Alejandro Gaviria lanza su propuesta de educación
BOGOTA, 26 noviembre,2021_ RAM_ Propone que aprovechemos la crisis para darle un vuelco a la educación del país y los maestros deben estar al centro de la política educativa.
Argumenta que la pandemia del COVID-19 ha causado una crisis educativa sin precedentes y que hay más de dos millones de niñas, niños y adolescentes que no han retornado a clases.
Muchos consideran a la educación como un medio o una plataforma para el ascenso social. Mi experiencia, sin embargo, me ha permitido entender que la educación es un fin en sí mismo. No solo construye equidad y contribuye a la movilidad social, sino que también nos conecta con el mundo y con nosotros mismos.
La pandemia del COVID-19 ha causado una crisis educativa sin precedentes. Trajo consigo nuevos problemas para la enseñanza y el aprendizaje y agudizó aquellos que veníamos evidenciando tiempo atrás. La deserción, por mencionar uno de ellos, ha aumentado. También se han ampliado las brechas de aprendizaje. Esto sin mencionar el deterioro de la salud mental de niños, niñas y jóvenes, maestros, maestras y cuidadores. A pesar de lo anterior, y de todos los esfuerzos realizados para mejorar la calidad educativa y garantizar un servicio pertinente, bioseguro y coherente, evidenciamos que se han reactivado por completo todos los sectores menos los jardines, colegios y universidades. Esto es inadmisible en tiempos en los que requerimos repensar la educación como posibilidad de futuro. La crisis del sector educativo requiere un compromiso de toda la sociedad para que las niñas, niños y adolescentes vuelvan a clases y refuercen el trabajo por el desarrollo de las habilidades y conocimientos perdidos.
He mencionado algunos aspectos generales e implicaciones amplias en materia de educación, pues sabemos muy poco acerca de, por ejemplo, las tasas de deserción efectivas pos-pandemia. A noviembre de 2021 el Ministerio de Educación no ha revelado los datos del Sistema Integrado de Matrícula (Simat). Sin embargo, la encuesta de calidad de vida del DANE sugiere que la situación de deserción es preocupante. Las tasas de deserción escolar venían bajando antes de la pandemia, entre otras, gracias a programas como Familias en Acción y el Programa de Alimentación Escolar (PAE). Hoy se estima que la inasistencia escolar pasó de 2,7% a 16,4%. Esta situación es particularmente preocupante en los adolescentes. Esta cifra exige pensar en los efectos que puede tener para una comunidad que los niños, niñas y jóvenes dejen de participar en procesos educativos y pierdan las posibilidades de construir sus proyectos de vida desde la escolaridad.
Otra de las consecuencias negativas que ha generado la pandemia es el aumento en las inequidades educativas. De acuerdo con el informe NiñezYa de 2021, los estudiantes de colegios oficiales y de estratos bajos dedicaron muchas menos horas al estudio que los estudiantes de colegios privados y de estratos altos. Así mismo, las brechas en el acceso a internet dificultan el aprendizaje para estudiantes de estratos bajos, para quienes están matriculados en colegios oficiales y para quienes viven en zonas rurales. Mientras 8 de cada 10 estudiantes en colegios privados y 9 de cada 10 en estratos 4, 5 y 6 tienen acceso a internet de alta velocidad, solo 5 de cada 10 en colegios oficiales y en estratos 1, 2 y 3 tienen acceso. Esto nos hace pensar que los esfuerzos por mejorar las infraestructuras escolares no pueden decaer, y el objetivo de repensar una educación para el futuro debe ir de la mano con el compromiso por mejorar las condiciones socioeconómicas de la ciudadanía.
Hoy es importante reconocer que el retorno a las aulas ha sido lento. De acuerdo con los datos del Observatorio de la Gestión Educativa, a noviembre de 2021, solo el 78% de los estudiantes matriculados en educación básica y media asistía presencialmente a la escuela. Eso significa que hay más de dos millones de niñas, niños y adolescentes que no han retornado. Más preocupantes aún son las diferencias que persisten entre entidades territoriales. En Antioquia, el 98% de las sedes educativas con estudiantes matriculados se encuentran en presencialidad. Por el contrario, en ciudades como Barrancabermeja o Santa Marta menos del 40% de los estudiantes están en presencialidad. ¿Qué oportunidades de desarrollo les estamos ofreciendo a nuestros jóvenes? ¿Cómo queremos transformar a Colombia si no le apostamos a los procesos de educación y formación humana?
En un país en donde tradicionalmente el lugar de nacimiento ha determinado el acceso a oportunidades de niñas, niños y adolescentes, en lo que se conoce como la lotería de la cuna, es inadmisible que sigamos tolerando estas desigualdades, profundizadas por la pandemia.
La crisis educativa que nos deja la pandemia está agravada porque los estudiantes regresaron a las escuelas con un desempeño inferior al esperado en el nivel en el que se encuentran. La pérdida en el aprendizaje se acumulará en el tiempo, generando más deserción en los próximos años. Para evitar consecuencias de largo plazo irremediables se deben implementar intervenciones concretas, ajustadas al desempeño actual de los estudiantes.
No se trata solo del aprendizaje, la investigación Pulso Social del DANE muestra que el 42,8% de los consultados en las 23 ciudades sienten preocupación o nerviosismo. Un porcentaje mayor al 15% declara también sentir cansancio y tristeza. Todos los indicadores de salud mental y emocional son peores en las mujeres y varían entre entidades territoriales. El deterioro en estas variables puede abordarse con la asistencia presencial a las escuelas. La importancia de la presencialidad es mayor para niñas, niños y adolescentes vulnerables que dependen más que otros de la escuela para comer, socializar, hablar de los problemas, jugar y protegerse de entornos violentos.
He podido conversar con diferentes actores sociales, organizaciones e instituciones en los territorios, padres y madres de familia, educadores, estudiantes. Con todos ellos convergemos en la idea de que volver a las aulas de manera presencial y con un compromiso renovado debe ser nuestra principal prioridad. Pero este regreso no puede consistir en hacer lo mismo que antes. Debemos proyectar acciones conjuntas en los territorios, para superar las brechas y garantizar procesos de transformación social desde la educación.
Por todas estas razones, me comprometo a trabajar por un retorno seguro y efectivo a las aulas, con perspectiva contextual y con la fiel certeza de que conjuntamente, con familias, educadores, y comunidades, trabajando en sintonía y cooperación, mejoraremos la educación y aportaremos a la vida de los niños, niñas y jóvenes de este país.
Presenta además cinco estrategias adicionales para la recuperación:
- Búsqueda activa de los estudiantes que desertaron o están en riesgo de hacerlo.
- Medir las brechas educativas y crear un plan remedial para cerrarlas flexibilizando los currículos y con tutorías y mentorías de egresados y jóvenes universitarios.
- Énfasis en la salud mental de estudiantes, maestros y cuidadores.
- Mayor cobertura y financiación para la educación superior con énfasis en la formación técnica que se conecte directamente con oportunidades laborales
- Educación ciudadana transversal sobre asuntos ambientales, de género, de pobreza, de violencia y que fomente el pensamiento crítico para combatir la desinformación.