El primer hotel cápsula de Colombia abre sus puertas en Bogotá
La Agencia Anadolu entrevistó a Álvaro Ovalle, creador del primer hotel cápsula en Colombia, una opción de alojamiento que tiene orígenes ancestrales en las cabañas de té y que fue desarrollada por reconocidos académicos de la arquitectura japonesa.
Por: José Ricardo Báez G.
Fotos Juancho Torres – Agencia Anadolu
Agencia ANADOLU
Bogotá, 06 de septiembre_ RAM_ Los hoteles cápsula, también llamados hoteles pod, son un servicio de hospedaje para dormir en pequeñas cápsulas en donde apenas cabe una cama. La idea surgió en japón en 1979, como una manera innovadora para ahorrar espacio y obtener alojamiento a un menor precio.
Desde entonces este tipo de hoteles se ha extendido alrededor del mundo y ha aparecido en Estados Unidos, Reino Unido, Croacia, Malasia, Singapur, Corea del Sur, Bélgica y China, entre otros. Están también en aeropuertos como el de Gatwick, en Londres, el Sheremetyevo de Moscú y el Aeropuerto Internacional de Dubái. Por su parte, Arabia Saudita los emplea para los peregrinos durante la temporada del Hajj.
Este año llegó el primer hotel cápsula a Colombia, llamado Caps Future Rooms, y tiene por el momento tres franquicias vendidas, una en Medellín y dos en Bogotá. Una de ellas está ubicada a calle y media del Hospital Kennedy, un lugar estratégico por donde pasan familiares de personas internadas y trabajadores de la salud del centro médico que pueden hacer uso de las pequeñas habitaciones por un precio cómodo, asegura Álvaro Ovalle, mercadólogo y publicista de la Universidad Politécnico Grancolombiano y fundador del lugar.
Estos hoteles son esenciales para los turistas que buscan viajes económicos. La misma necesidad por la que surgieron los hostales para mochileros. La idea de hacer uno en Colombia surgió hace un año, en 2019, cuando Álvaro viajó a Europa con unos amigos y en República Checa no pudieron encontrar un lugar barato para pernoctar.
“El hotel más económico costaba EUR 225 la noche y los hostales estaban llenos o nos parecían demasiado básicos, y me pregunté: ‘¿Por qué no hay algo bueno, bonito, barato y cómodo donde a uno lo atiendan bien?’”.
El espacio personal de un ocupante dentro de su cápsula suele ser de unos 200 cm de largo, 100 cm de ancho y 125 cm de alto. La idea es acomodar en el hotel a tantos clientes como sea posible. Las unidades o habitaciones se disponen en filas apiladas verticalmente en varios pisos, similar a como se acomodan los camarotes en los hostales. “El hotel cápsula optimiza el espacio en un 90% y no requiere una inversión tan grande como otros hoteles”, asegura Álvaro.
No obstante, para la mayoría de viajeros fuera de Japón, el concepto de dormir dentro de una cápsula es extraño y por eso Occidente ha asociado estos lugares con imágenes negativas. Por ejemplo, WebUrbanist los comparó con los cajones de cadáveres en una morgue y la revista Forbes criticó su pequeño espacio interior y aconsejó no usarlos a los viajeros claustrofóbicos.
Pese a esto, la industria de hoteles cápsula está en plena expansión. El mercado global de estos alojamientos se valoró en más de USD 167 millones a partir de 2017 y se proyecta que compondrá una tasa de crecimiento promedio del 6,3% de 2018 a 2020, alcanzando los USD 226 millones a finales de 2022, de acuerdo con varias investigaciones de mercado.
“Esto va a ser el futuro. En pocos años vamos a tener hoteles cápsula en aviones, en trenes y en el transporte público, porque optimizar espacios es una tendencia mundial. En Nueva York están surgiendo los microapartamentos; nosotros ofrecemos un microhotel», asegura Álvaro.
El primer hotel cápsula de Bogotá
Este nuevo estilo de alojamiento se creó con la idea de hacer que el espacio para dormir sea extremadamente compacto y brindar a los clientes la comodidad y los servicios de los hoteles de lujo. Esta última palabra es la clave: «La diferencia con un hostal es enorme.
En un hostal de mochileros pagas por un camarote, duermes y te vas. Un hotel cápsula ofrece el servicio de un hotel cuatro estrellas, pero al mismo valor de un hostal y las instalaciones son mejores», señala Álvaro.
Caps Future Rooms está dentro de un hotel convencional. Al llegar, te ofrecen escoger una cápsula que puedes también reservar de antemano. Hay 22 cápsulas, unas tipo VIP (más amplias y con tablet, repisa y más enchufes) y otras estándar; cada una es de uso individual.
También hay servicio de parqueadero y casilleros para guardar las maletas. Al igual que en un hotel, te entregan una toalla, jabones y un reglamento a seguir; por ejemplo, no comer dentro de las cápsulas ni entrar con zapatos.
