Con una prosa franca y sin adornos, Salomón Kalmanovitz consigue un relato de su vida
BOGOTA, 24 abril de 2022_RAM_ Con una prosa franca y sin adornos, Salomón Kalmanovitz consigue un relato de su vida en el que conjuga una especial lucidez para comprender su destino y un gran talento para narrar los hechos, las personas y el país que lo marcaron.
Sus padres fueron inmigrantes del Este de Europa que desembarcaron en Barranquilla en la década de 1930. Las particularidades de su hogar, el brillo de una formación ejemplar y una destacada carrera de economista e intelectual influyente son parte de una historia muy humana, con grandes pérdidas y realizaciones.
Inteligentes, divertidas y conmovedoras, las memorias de Kalmanovitz son también una mirada desde adentro de las comunidades judías en el país, de los movimientos de izquierda que florecieron en la universidad pública y, por las vueltas que da la vida, de los claroscuros del poder en Colombia.
Ecaondinos llegó a la Feria del Libro en compañía de la editorial Pengüin Random House presentando el libro «Ejercicios de Memoria» de Salomón Kalmanovitz economista colombiano. Aquí el autor consigue un relato de su vida en el que conjuga una especial lucidez para comprender su destino y un gran talento para narrar los hechos, las personas y el país que lo marcaron.
En Ejercicios de Memoria (Penguin Random House), Salomón Kalmanovitz, de manera franca y directa, recuerda los pasajes más significativos de su vida.
A lo largo de este texto autobiográfico se siente el profundo espíritu liberal del pensamiento de Kalmanovitz. Su infancia la pasó en una Barranquilla pujante, abierta a los inmigrantes. Durante su juventud en los Estados Unidos se dejó permear por el ambiente de rebeldía que se expresaba en las luchas civiles, y en el rechazo a la guerra del Vietnam. Quedó fascinado con la “voz angelical” de Joan Baez. Y siguiendo a Bob Dylan comprendió el “alma de la juventud norteamericana”.
En el ambiente estudiantil se respiraba el sueño comunista y pacifista de John Lennon, imaginando un mundo sin países y una tierra compartida por todos. Recuerda con simpatía sus vínculos con la comunidad judía, que le permitieron entender las consecuencias dolorosas de la persecución.
Aquellos fueron días de una “militancia idealista e ingenua”, marcada por el rock y acompañada de un poco de marihuana. Cuando regresó al país después de su paso por New School, combinó la reflexión académica con la actividad política, que en Colombia era, y sigue siendo, “cruda y peligrosa”. Y en medio de esta guerra dolorosa asesinan a su compañera Silvia Duzán.
Sobre los resultados de su actividad política es pesimista. Los movimientos socialistas en los que militó terminaron ahogados por las “fuerzas del Estado” y por los “políticos profesionales argentinos”.
Kalmanovitz conjuga la investigación y la docencia. Ha sido un formador de formadores. Recuerda su paso por el Dane, la Universidad Nacional, el Cinep, el Banco de la República y la Tadeo. En los años 70 y hasta mediados de los 80, la agenda del debate económico en el país se definía en la Nacional. Al comienzo las reflexiones estaban muy marcadas por Marx, Ricardo y Sraffa. Después se hizo la transición hacia el keynesianismo por la vía de Anwar Shaikh y, finalmente al institucionalismo.
Siempre se podrá discutir si sus posiciones en el Banco de la República correspondían a las de un monetarista ortodoxo, o si su pretensión de ir más allá del control de la cantidad de dinero, buscando otros instrumentos de intervención como la tasa de interés, son la expresión de una visión más amplia de la política monetaria. En este proceso defendió las bondades del “régimen de inflación objetivo”.
Más allá de los cambios de perspectiva, Kalmanovitz ha mantenido su espíritu liberal. Y de ahí su crítica continua a la concentración de la tierra, a lo absurdo del latifundio. No entiende por qué la estructura agraria colombiana continúa siendo premoderna.
Este rechazo ha sido una constante de su vida, desde los primeros textos que escribió en el Dane, hasta los artículos más recientes. Su preocupación por la academia, la historia y la política le ayudó desarrollar un sentido común, que le permite ordenar y priorizar. Kalmanovitz, como los mejores economistas de su generación, fueron transmitiendo las fortalezas del análisis económico. Su agudeza analítica les permitía, de manera casi que milagrosa, convertir tres porcentajes en un libro. Muchos de estos trabajos se siguen consultando.
Esta habilidad comprehensiva contrasta con la incapacidad de numerosos jóvenes economistas, que con millones de datos son incapaces de escribir un párrafo.