Urgente acuerdo político
Por Augusto León Restrepo
BOGOTA, 24 abril de 2022_RAM_ Había escrito hace una semana, que aprovechaba los trancones de la carretera y de las calles y avenidas de Bogotá, para pensar pensamientos. Durante la semana santa, en que miles y miles de vehículos abarrotaron las rutas y convirtieron los desplazamientos en un viacrucis, apunté lo siguiente, en relación con las elecciones presidenciales que se avecinan.
Insisto. Hay que pensar en lo que viene después. No puede ser que las flagrantes deficiencias en que incurrió la Registraduría, por mal diseño de formularios y pésima inducción para los jurados, no tengan prioridad para su solución, que garantice la pureza del sufragio y por ende el logro de la paz electoral. Hay prelaciones de prelaciones. Parto de la base de que se le darán al Consejo Nacional Electoral y a su órgano ejecutivo, todas las partidas que se requieran para enmendar las ostensibles deficiencias en que se incurrió para las elecciones parlamentarias. No se puede ser cicatero, ni dárselas de austeros con estos rubros, porque lo que está en juego es la preservación del orden público, que podría verse comprometido si se repiten los episodios conocidos, que le podrían proporcionar a los candidatos excusas o pretextos para alegar fraudes o entrampamientos para envolatar el querer popular. El más fácil expediente para envenenar el aire post electoral, es alegar trapisondas oficiales. Auditorías internacionales a prueba de toda sospecha, múltiples clases de comisiones de los entes internacionales, invitaciones a delegados de asociaciones de partidos afines a los participantes en la contienda colombiana, deben servir de garantes de los resultados electorales.
Creo que debe encabezar la lista, el auspicio de la realización de un acuerdo entre los aspirantes a la presidencia para que se comprometan ante el país, a que cualquiera que sea el resultado de las elecciones será acatado y respetado. Miremos al pasado y no repitamos la historia. En épocas que creemos superadas, se presentaron anomalías electorales, figuradas o reales, que están acreditadas y testimoniadas por los historiadores, que desembocaron en guerras civiles e incluso que sirvieron de pretexto para iniciar movimientos subversivos como el M19, autor del mayor holocausto de nuestra historia: el del Palacio de Justicia, el ignominioso episodio del miércoles 6 de noviembre de 1985. Yo me decía en medio del trancón: ¿será que a nadie se le ocurrirá algo tan elemental, como esa declaración ya, lo más pronto posible, en forma inmediata, sin acudir a notaría más que la de la opinión pública y se suscriba ese propósito fundamental? ¿Y quién sería el que fuera adelante con los faroles? Me atreví a pensarlo: no el gobierno, ni la tal comisión de garantías electorales, ni el CNE, ni oportunistas direcciones de los partidos ni movimientos, ni descaecidos pactos, coaliciones o como quieran llamarse, que solo despiertan suspicacias y desconfianzas.
No. La única institución que aún conserva credibilidad y buen nombre, es la Iglesia Católica. Miren. Yo le he hecho seguimiento a sus representantes y sus decididos compromisos con la paz y la reconciliación, a las actuaciones públicas y a las opiniones del Señor Arzobispo de Bogotá, Monseñor Luis José Rueda Aparicio y del Embajador del Estado Vaticano ante el Estado colombiano y Nuncio Apostólico, el argentino Luis Mariano Montemayor. Sé, de fuentes cercanas a sus despachos, que por allí desfilan las figuras más representativas de la política colombiana, por propia iniciativa o por invitación de los prelados. Y que los diálogos que se producen, son de largo aliento y de sindéresis iluminada sobre el futuro del país. Qué mejor que la iniciativa parta de ellos y que ofrezcan sus sedes para que se efectúen los acercamientos entre los actores del escenario político actual de nuestro país, se merme la acritud y se apacigüen los crispados nervios de la lid democrática que se avecina.
Pensado y boceteado lo anterior, conocí unas declaraciones ofrecidas a las principales cadenas radiales por Humberto de la Calle, que no han tenido la suficiente difusión ni acogida, en las que clama por un acuerdo urgente de las figuras del espectro político sobre asuntos de la Registraduría, pero sobre todo , un acuerdo preciso para que, enmendadas las fallas detectadas y denunciadas en los anteriores comicios, todas las fuerzas políticas respeten los resultados y se erradique el anuncio de fraudes sin evidencias suficientes. Préstenle atención a De la Calle. Hagámosles eco a sus sesudas reflexiones y exijamos un gran acuerdo político sobre este tópico para que se repete el querer ciudadano, expresado en las urnas, reiteramos. No dejemos caer en tierra yerma estas alertas tempranas en relación con circunstancias que pueden presentarse y que nos conducirían al irremediable desmoronamiento de nuestra frágil pero sobreviviente democracia, en la que, por el momento, en principio, podemos exponer nuestras ideas sin cortapisas ni recortes demoledores. No tendríamos perdón social, si desconociéramos los signos preocupantes que están frente a nuestros ojos.
Post scriptum: !Zapateiro a tus cuarteles. Si quieres meter tus botas en campos vedados y participar en la batalla política, apela al Everfit y no desluzcas tu uniforme!