Hay un café bar, donde ofrecen entre otras cosas servicio de desayuno, almuerzo y cena, y unas salas comunes para el esparcimiento. Los baños son comunales, divididos entre hombres y mujeres, con duchas y vestidores. Entre las cápsulas hay un espacio de 15 a 20 cm que permite, con materiales que aíslan el sonido, no escuchar a los vecinos.
El costo por dormir en una cápsula se encuentra entre los 25 mil a 35 mil pesos (entre 6 y diez dólares) la noche.
Su servicio inició en enero de este año y alcanzaron a tener una ocupación del 70% antes de la pandemia del coronavirus, lo que equivale a hospedar a entre 18 y 16 personas diarias. «Les fascina a los turistas.
Tuvimos una pareja argentina que se quedó cuatro días y les encantó. Dijeron que les pareció mucho mejor que un hostal de mochileros. Pero esto es para todo tipo de clientes: estudiantes, empleados, etc.», señala Álvaro.
La historia de los hoteles cápsula
El primer hotel cápsula de la historia se construyó en 1979: el Capsule Inn, en Osaka, diseñado por Kisho Kurokawa. El hotel sigue en funcionamiento y es catalogado patrimonio arquitectónico desde 2006. Desde entonces han sido un éxito, en especial entre los trabajadores asalariados que perdían el último tren de vuelta a casa, el grupo de personas para los que estos hoteles fueron creados. Cada cápsula de este primer hotel, pese a su espacio limitado, tiene un mini televisor, radio y despertador.
También hay acceso a vestuarios, duchas, restaurantes, máquinas expendedoras y a una amplia gama de tratamientos corporales (saunas, jacuzzi, piscina, baños y masajes).
Los creadores de este tipo de hoteles fueron un grupo de arquitectos japoneses llamados los metabolistas, autores del Manifiesto Metabolista de 1960. Además, hay dos teorías aceptadas sobre el surgimiento de estas cápsulas habitacionales. Toyokawa Saikaku, académico de arquitectura japonesa, asegura que surgió del diseño hecho por Takashi Asada para Syowa, una estación de vivienda para una expedición que Japón hizo a la Antártida. Esta estación era un refugio temporal que se construyó, bajo condiciones climáticas extremas, usando un novedoso sistema de materiales prefabricados. Según el académico, este refugio temporal fue “el primer intento serio de Japón de crear viviendas industrializadas”.
Sin embargo, Kisho Kurokawa fue el arquitecto que desarrolló aún más esta idea de construir cápsulas habitacionales y a finales de la década de 1960 se le denominaba el “arquitecto de cápsulas”.
Para él, este tipo de habitaciones iba a producir un cambio en la arquitectura. Kurokawa presentó sus ideas teóricas en la Declaración de la Cápsula, un artículo publicado en 1969 que seguía los principios del Manifiesto Metabolista: la desintegración del sistema familiar tradicional (basado en la pareja casada) y su reemplazo por una familia completamente nueva centrada en los individuos y en permitir pluralidad de combinaciones e ir en contra de la uniformidad arquitectónica de las ciudades modernas.
La Torre Nakagin, construida en menos de un mes en 1972, fue el primer edificio de habitaciones cápsula. La idea era que cada uno de los 144 apartamentos estuviera conectado al núcleo de hormigón del edificio y se pudiera desmontar y reemplazar fácilmente.
Fue un éxito, ya que todas las unidades se vendieron rápidamente y desde ese momento se convirtió en un ícono para el movimiento Metabolista. Pero también fracasó la idea de intercambiar las cápsulas, pues hasta hoy, después de 40 años, ninguna ha sido reemplazada.
Los metabolistas, no obstante, consideran que el origen de las cápsulas son las cabañas japonesas tradicionales para tomar té, o «chashitsu». Kurokawa, por ejemplo, utilizó el tamaño de piso ideal de una cabaña de té para todas las cápsulas en la Torre Nakagin y para la Casa Cápsula K, una residencia de verano privada que diseñó y construyó para sí mismo en 1973.
Tomar el té es un ritual en Japón. Afuera de la casa principal se construían cabañas con el único propósito de disfrutar de esta bebida.
De acuerdo con la tradición, la primera cabaña surgió por una disputa entre Sen-no Rikyu, el humilde maestro del arte de la ceremonia del té, e Hideyoshi Toyomi, el regente imperial de Japón de 1585 a 1591. Rikyu era un hombre de gustos sencillos, contrario a Toyomi, así que tuvieron que encontrar un lugar del gusto del maestro para que le enseñara el arte de tomar té al regente. La solución fue construir el Tai-an, la primera cabaña de té japonesa.
Esto demostraría que esta arquitectura, que a simple vista parece futurista y radical, está estrechamente relacionada con la tradición y las ideas ancestrales.
De hecho, el arquitecto metabolista Kenji Ekuan describió una cápsula que diseñó como un excelente modelo de cabaña de té para el futuro. Tal vez la relación entre pasado y futuro que tiene el vivir en una cápsula explica por qué en Japón tuvo tanta acogida este tipo de hoteles y apartamentos miniatura.