Mi vida sin rostro
Bogotá, 28 de marzo _ RAM_ Espero la vacuna, sin bajar la guardia. Sigo en encierro, en severo confinamiento, sin necesidad de reglas desde el gobierno. El cubrebocas es básico en mi vestuario y vivo a 9-15.
Sé que conservo gusto y olfato y que hasta ahora gano el combate.
Poco me importa si cierran los bares y los cines y se cancelan las procesiones de semana santa. Aunque me atraen los estadios, no veo en ellos necesaria mi presencia.
Si James trota, corre, habla o piensa. Si Falcao hace un gol, si Borré se va Brasil, o si Fabra vuelve a cachetear a un compañero, marcando territorio en Boca Juniors.
Si la selección es fantasma. No se mueve, no juega. Si Nacional gana o empata con El VAR y pierde en los juzgados, o si Junior, equipo rico, es inferior en la tabla de posiciones a otros con modestia en sus recursos.
Si gusta o no la nueva camiseta de Colombia. Los colores no ganan partidos. Si Guarín baja su excesivo peso, se lesiona y poco juega en Millonarios. Hasta ahora un fraude.
Si Campaz, en Tolima entrena en las noches y no en el día; si Montero tapa, si Torres el técnico insulta desde la raya, o si a Duván Vergara, figura en los últimos títulos, lo transfiere el América.
Si a un árbitro cuestionado lo premian con partidos de categoría, si los errores de los dirigentes los maquillan licenciando a los entrenadores, si Roy Barreras, el peor de los políticos, vuelve a cambiar de partido.
Me preocupan los desempleados atrapados en la crisis, las familias sin techo, sin comida, el desinterés de las autoridades regionales frente a la pandemia, las vacunas aplicadas por tráfico de influencias y el empoderamiento de los criminales.
La salud de mis amigos y mi familia y la insensibilidad de la gente. Y, porque no, la situación del Once Caldas, que afecta mi corazón manizaleño. Así es mi vida.
Lo digo como lo pienso, con algo de ironía. EJO.