domingo noviembre 17 de 2024

Petro y el desafío de las dos Colombias

Juan Manuel Ospina

BOGOTA, 23 junio de 2022_RAM_ Cuando el nuevo Presidente habla de un Acuerdo Nacional, toca una fibra de la sensibilidad y de las costumbres de la política colombiana presente entre nosotros, con diferentes nombres y ropajes, por lo menos desde los años setenta del siglo XIX. El acuerdo más conocido hasta hoy fue el Frente Nacional, que se constituyó en un interregno entre dos periodos de violencia; y es que la psicología social colombiana tiene un componente de violencia debajo del cual subyace la voluntad o la necesidad de formular acuerdos, surgidos de un instinto de supervivencia social: nos asomamos al abismo, pero retrocedemos.

Hasta ahora han sido acuerdos nacidos de la búsqueda de acercar posiciones entre fuerzas antagónicas que luchan más por controlar el poder que por transformar una realidad de atraso y pobreza, que subsiste de manera localizada a pesar de los avances que se perciben en sectores y regiones de nuestra variopinta realidad.

El escenario que enfrenta el nuevo gobierno permite pensar que la propuesta de acuerdo reiterada por Petro durante la segunda vuelta podría desenvolverse por dos vías: la clásica e histórica para construir una mayoría parlamentaria con que hoy no cuenta, sería el conocido acuerdo de gobernabilidad entre partidos y políticos. O bien, atendiendo la realidad de las dos Colombias, que afloraron de manera apabullante en las dos vueltas electorales. La primera, una Colombia premoderna: olvidada, abandonada y empobrecida, localizada en los márgenes de los bordes nacionales, marítimos y terrestres, presente además en los márgenes urbanos internos a través de las migraciones de familias campesinas expulsadas por la pobreza y violencia; campesinos sin futuro, apenas subsistiendo en las fronteras de la nación donde, y desde la Colonia, aún no llega el Estado. En las fronteras nacionales, comparten su pobreza y aislamiento con indígenas y negros, que en muchos casos viven en territorios formalmente suyos -resguardos indígenas y territorios comunitarios afro-; tienen una propiedad territorial y nada más, y solo de tierra no vive el ser humano.

La otra Colombia, la moderna, sumida económica e institucionalmente en una modernidad imperfecta, que sin embargo la libera en alto grado de las amarras de la premodernidad de la otra Colombia; con un capitalismo también imperfecto, y un Estado ineficiente pero presente. Tiene una representación, una voz política debilitada en su capacidad de defender los intereses de los ciudadanos y sus comunidades, al estar capturada por el clientelismo, por intereses que no se corresponden con el colectivo; voz que hasta estas elecciones no había tenido la Colombia premoderna que algunos, incluido Gustavo Petro, califican de feudal.

La Colombia premoderna y el voto juvenil rural y urbano, llevaron a Petro a la presidencia. La otra Colombia, más integrada a la modernidad, con amplia representación de sectores medios, votó a Hernández; de ella hablaremos en posterior columna.

Petro tiene una posibilidad y una responsabilidad histórica de hacer realidad el encuentro de esas dos Colombias, desde las regiones y con la gente, y no con los políticos de siempre, desesperados por abrazarlo hasta ahogarlo. Ese es el diálogo nacional que hace ya más de un siglo, Colombia lleva esperando y reclamando. Petro tiene hoy la oportunidad y la gigantesca responsabilidad de hacerlo realidad. Es EL DIÁLOGO NACIONAL, con mayúsculas, alejado de pequeños cálculos políticos que solo reproducen pobreza, frustración y violencia. Ese es el verdadero camino a la paz real, no a la de los sepulcros.

Estoy seguro que quienes acompañamos a Hernández estamos listos para que millones de colombianos desde nuestra diversidad y nuestras regiones – de abajo para arriba -le metamos el hombro para que Colombia supere las brechas de pobreza, injusticia, violencia e irracionalidad, y finalmente sea el país al cual nosotros y nuestros hijos tenemos derecho; nadie nos lo dará; será un sueño que entre todos haremos realidad con nuestro esfuerzo. Nuestro gran acuerdo, transformado en el propósito nacional de una Colombia digna. De nosotros depende.

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