Película Luz, un western de terror bucólico a la colombiana cierra el IndieBo
Por: Santiago Serna Duque
Agencia Anadolu
Bogotá, 24 de julio_ RAM_ La actriz italiana Claudia Cardinale, vestida de negro y con el pecho húmedo, camina con dos garrafones de agua. Varios hombres andrajosos se le acercan. Sonríe. Los trabajadores la rodean. De pronto, los ángeles del compositor Ennio Morricone cantan, y Claudia, agitada por el calor del lejano oeste estadounidense filmado en Italia, atiende a los hombres sedientos.
A uno por uno les sirve un vaso de agua, al tiempo que la cámara se aleja y en la pantalla aparece, girando sobre su eje, el título de la película: Once Upon a Time in the West, o Érase una vez en el oeste, escrita y dirigida por Sergio Leone, basada en una historia de los cineastas Bernardo Bertolucci y Dario Argento, según los créditos del filme estrenado en 1968.
A principios de los años setenta el spaghetti western empezó su declive. Los grandes directores de este género dejaron de rodar largometrajes de vaqueros en la Cinecittà de Roma -surgida con dinero del régimen fascista de Benito Mussolini- para migrar hacia otras producciones.
Leone, por ejemplo, terminó su trilogía de América con la gangster Once Upon a Time in America, mientras que realizadores en ciernes como Dario Argento eligieron el giallo.
Amarillo en italiano es giallo, y giallo en Italia, es cine de terror. Terror colorido, terror mórbido, terror alejado del gris hollywoodense, terror del que Argento, con trabajos como Suspiria, El pájaro de las plumas de cristal o El gato de las nueve colas, es su máxima figura.
Con reminiscencias del subgénero giallo y el spaghetti western, el director manizaleño Juan Diego Escobar grabó en las montañas del páramo caldense su ópera prima titulada: Luz, cinta que cerrará este domingo 26 de julio el Festival de Cine Independiente de Bogotá (IndieBo).
Luz narra la historia de una comunidad aislada en lo alto de la cordillera. Allí, El Señor, un predicador viudo que vive con sus tres hijas, anuncia la llegada del Mesías, un nuevo salvador que perturba la cotidianidad del pueblo.
“Considero que el hombre en su haber más primitivo corrompe todo lo que toca -dice Escobar-, tanto a la feminidad como a la naturaleza, que para mí son lo mismo”. En ese sentido, Luz indaga tanto en las costumbres de las tres mujeres educadas bajo estrictos prejuicios masculinos, como en los orígenes del director.
La pequeña aldea en Luz es una suerte de Manizales -ciudad ubicada en el oeste de Colombia- con todos sus males atávicos, en la que, conforme avanza la película, el Mesías altera el estado de las cosas y permite cuestionar lo que antes era incuestionable. “Crecer en una sociedad conservadora nunca es fácil -dice Escobar-, mucho menos para un artista, mucho menos para uno que se dedica a algo tan inexplorado como el cine de género y fantástico”.
En Luz, la emancipación de los dogmas religiosos, de las taras sociales, junto al redescubrimiento de la libertad de las tres hijas (Laila, Uma y Zion), coinciden en una atmósfera intervenida por los colores. “Los tonos saturados, magentas, violetas y los verdes profundos acompañados de un grano fílmico deteriorado salidos de una película de technicolor, le dan un tono de cine de fantasía y melodrama a la película, muy hacia El Mago de Oz o La Novicia Rebelde”, dice Escobar a la Agencia Anadolu.
“El estudio encargado (de hacer la corrección de color) fue WeMakeColor. Una vez entendieron mi propuesta, boom, hicieron magia. La naturaleza es lo más bello que tenemos, siempre me es necesario exaltarla y a través del color y de la amplitud de los planos podíamos hacerlo o, al menos, intentarlo. A medida que la película avanza la oscuridad va siendo mayor y comienza un juego con los claroscuros en los rostros de los personajes, mostrando, pero también, ocultando”.
Características que le sirvieron a Luz para ser seleccionada en el Festival de Sitges (España). El festival de cine fantástico más importantes del mundo y donde se han presentado títulos como Old Boy (Park Chan-wook), Hard Candy (David Slade), Henry: retrato de un asesino (John McNaughton) o Climax (Gaspar Noé), por nombrar algunos.
“Es muy pero muy difícil llegar y mucho más ser seleccionado para estar en la competencia oficial -dice Escobar-. Para nosotros fue un gran honor y un sueño cumplido haber estado en competencia. Después de Sitges se me abrieron 1.001 puertas”.
La película también ha pasado por festivales como el Glasgow Film Festival de Escocia, Night Visions de Finlandia, Fantaspoa de Brasil y Mórbido en México, donde ganó el Premio a Mejor película Latinoamericana.
Al éxito del filme en el circuito internacional lo antecede un enorme esfuerzo. Las 1.001 puertas no siempre estuvieron abiertas. Luz, a diferencia de muchas producciones nacionales, no tuvo respaldo estatal.
“Hacer una película de manera independiente es complicado, nosotros no teníamos recursos ni fondos del Estado, por lo que el dinero era mucho menor -dice Escobar-. Por eso me tardé tanto en realizarla, porque si bien tenía un dinero, necesitaba más. Debía estar lo suficientemente maduro y seguro de lo que quería contar y cómo hacerlo. Solo tendría esta oportunidad. Además, necesitaba que mi voz como artista se afianzara, necesitaba terminar mi posgrado en dirección de cine y, una vez los astros se alinearon, comenzamos la preproducción real, haciendo scouting, castings y demás”.
Fueron cinco años de preproducción y dos semanas de rodaje en la comunidad de Papayal en el municipio de Villamaría (Caldas). Enclavados en la montaña, la tierra los puso a prueba.
Daniel Ocampo, primer asistente de cámara en Luz, recuerda que fue un reto “mantener impecables” los equipos, principalmente los seis lentes de las cámaras que, en un solo día, se podían cambiar hasta 500 veces.
“Por fortuna venía de rodar otro largometraje en Bogotá incluso más denso y ya sabía a qué nos enfrentábamos -dice Ocampo-. El frío, el agua, el pantano, el polvo, el fuego, las distancias, el acceso a la energía eléctrica, poder ver las infinitas piezas del equipo fílmico en la penumbra, siempre fueron tareas titánicas (…) pero entendíamos que no teníamos tiempo, ni un minuto que perder. Es muy teso rodar una película como Luz en tan pocos días y con un ‘crew’ tan reducido. Pero definitivamente las ganas, el amor, la convicción y el colegaje, hicieron de este rodaje un evento casi perfecto”.
“Una vez llegamos al lugar de rodaje le pedí a la tierra que nos ayudara -añade Escobar-, le dije que era una película por y para ella y, milagro o permiso, el clima fue fantástico”.
Quizás es por eso que el paisaje (la naturaleza) en Luz no se entiende como un accesorio, ni siquiera como un actor de reparto, sino como un protagonista. La geografía determina el carácter del cine de Escobar.
Un carácter, si se quiere, que va contracorriente y se desmarca de las narrativas sociales. Esto, por defecto, no lo hace ni mejor ni peor. Solo habla una nueva voz que se abre trocha en el cine colombiano.