EL IMPARABLE CAMBIO CLIMÁTICO
Juan Manuel Ospina
En este año que se aproxima a su fin, se recrudece la amenaza de una crisis climática, sino es que ya está el mundo llegando a una verdadera catástrofe. En esta realidad, como bien lo sabemos, juega un papel determinante, aunque no único, el uso generalizado de combustibles fósiles – gas, petróleo, carbón -. La guerra en Ucrania y sus enormes impactos en el suministro mundial de energía, de golpe arrinconó los tímidos esfuerzos iniciados en el mundo para el desarrollo de fuentes energéticas alternas a esos combustibles fósiles, dominantes en los dos últimos siglos, durante la era de la producción industrial y del continuado proceso de urbanización del mundo. Fueron siglos durante los cuales el número de los humanos empezó a aumentar por fuera de los controles de la naturaleza que regulan y equilibran el tamaño de las poblaciones de las diferentes especies vivientes, humanos incluidos. Ese descontrol poblacional humano, generó una presión continua y creciente sobre unos recursos naturales finalmente finitos, a pesar de los enormes y continuados avances de la ciencia y sobre todo de la tecnología, para hacer más eficiente su empleo.
Están tan equivocados los que subestiman el impacto ambiental de los combustibles fósiles como los que consideran que la transición energética es algo tan sencillo y rápido como desconectar una fuente de energía contaminante y conectar la no contaminante. Las demandas por energía para la vida y la producción no cesan y las energías renovables – salvo la nuclear que es la fuente de la energía del Universo, indefinida y limpia -, son también en mucho menor grado, contaminantes y extractoras de recursos de la naturaleza. Al análisis de esta realidad lo enreda un creciente «romanticismo alternativo» que la envuelve, escuchada en las altas esferas de la decisión política colombiana; cargada de emocionalidad y carente de razones, imbuida de una visión maniquea de buenos y malos: los buenos son los partidarios de fuentes alternativas y los malos de las fósiles; según este razonamiento, bastaría una decisión y la política cambiaría pero según dicen, los malos no quieren perder unos ingresos extraordinarios y criminales que logran extrayendo de las entrañas de la tierra las materias primas para generar una energía que mata la vida. Parecen olvidar que esos capitalistas desalmados hoy son petroleros y mañana serán eólicos o solares o nucleares …
Y en su análisis económico están igualmente equivocados, pues si Colombia deja de extraer petróleo y carbón, en nada contribuye a parar la crisis/catástrofe ambiental mundial pero si se le desata al país una crisis monumental de ingresos públicos, en momentos en que el Estado necesita recursos abundantes para hacer realidad al menos una parte de las promesas electorales de Petro, que medio país espera y empieza ya a reclamarle; sin hablar del alto endeudamiento público que debe pagarse mientras que el gobierno lo quiere aumentar. La situación puede convertirse en la cuadratura del círculo, al pretender Petro, romántica e irresponsablemente, cerrar las entradas del 60% de los recursos públicos que provienen de las exportaciones petroleras y carboneras, con la vana e ingenua ilusión de que serán compensados exportando aguacates y con un turismo masivo e invasivo y que en alta proporción tiene una baja capacidad de gasto. Claramente, falta más reflexión y sobra emocionalidad populista en los planteamientos salidos de bocas oficiales, que permiten que simples opiniones se conviertan en posiciones oficiales.