situación de quiebra de afiliados a Acopi con motivo de la pandemia?

Ya hay signos de asfixia en el sector. A pesar de no tener ingresos, los empresarios han tenido que que continuar atendiendo sus obligaciones: nóminas, servicios públicos, arriendos, impuestos, pago a proveedores, créditos antiguos.

«Estamos de acuerdo con las medidas sanitarias de protección, pero sin ayudas del gobierno nacional, no habrá bolsillo que aguante»

Esto ha llevado a que se reduzcan los puestos de trabajo y a que paulatinamente muchas de estas empresas, que en el departamento son más de 46.000, empiecen a estimar la declaración de insolvencia y a proyectar su cierre. Esto se agrava porque los créditos no llegan al sector: a muy pocos empresarios pequeños los bancos les han prestado plata, ya que los recursos se han ido para las grandes empresas, pero, además, así fluyeran préstamos, estos no son suficientes para atender las necesidades de un sector que lleva cerrado más de un mes y tiene muy baja capacidad de ahorro. Muchos empresarios nos han dicho que bajo estas condiciones, tomar un crédito es aplazar la quiebra unas semanas, pero no son mecanismos para solucionar el problema real: la falta de ingresos para sostenerse.

Estamos de acuerdo con las medidas sanitarias de protección, pero sin ayudas del gobierno nacional, no habrá bolsillo que aguante y las empresas empezarán a cerrar una tras otra, con lo que esto implica para las economías locales, el recaudo de impuestos, el empleo e, incluso, la seguridad.

¿Hay lentitud de los gobiernos de Caldas y Manizales para tomar medidas que reactiven la economía departamental y municipal?

A ellos no les corresponde garantizar la continuidad de las empresas o los puestos de trabajo. Es el gobierno nacional el obligado a garantizar que, si continúan las medidas de restricción -y deberían continuar porque apenas estamos llegando al periodo más sensible en el país- las empresas y los trabajadores tengan alivios y respaldos.

En Caldas y Manizales hubo una anticipación de esta situación y esos días de más en que hemos tenido aislamiento físico han significado que tengamos una baja tasa de contagios y muertes. En lo que respecta a las dos administraciones ha habido colaboración y dentro de sus márgenes de acción, lo han hecho de manera correcta. Son entidades con capacidades fiscales infinitamente inferiores al gobierno nacional, por lo que pedirles que sean ellas las encargadas de reactivar la economía, no es acertado.

¿Qué estrategias específicas recomienda Acopi para superar esta situación tan difícil?

Bajo las actuales condiciones, podemos pasar de una emergencia sanitaria a una crisis económica y laboral, que profundizará la situación de desempleo, pobreza y desigualdad del país. Desde ACOPI hemos presentado un Plan de Retención de Empleos MyPiMe, consistente en que el gobierno nacional subsidie las nóminas de las empresas más vulnerables. Esto implica que se le pague un Salario Minimo a 7.8 millones de personas vinculadas a empleos en este sector, lo cual tendrá un costo de casi 7 billones de pesos mensuales, un poco más del 0.7% del PIB de Colombia.

Esta inversión social es necesaria para que después de la pandemia, en la etapa de reactivación económica, tengamos empresas y trabajos que salvar, de lo contrario, se cerrarán miles de empresas (en Colombia son 1.600.000 MyPiMes) y millones de empleos se extinguirán. Si vemos el panorama de la región, por ejemplo, en Perú el gobierno está invirtiendo más del 12% del PIB en la atención del Coronavirus.

Este subsidio es lo que requiere el sector que más empleo genera en el país. Cerca del 80% de puestos de trabajo provienen de las MyPiMes, razón por la cual, para salvaguardar el tejido empresarial y laboral, se hace necesaria esta inversión social por parte del gobierno nacional, tal y como se ha hecho en Argentina, Perú, Alemania, Reino Unido, Nueva Zelanda, Venezuela, Australia y una cantidad importante de países del mundo.

Según las informaciones que posee, ¿cuánto tiempo puede demorar Caldas y particularmente Manizales para recobrar el ritmo normal en sus diferentes actividades?

La vida en general tardará todavia mucho en volver a las dinámicas pre-pandemia. A partir del lunes 27 de abril se reabrieron otros 9 sectores productivos bajo protocolos de bioseguridad. Estamos informando e instruyendo al sector para hacerlo bajo estrictas pautas de seguridad y cuidado, pero la reapertura total es incierta, y, además, muchas empresas, pudiendólo hacer, no reabrirán porque sus productos no tienen demanda, es decir, no hay quién les compre debido a la contracción en la que nos encontramos. Otras tampoco lo harán debido al costo de las inversiones, el momento es de una vulnerabilidad extrema.

No hay vacuna para el virus, experimentos de reapertura han tenido que reversarse en otros países por rebrotes, y en Colombia, las voces científicas y académicas señalan que aun no hemos enfrentado el “ojo del huracán”, es decir, que aun no estamos en el momento más sensible. Así las cosas, díficilmente volveremos pronto al ritmo anterior pero, además, conviene que revisemos como sociedad qué implicaciones ambientales, sociales, de salud física y mental, tiene ese ritmo. Si no aprovechamos esta gran pausa para reflexionar alrededor de eso, pocos aprendizajes nos quedarán del Coronavirus.

