lunes noviembre 25 de 2024

Muertes, cuarentenas y discriminación: posibles consecuencias de una mala distribución de las vacunas anti-COVID-19

 Por: Juan Felipe Vélez Rojas

Agencia ANADOLU

Bogotá, 15 de marzo _ RAM_ La Organización Mundial de la Salud (OMS) reiteró a finales de febrero que el acaparamiento de las vacunas contra el coronavirus por parte de los países desarrollados puede amenazar el éxito de la lucha para erradicar el virus del planeta.

El organismo internacional señaló que varios países desarrollados están haciendo tratos con compañías farmacéuticas y que esto amenaza el suministro del programa global Covax, una iniciativa liderada por la OMS cuyo objetivo es suministrar 1.300 millones de dosis de vacunas a países de ingresos medios y pobres este año.

Para Claudia Vaca, directora del Centro de Pensamiento Medicamentos, Información y Poder de la Universidad Nacional de Colombia, el efecto más inmediato que se puede dar con esa forma inequitativa de repartir las vacunas anti-COVID-19 va a estar relacionado con el incremento en el número de muertos y el peso sobre los sistemas hospitalarios de los países más pobres, que ya enfrentaban grandes retos antes de la pandemia.

“Pueden ser millones de muertes, sin contar con la ampliación de la inequidad económica y social que viven los países de menos ingreso y más vulnerables. El retraso de una vacunación significaría que la reapertura de las actividades económicas, sociales y culturales se demorarán aún más en estos países de bajos ingresos”, destaca la experta.

Para Vaca, esta inequidad en la distribución del medicamento le da una oportunidad al virus para adaptarse y aprovechar cualquier oportunidad que le permita mejorar la forma como se propaga, aumentar la velocidad de contagio y poner en riesgo la propia efectividad de las vacunas.

La Unión Europea (con 448 millones de habitantes) ha firmado acuerdos de compra anticipada con seis productores farmacéuticos: Pfizer-BioNTech, Moderna, AstraZeneca, CureVac, Johnson & Johnson y Sanofi-GlaxoSmithKline, para asegurar unos 2.600 millones de dosis de vacunas. Mientras que EEUU (330 millones de habitantes) ha hecho contratos para asegurar 500 millones de vacunas.

El acaparamiento incluso fue denunciado por el secretario general de la Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien a mediados de febrero denunció que 10 países habían acaparado el 75% de las vacunas COVID-19 y que más de 130 naciones no han recibido una sola dosis.

Un hecho que, para Carolina Gómez, otra de las fundadoras del Centro de Pensamiento, amenaza la denominada “inmunidad de rebaño” o “inmunidad colectiva”, un concepto usado por diferentes expertos que señalan que una población puede protegerse contra un virus si se alcanza un cierto umbral de vacunación o inmunidad, de entre el 60% y 70% de la población.

“De nada sirve en un mundo globalizado con fronteras abiertas que la inmunidad de rebaño esté solo en un país y no en todo el mundo. Si la enfermedad sigue activa en otros países, la probabilidad de que vuelva se mantiene», explica la experta.

El hecho, señala Gómez, de que existan países donde el virus no fue erradicado implica un riesgo para todo el mundo pues pueden surgir nuevas cepas capaces de hacer perder el proceso de inmunización que ya se había logrado.

Como ejemplo, la experta recuerda lo sucedido con el sarampión, una enfermedad que a principios de 1980 fue considerada casi extinta por muchos países gracias a los programas de vacunación, pero que desde 2016 ha registrado un repunte alarmante en el número de casos y muertes en países como Estados Unidos, Reino Unido y México, por mencionar unos cuantos.

El retorno de la enfermedad estuvo ligado a la interrupción de las jornadas de vacunación en algunas naciones y dentro de algunas comunidades.

“Existió un grupo de gente que no se vacunó, en parte por sentimientos antivacuna y de desconfianza en las vacunas que decidieron no vacunar a sus hijos, y eso llevó a que se presentaran grandes rebrotes de sarampión, una enfermedad que está tomando de nuevo fuerza”, explica Gómez.

Pero los efectos de la inequidad en la repartición de las vacunas van más allá de los relacionados con el ámbito de la salud. Se extienden a lo económico, lo cultural y lo social.

El director de la OMS, Tedros Ghebreyesus, lo catalogó como un «catastrófico fracaso moral». Entonces advirtió: «Tengo que ser franco: el mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral, y el precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres del mundo».

Vaca considera que la pandemia retrasó a América Latina 20 años en términos de empleo femenino y dos o tres generaciones en términos de educación debido al cierre de las escuelas públicas.

Esta opinión es compartida por Tatiana Andia, profesora de sociología de la Universidad de los Andes e investigadora en salud, quien señala que la pandemia reforzó las desigualdades y brechas sociales; y asegura que esta puede generar otra discriminación: la discriminación a la movilidad entre países generada por los ‘pasaportes de inmunidad’ o ‘certificados de vacunación’.

“Para que no venga la ‘nueva cepa sudamericana’ van a poner un requisito de entrada y así limitar la probabilidad de que llegue esta cepa. Van a generar una doble discriminación, una para acceder a la vacuna y la otra porque no quiero que traigas tus cepas a mi país”, destaca Andia.

Además, para la socióloga la pandemia evidenció las falencias de la misma OMS y de Covax. Según dice, la iniciativa fue ingenua en materia política y cree que la OMS no debió ser la única organización en liderarla, pues debió estar acompañada por otras instituciones que han acumulado liderazgo en salud durante los últimos años, como el Banco Mundial.

“Hay otras entidades que han trabajado en temas de salud durante años quitándole protagonismo a la OMS, pero como mecanismos alternativos de liderazgo. Yo creo que (pudieron haber participado) incluso agencias regionales de la OMS como la OPS (Organización Panamericana de la Salud)”.

Al igual que Andia, Vaca señala que la iniciativa Covax, pese a ser el único mecanismo global para hacer algún tipo de distribución de vacunas a países de bajos ingresos, tiene fallas muy grandes. La principal, según la experta, radica en la forma en la que esta orientó a las naciones a comprar vacunas de manera bilateral y cómo estableció los términos para negociar con las farmacéuticas sobre los precios y la distribución de las dosis, pues dichos términos se hicieron siguiendo las condiciones impuestas por las mismas industrias farmacéuticas.

“Covax, como mecanismo de coordinación, tomó la decisión de no suspender o evitar que se patentaran o que se privatizaran los conocimientos asociados a la producción de estas vacunas. En el fondo lo que hizo Covax fue defender el estatus quo, defender esa estrategia secretista con la que funciona la industria farmacéutica cuando se trata de negociar”, destaca la experta.

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