martes julio 16 de 2024

De la imbecilidad

Por Augusto León Restrepo

Bogotá, 29 de junio _ RAM_ No hay nada que más agreda, que las imbecilidades. Por azar encontré la definición de imbecilidad, considerada como un retraso mental, en un escrito originado por la Universidad de Navarra, supongo que dirigido a los estudiantes de siquiatría. «Término clásico, actualmente en desuso, utilizado para designar una forma grave, de retraso mental, situada entre la debilidad mental y la idiotez, que corresponde a un cociente intelectual de entre 40 y 50.»

De imbéciles y de imbecilidades está cundida la historia universal y la de nuestra nación, patria o país. O Estado. Los invito a que cada quien haga su propio inventario. De las imbecilidades de los demás y de las suyas propias. Les aseguro que no caben en un cuaderno de cien hojas. Pero no exageremos. Dejémoslas en 10.

La más reciente imbecilidad, es el ataque contra el Presidente de la República, Iván Duque Márquez, por medio del cual se atentó contra su vida y la de los acompañantes del helicóptero en que se transportaba, de regreso a Cúcuta, después de haber visitado la zona roja del Catatumbo, en la tarde del 25 del mes en curso. No sabemos todavía los resultados de las investigaciones sobre los autores del hecho, que ha merecido el rechazo nacional e internacional, como diría un presentador de eventos musicales de reconocida fama.

Porque pongámonos a ver: si el atentado hubiera producido resultados, ¿cuáles serían las consecuencias de semejante imbecilidad para el país? A primera vista el caos, la desesperación, las iras y las protestas. Y después ¿qué?: las investigaciones exhaustivas, las recriminaciones eternas, los juicios sin responsables a la vista. Y la inutilidad perversa de un crimen que en nada hubiera contribuido a la solución de nuestros problemas inmediatos, los que nos afectan en el doloroso hoy. Y desde luego, el deterioro, más, de nuestra agonizante democracia y la solicitud a gritos de mano militar, fuerte, ilimitada, cuyas consecuencias no se podrían adivinar ni por asomo.

Los politólogos y los analistas de los fenómenos sociales, ante eventos como el de la balacera al transporte presidencial y sus ocupantes, se preguntarán: ¿Y a quien interesa la muerte del Presidente de los colombianos? Las respuestas serían multifacéticas. Pero, para para un lego como yo, la respuesta es obvia. A nadie que esté en sus cabales. Ni a las organizaciones terroristas, ni a los enemigos viscerales de Duque, ni al pueblo raso, ni a los narcotraficantes. Contra los sospechosos, se desplazarían todas las fuerzas punitivas del Estado, sin discriminación alguna. Y el pueblo raso, seguiría aumentando su cadena de miseria, abandono y desesperanza. La frase sería que el atentado contra el Presidente, más que un error, es una imbecilidad.

Miren. Por distancias generacionales, obvias, y porque las dos o tres invitaciones que me han hecho a besamanos oficiales las he desechado, jamás me he topado cara a cara con el Señor Presidente Iván Duque Márquez. Con su señor padre, Iván Duque Escobar, tuve trato y comunicación. Gran señor, ameno contertulio, de simpatía desbordante. La última vez, en casa de Jorge Mario Eastman Senior, amigo de todas las horas de Iván Senior y de su vástago, a quien vio crecer y le hizo objeto de su patrocinio y su don de consejo. Esto, para decir que, aun cuando no he estrechado la mano del Presidente y no comparta su forma de gobernar, tenga reticencias para manifestar mi respeto personal por su investidura, mi aprecio por su familia, por su estirpe, por él mismo, la repugnancia total por la vileza de que ha sido víctima y el rechazo a los procedimientos violentos, como armas políticas. Que no son otra cosa, que imbecilidades actuadas por imbéciles.

Share Button