David Sánchez Juliao y la rauda Flecha
En el 2015 falleció en la ciudad de Lorica, Córdoba, Gustavo Díaz Naar. En su pueblo lo conocían más por su apodo: ‘El Flecha’. Lorica lo despidió como correspondía a un hombre autóctono, al “filósofo recochero” que regresó a su patria chica cuando no pudo terminar sus estudios universitarios en Cartagena. Fue propietario de los bares ‘El Tuqui Tuqui’ y ‘El mismo Tigre Mono’, lugares donde se nutrió de numerosas anécdotas, escuchadas al tiempo que incrementaba sus propias narraciones.
En muchos pueblos encontramos personajes como El Flecha, aunque no corran con la buena suerte de Gustavo Díaz Naar, quien contó con un padrino literario que lo sacó de los cuadriláteros o tinglados de boxeo para situarlo en la memoria de los colombianos. El Flecha era, según él mismo, un “boxeador de profesión y bacán de fracaso”.
Se sabe tan poco de Gustavo Díaz Naar que, necesariamente hay que hablar del más prominente de sus amigos: David Sánchez Juliao, escritor, periodista, novelista, cuentista y diplomático.
En este caso, el conocimiento que tenemos de El Flecha se debe no a la pluma sino a la exposición oral que su paisano dio a conocer allá por los años ochenta. ‘El Flecha’, ‘El Pachanga’ y otros relatos se escuchan todavía, grabados en medios magnetofónicos. Desde sus comienzos, este género narrativo fue sometido a discusión entre los entendidos.
Hay quienes consideran que no se le debe llamar literatura; otros prefieren denominarlo, con cierto desdén, “literatura casete”.
Lo cierto es que por el solo hecho de utilizar la lengua como vehículo de difusión, los trabajos de Sánchez Juliao pertenecen a la oralidad, que hace parte de la literatura. Además, este autor fue el primero en el mundo en grabar un audiolibro en un casete, con los temas ‘¿Por qué me llevas al hospital en canoa, papá?’ y ‘El Pachanga’.
Este último es un largo monólogo que retrata al típico desempleado que se procura el sustento diario mediante el llamado “rebusque”; la eventualidad y el acaso son su única esperanza.
Sánchez Juliao escribió otros relatos, casi todos relacionados con la cotidianidad de los pueblos del Caribe colombiano.
El aspecto jocoso aflora en muchas de sus novelas, la mayor de las cuales es tal vez ‘Pero sigo siendo el rey’, con la cual ganó el Premio Nacional de Novela Plaza & Janés en 1983.
También son del autor costeño, ‘Historias de Raca Mandaca’ (1974), ‘Nadie es profeta en Lorica’ (1979), ‘Mi sangre aunque plebeya’ (1986) y ‘Buenos días, América’ (1988), entre otras. Sus obras han sido traducidas a doce idiomas; muchas de ellas aparecen como adaptaciones para cine y televisión. No se puede olvidar que el escritor recibió en vida diecisiete Premios India Catalina.
Tal vez no se recuerde que es de Sánchez Juliao una expresión que aparecía con mucha frecuencia en la publicidad radial y televisiva; siempre que la escuchábamos nos remitíamos a la pequeña obra ‘Abraham Al Humor’, en la cual el turco del cuento recomendaba: “Ahorra o nunca”.
David Sánchez Juliao nació en Lorica el 24 de noviembre de 1945. Fue embajador de Colombia en la India y en Egipto, cargos que le permitieron acrecentar sus conocimientos sobre otras culturas y obtener de ellas fundamentos para incorporarlos a la literatura. Sus historias grabadas han merecido cinco galardones Disco de Platino Sonolux; las adaptaciones de sus obras para cine y televisión han alcanzado resonantes éxitos internacionales.
Entre las distinciones que ha merecido su obra literaria se destaca el Premio Internacional Dulcinea, otorgado por la Asociación Cervantina de Barcelona, año 2000.
Gustavo Díaz Naar, la Flecha lanzada al mundo literario con tanto éxito, finalmente se reencontró con el narrador que la disparó. Como un bumerang, describió un círculo completo para retornar a las manos que en la eternidad la esperaban desde el 9 de febrero de 2011.