¿Considera que la presencia del Covid-19 es un golpe a la globalización?

El Coronavirus demuestra la fragilidad ambiental de la cultura, como denominaba Augusto Ángel Maya a la crisis ecológica de la contemporaneidad. Hemos construido un mundo en ruptura con la naturaleza: creemos que el planeta no tiene límites, nos creemos seres sobrenaturales, como asegura Brigitte Baptiste, y consideramos que el ambiente es un medio para satisfacer exclusivamente nuestras necesidades. El origen natural del Coronavirus y su relación con la ingesta de animales silvestres, es prueba de ello.

La globalización, tal y como ha sido establecida, no ha servido para adelantar estrategias conjuntas en esta crisis. La Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, un órgano creado por la OMS y el Banco Mundial, ya alertaba en septiembre de 2019 que un patógeno respiratorios podría poner en riesgo al mundo, sin que pasara nada con esas advertencias.

Tenemos que repensar y plantear alternativas sobre el mundo que queremos construir después de la pandemia, sobre los valores que queremos impulsar, porque queda claro que el individualismo, el consumismo y la segregación, que han llevado a que tengamos sistemas de salud endebles y privatizados, sociedades poco solidarias y niveles de desigualdad infames, no pueden seguir siendo los ejes de la vida en comunidad.

En medio de esto, habrá quiénes quieran aprovechar la crisis para tener más privilegios y ahondar en la negación de derechos de especies y territorios que se consideran “sacrificables”, y habrá quienes intentaremos movilizar voluntades para hacer que este sea un planeta mucho más sustentable, solidario y justo.

Hay que mundializar la colaboración, la justicia y la garantía de derechos, y desglobalizar la avaricia, la desigualdad, la depredación ambiental y el dominio de unos países sobre otros.

¿En las actuales circunstancias del país, es recomendable pensar en una reforma tributaria?

El sistema tributario de Colombia es altamente desigual. Contrario a lo que sucede en algunos países desarrollados, la distribución después del pago de impuestos en Colombia, contrario a disminuir la inequidad, la incrementa.

En el año 2016, ACOPI solicitó que en la Reforma Tributaria se diferenciara el pago de Impuesto de Renta según el tamaño y la capacidad de las empresas, como sucede en Europa, Estados Unidos y otros países. La propuesta fue que las microempresas tuvieran una tarifa del 24%, las pequeñas del 26% y las medianas del 30%. La propuesta no pasó y hoy sigue sucediendo en el país una injusticia que viola los preceptos constitucionales respecto a la necesidad de fijar impuestos de manera progresiva: los empresarios más pequeños y con menor músculo económico pagan la misma tarifa de Impuesto de Renta que los grandes bancos, las mineras, las petroleras y las grandes empresas.

Solo en este aspecto valdría la pena jalonar una Reforma Tributaria, sin embargo, bajo las realidades políticas actuales nada garantiza que esa discusión no traiga un peor panorama para el país. La necesidad está ahí, pero la voluntad política y las mayorías necesarias para impulsar la Reforma Tributaria que necesita Colombia, parecen no existir aun.

Finalmente, sabiendo de su interés y participación en procesos sociales y políticos, ¿cómo ve el panorama en la región y en el país?

Pareciera que el camino para lograr cambios de importancia está abonado y esperaría que esta gran pausa que ha significado el Coronavirus, que ha dejado tantas cosas en evidencia, nos haga avanzar en esa vía.

Es muy esperanzador ver que las nuevas generaciones se han vinculado e involucrado cada vez más en procesos sociales, culturales, políticos y electorales. Son, o más bien somos, porque clasifico dentro de los Millenials, personas que no tragamos entero, que cuestionamos, que no nos quedamos con una sola versión y que, además, proponemos y trabajamos en alternativas a todo nivel: en el barrio, en la ciudad, en el trabajo, en sectores específicos, en el mundo digital. Esta es, quizás, la generación más conectada con el resto del mundo en la historia del país, la más formada, la más interesada en realizar cambios y transformaciones, pero al mismo tiempo, la que menos certezas ha tenido y a la que más duro ha golpeado la precariedad.

El empuje de esta y otras generaciones le ha dado más fuerza a reclamos históricos y a causas y movimientos que nos preceden: el cuidado del medio ambiente, la construcción de economías más justas y sustentables, la equidad de géneros, el impulso a la educación pública, la superación del conflicto y la violencia, el fortalecimiento del arte y la cultura, el empleo digno, la potenciación del tejido empresarial nacional y regional.

En Colombia tenemos que llegar a un nuevo Contrato Social y Ambiental, a grandes consensos ciudadanos sobre lo qué es importante para el país y para la vida en comunidad. No vamos por buen camino, la continuidad que el Presidente Duque le ha dado a políticas cáducas y poco provechosas para el país, hace que esos cambios sean hoy más necesarios.

Tengo esperanza en que podremos construir, más temprano que tarde, un país en el que se garanticen y amplíen los derechos, en el que cerremos brechas de forma acelerada y en el que se edifique una ciudadanía crítica, solidaria, colaborativa y en movilización permanente por el bienestar colectivo.

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