lunes diciembre 23 de 2024

Se llamaba Walter Gómez

Por Esteban Jaramillo Osorio

Bogotá, 22 de marzo _ RAM_ Talento en sus piernas, vacía su cabeza. Su esplendor, al lado de celebridades de fino futbol en River Plate en la Argentina, donde se le honra como uno de los mejores de la historia.

Cortos fueron sus recitales futbolistas en Colombia, ya veterano, con 38 años, pero tan deliciosos y suficientes para permanecer en los recuerdos.

Tenía una especial manera de jugar. En cancha enfangada no se embarraba, ni se diluía su clase. Inmaculado permanecía su uniforme porque, por aquellos tiempos se imponía la autoridad con fantasías. La reina era la gambeta.

Hermoso, con él, era el futbol del Once Caldas. Como lo fue con Nicolás Lobatón, otro inolvidable.

Murió, el uruguayo, en la miseria, cuando los placeres de la fama lo demolieron y su rendimiento entró en decadencia.

Lo recuerdo por su estilo, en la acalorada transformación del futbol. En la actualidad se juega distinto por el agobio de los resultados. Ya no hay alegría, ni fiesta instalada en la tribuna o fuera de ella y pocos son los futbolistas retirados, que tienen un apartado en la memoria.

Lo vemos en el Once Caldas “versión moderna”… Que frase tan vacía para la degeneración del juego.

Con el pelotazo, como marca de fábrica. Huyéndole al balón, malogrando su manejo, regalándolo dividido en pases largos y aéreos, la fórmula elegida para marcar distancia con la derrota.

Atentado infame a la historia del club, que siempre, como norma invisible, privilegió la habilidad sobre la fuerza.

Por ello el ejercicio en blanco y negro, con la tarea comparativa del pasado y el presente. Con la evocación de aquellas grandes estrellas, con el chocante futbol del presente en el que el balón no es amigo y se aplaude el itinerario de los empates, como máxima renta. EJO.

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