lunes noviembre 18 de 2024

Esperanza para ranita condenada extinguirse por tráfico de fauna en Colombia

La ranita venenosa «Oophaga lehmanni», una especie endémica del Pacífico colombiano, ha pagado por el pecado de su belleza con su casi extinción como especie debido al tráfico de fauna ilegal, un crimen ecológico del que empieza a recuperarse. Esto porque por primera vez se ha logrado su reproducción y casi una treintena de ejemplares fueron liberados para repoblar su hábitat en el departamento colombiano del Valle del Cauca. EFE/ Ernesto Guzmán Jr.

Ernesto Guzmán Jr.

Dagua (Colombia), 11 jun (EFE).- La ranita venenosa «Oophaga lehmanni», una especie endémica del Pacífico colombiano, ha pagado por el pecado de su belleza con su casi extinción como especie debido al tráfico de fauna ilegal, un crimen ecológico del que empieza a recuperarse.

Esto porque por primera vez se ha logrado su reproducción y casi una treintena de ejemplares fueron liberados para repoblar su hábitat en el departamento colombiano del Valle del Cauca.

Su tamaño es de apenas un par de centímetros, pero sus colores son sin duda los que se roban la atención de esta especie: franjas anchas rojas y negras le recorren el cuerpo alertando, a su vez, de lo venenosas que pueden llegar a ser.

Es una especie de rana con veneno de dardo, que secretan en la piel, cuyo hábitat natural es el bosque húmedo subtropical, algo que encuentra en la Cordillera Occidental de los departamentos de Valle del Cauca y Chocó.

En la zona de Anchicayá, en el municipio de Dagua, la comunidad ha estado cuidando de las ranitas, y ahora se encargará de monitorear su evolución una vez liberadas. «Es una satisfacción muy grande soltar esta especie a la que uno ha aprendido a cogerle tanto amor», cuenta emocionada a Efe Eli López, miembro de la comunidad.

«Cada día le voy cogiendo más amor, lo veo como una misión», agrega López, que está transmitiendo esa pasión por la conservación y el respeto a esta especie tan amenazada a sus hijas, con las que acude a la liberación de estos anfibios.

Estas ranitas tienen una capacidad bastante alta de toxicidad, «lo utilizan principalmente para repeler los potenciales predadores, los cuales no se atreven a consumirlas porque ya saben que son animales venenosos», detalla a Efe Carlos Galvis, biólogo jefe de poblaciones de la Fundación Zoológica de Cali.

Pero «no es un veneno que utilicen para agredir ni causar daño a otros organismos, es solo un mecanismo de defensa», en palabras del experto, que agrega que su llamativo aspecto no es el único motivo para que sean objetivo del tráfico, sino que su veneno también tiene un potencial farmacéutico.

«Momento histórico»

Se trata de un «momento histórico» para ayudar a que «esta especie no desaparezca de la faz de la Tierra», celebró durante la liberación de las ranitas Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director general de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC).

Una alianza de varias entidades, entre ellas la CVC, el Zoológico de Cali, la Universidad del Valle y la Wildlife Conservation Society Colombia, con la participación del Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales, la comunidad de Anchicayá, la Universidad de Los Andes, el Zoológico de Zúrich y profesionales, lo han hecho posible.

«No ha sido un proceso fácil, hemos tardado años estandarizando todos los procesos. Finalmente hemos logrado la reproducción de estos animalitos, de esta especie tan especial endémica que no existe ninguna otra parte del mundo. Para nosotros es una felicidad y una satisfacción enorme», declara Galvis.

La ranita y la comunidad

Esta ranita está en peligro crítico debido a la gran cantidad de ejemplares que se han extraído para el comercio ilegal, además de las afectaciones en su hábitat. Los traficantes las compran a los habitantes de las zonas donde habitan por 20.000 pesos (unos 5 dólares), para después venderlas en el mercado negro hasta por 5.000 dólares.

Los mismos habitantes de la zona admiten que, a pesar de que conocían su existencia, nunca habían sido conscientes de la importancia de esta especie hasta que se propuso este proyecto, en el que se han involucrado de lleno.

Pero el daño hecho es tan grave que las conclusiones de los expertos determinaron que, aunque se detuviera por completo el tráfico ilegal, la población está tan diezmada que no lograría recuperarse naturalmente y su existencia se iría apagando hasta desaparecer. De ahí la necesidad de lograr su reproducción bajo cuidado humano.

Los habitantes de los caseríos de El Placer y La Cascada participan en la liberación y monitoreo en las zonas donde van a habitar, relata Freddy Rebolledo, presidente de la Cooperativa Agroindustrial y miembro de la comunidad El Placer.

Rebolledo explica que los primeros ocho días se le hará un monitoreo permanente y se les darán tres comidas al día para, posteriormente, hacerles un seguimiento cada 15 días.

Las ranitas encargadas de repoblar esta zona son descendientes de unos ejemplares incautados en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá, que tenían como destino Europa, pero que acabaron en el zoológico de Cali con la esperanza de ser los nuevos fundadores de una comunidad que garantice su no extinción. EFE

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