La gran guerra pendiente
Juan Manuel Ospina
En esta nueva era de la virtualidad, vivimos sometidos a un asedio continuo de mensajes e informaciones que simplemente nos abruman, haciendo imposible atenderlos a todos, de tal manera que por su cantidad como por su diversidad acaban neutralizándose entre sí y en medio de tanta hojarasca pasan desapercibidos o simplemente ignorados, algunos que son verdaderamente importantes. Esta semana me sucedió con uno cuyo origen desconozco, pero cuyo contenido me ha parecido de la mayor importancia y pertinencia. Un video sin título cuyo contenido inmediatamente capturó mi atención, por el tema tratado y por la forma como lo hace. El tema lo resumo en una frase extraída de él, «si el objetivo es defendernos, quizá la prioridad no sea comprar armas sino sembrar bosques». Intrigado por lo visto, averigüé quien era su autor y me topé con un español, Javier Peña, tal vez el principal influencer climático en nuestra lengua, a través de HOPE, una ONG por él establecida.
Sobra decir que es un tema crítico en momentos en que el cambio climático es una amenaza real en los hechos, ya no solo en los pronósticos más pesimistas; mientras tanto ante nuestros ojos se desenvuelve «en tiempo real» una guerra en Ucrania que acabó por comprometer de manera creciente la suerte de millones que nada tenemos que ver con ella, por la sencilla razón de que es una carnicería con gigantescos impactos en la economía y condiciones de vida de los contendientes, que se desenvuelve a caballo entre los rezagos del viejo orden mundial de «la guerra fía» cuando los gobiernos construían arsenales para proteger al Estado y sus intereses, muchas veces a espaldas de lo que «la gente», sus ciudadanos necesitaban, y de otra parte es la primera guerra en un mundo globalizado, que ingenuamente asumía que el cosmopolitismo propio de esa nueva realidad borraría «la influencia perniciosa» de los intereses nacionales, causa principal de las guerras del pasado, tanto de las internacionales como de las de «liberación nacional»; en esa visión liberal utópica, el comercio libre sería el fundamento de la paz universal. Ucrania es la bomba que hizo volar la utopía en mil pedazos. La globalización en medio de la guerra, adquiere pinta de cuadratura del círculo.
Además nos recordó el hecho de que guerra y medio ambiente son enemigos mortales y con frecuencia este se constituye en una de sus principales víctimas; situación agravada en este caso por el papel neurálgico de ambos países en la producción de energéticos -petróleo y gas principalmente-, cuya escasez transitoria en una economía insaciable devoradora de energía, les da a estas dos fuentes altamente contaminantes, un impulso vía precios y aumentos de su producción en otros países, que se atraviesa a la aún incierta política mundial de transformación energética.
El mundo enfrenta una encrucijada agravada o subrayada por la guerra. Para nuestro influencer el camino seguido es equivocado y sin perspectiva, de espaldas a las angustiosas realidades de hoy. Desde 2008 el Índice de Paz Real elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz ha caído 2.5% mientras que el gasto militar global no paró de crecer en esos años; de 1970 para acá, las catástrofes climáticas se han quintuplicado con una tendencia igualmente creciente. Las cifras de Peña son demoledoras: en 2019 el costo de la violencia en el mundo representó el 10% del producto bruto interno (PBI) mundial; mientras que, para cumplir los compromisos de París, hoy tan olvidados, bastaría con destinar el 1% de ese PBI global para financiar la transición ecológica y la restauración de los ecosistemas a escala mundial.
Para redondear el punto que a muchos les puede sonar ingenuo, Peña nos plantea la necesidad de incorporar en la perspectiva y el presupuesto de defensa de la vida humana y social, la lucha contra la crisis climática que es hoy el nuevo enemigo, convertida en una fuerza crecientemente asesina y generadora de desórdenes y de violencia, desestabilizadora social como pocas. La defensa ya no es solo militar; la prioridad es la seguridad humana por encima de la seguridad militar clásica con un enemigo igualmente clásico, otro Estado nación.