Gaitán en Anserma
Bogotá, 12 de abril _ RAM_ Apelo a mi ya maltrecha memoria para hilar algunos recuerdos alrededor del episodio histórico del 9 de abril de 1948, cuando un demente, biografiado como personaje de novela y de cine, Juan Roa Sierra, disparó en una de las calles centrales de Bogotá contra el caudillo y líder Jorge Eliécer Gaitán, lo que dio lugar a los días más cruciales del siglo 20, solo superados por la toma y retoma del Palacio de Justicia los días 6 y 7 de noviembre de l.985.
Estaba en Anserma Caldas, mi pueblo natal, en segundo año de primaria en la Escuela oficial Mariscal Sucre. En esa época, había que ir mañana y tarde a las aulas. Las escuelas en los pueblos quedaban cerca de los hogares y los desfiles estudiantiles de los párvulos eran de un colorido espectacular. Algunos iban de la mano de uno de sus padres, otros tutoriados por sus hermanos mayores, cargados de maletines de cuero, cuyo olor proustiano permanece en el tiempo, y llegaban a ocupar sus pupitres a la hora exacta para recibir las clases de los adustos y exigentes profesores.
El 9 de abril, hacia la una y treinta de la tarde, ya me encontraba en la Escuela. Una media hora después, o un poco más tarde, mi padre, apareció en el dintel del salón y previo un corto diálogo con el maestro director del grupo, Don Gregorio Vallejo, me cogió de la mano y a las volandas me llevó hasta mi hogar, en la Plaza Ospina, a unos quinientos metros de la Mariscal Sucre. Mi pregunta obvia era la de que qué había pasado. Mi padre me respondió que habían asesinado en Bogotá a Jorge Eliécer Gaitán y que debíamos resguardarnos en las casas. La noticia le había llegado, es de adivinarlo, por la radio nacional o por Radio Manizales, en la voz de Don Arturo Arango Uribe.
Y como les parece, incrédulos lectores, que entendí la gravedad del asunto, porque yo había conocido a Jorge Eliécer Gaitán y le había oído un discurso en la Plaza Mariscal Robledo, discurso que pronunció desde los balcones de bahareque y de chambranas de macana del Hotel Imperial, que hasta hoy existe. Testigo: una fotografía del legendario para los ansermeños, Fotoyos, en el que aparezco en hombros de mi padre, conservador de raca mandaca, pero que hizo parte del comité que tenía órdenes de Laureano Gómez de agigantar las manifestaciones de Gaitán para azuzar la división liberal. Don Agustín Restrepo y su hijito ocupaban sitial de honor.
Gaitán se enfrentaba a su copartidario Gabriel Turbay y al conservador Ospina Pérez, en la campaña por la presidencia de la macondiana república de Colombia. Esto vine a saberlo, cuando aprendí a leer nuestra deslumbrante historia, en la que encontré que líderes conservadores como Laureano Gómez y Gilberto Alzate Avendaño, expresaron simpatía por Jorge Eliécer Gaitán y sus arengas y prédicas. Y de ahí también, el por qué, varios amigos godos se saben los discursos de Gaitán y a mí han sonado siempre sus prédicas sociales. Y admirado, al oír en la plaza pública a supérstites gaitanistas, que tienen el mismo vibrato en sus voces, o aún mejor que Gaitán, mis apreciados camaradas Jaime Ramírez Rojas y José Fernando Mancera, leales compañeros en mi campaña por la gobernación de Caldas en 2013. Perdóneseme la digresión personal.
Termino: hago públicas un trío de solicitudes. La primera: le ruego a María Teresa Hoyos, a José Fernando, a Jesús María, descendientes de Fotoyos, Don Justiniano Hoyos, que, si salvaron la fotografía del balcón del Hotel Imperial a que aludí al principio de esta nota, del pavoroso incendio que acabó con el archivo histórico de Fotoyos, el 14 de enero de 1983, me la hagan llegar. La requiero para mi sicoanálisis político. Mi agradecimiento por adelantado. Segunda: les pido a los historiadores caldenses, en especial a Alfredo Cardona Tobón y a Albeiro Valencia Llano, si me leen, que me ayuden a dilucidar por qué y cuando llegó Gaitán al occidente de Caldas, hacia 1947. Y la última: a mis amigos Hernando Salazar Patiño y Augusto Trejos Jaramillo, que me digan si calumnié a Laureano y a Álzate, cuando afirmé que habían sido pro gaitanistas. Por lo menos Álzate expresó en algún momento que había que rescatar las consignas sociales de Gaitán, para el conservatismo. «Por la restauración moral de la República, ¡a la carga!».
Post scriptum: Lamento de verdad el fallecimiento en Bogotá del Abogado Armando Morales Benítez. Gentil hombre, leal como nadie a sus ideas liberales, sonetista inspirado, conversador donoso, generoso en el estímulo literario, lector de campanillas, profesional exitoso del Derecho, honró a los caldenses con su brillante hoja de vida. Un abrazo sincero de condolencia para Omar Morales Benítez y Beatriz Zuluaga. Para Alejandro Buenaventura y María Helena Morales, sus hermanos y sus familias. ALR.