martes julio 16 de 2024

¿Herencia desgraciada?

15 octubre, 2022 Opinión Augusto León Restrepo

Por Augusto León Restrepo

​Esta semana que termina, en Colombia han sucedido hechos de tan diversa índole y de históricas repercusiones futuras, que la convierten en centro de atención del continente y del mundo. La paz, que siempre será lo primero, esquiva, utópica, difícil de alcanzar, recibió un aliento que es preciso delinear en su nítida contextualidad. El Ejército de Liberación Nacional -ELN- y el Estado colombiano han decidido retomar conversaciones para terminar el conflicto armado que ha sido insoluble en más de cincuenta años de existencia, y que fueron interrumpidas por un descerebrado acto terrorista que terminó con la vida de una veintena de cadetes de la Escuela policial General Santander de Bogotá, el 17 de enero del 2019.

¿Que debemos celebrar y hacer votos por el éxito de los acercamientos ? Desde luego que sí. Demenciales han sido todos los actos asesinos de los diversos movimientos alzados en armas, que se han equivocado en la búsqueda del poder político a través de las armas, incluidos  los paramilitares, como demenciales las atrocidades cometidas por las fuerzas legales del Estado, estas últimas escudadas en la supuesta defensa de las instituciones democráticas o en la búsqueda de prebendas y condecoraciones. Abominable todo, en su conjunto. Las víctimas inocentes e inútiles, claman al cielo. La paz total no es solo un programa de gobierno. Es el anhelo de las nuevas generaciones y de nosotros, los veteranos de la vida, cuyo paisaje de sangre y desolación anhelamos que nos cambien, así sea al final de nuestros días. Años y años y en todos los gobiernos, hemos apoyado y expresado nuestra convicción de que solo a través del diálogo, es posible, así sea a largo plazo, que se vuelve larguísimo a veces, que los subversivos, cuya luchas ostentan trasfondo político, hagan dejación de las armas y se comprometan a resarcir los daños causados a la sociedad en general y a las víctimas directas, previa la solicitud de perdón y el compromiso sagrado de no reincidir en sus conductas terroristas, como formas de lucha para acceder al gobierno del Estado.

A punta de extenuantes e intensas negociaciones, se han alcanzado con guerrilleros y paramilitares, abandono de las luchas y desarmes efectivos. Con el M19, con los paras, con las Farc. Y de imaginación. Los cuatro años y más de lo de La Habana, que se concretó en Acuerdos, con todas sus imperfecciones, dilaciones para su cumplimiento por parte de ambos signatarios, la aparición de las disidencias armadas, las permanente y reiterativas críticas a sus resultados, con argumentos simplistas y monocordes, todo ello, ha sido el resultado más admirado y comprendido en las esferas internacionales.  Esta última experiencia, nos debe guiar en las nuevas aproximaciones con el ELN, que es hueso duro de roer, por el fundamentalismo y dureza de sus posiciones. Con un elemento quizás positivo y esperanzador; la presencia de la Iglesia Católica en la mesa de conversaciones, porque, quien lo creyera, los elenos tienen origen y fuentes es una explosiva mezcla de socialismo cristiano y dinamita. La Iglesia siempre ha sido invitada a las liberaciones de los secuestrados por esta guerrilla y los obispos de las regiones con su ostensible presencia han estado prestos a intermediar en operaciones humanitarias, que moderen los sangrientos episodios de guerra.

No va a ser nada fácil el empeño. Ni de corto plazo. Es posible, si es que se dan, que los resultados positivos solo se vean al final del gobierno de Petro. Son muchos los imponderables. Pero así de bulto, aparece que los cinco mil hombres en que se calculan los efectivos del ELN, entre combatientes, milicianos urbanos y redes de apoyo que operan, hacen presencia, en 21 departamentos y 165 municipios. Y dos países: Colombia y Venezuela. En Venezuela, es irrefutable, andan los del ELN como pedro por su casa, y algunos conocedores del tema sostienen que hacen parte de unas fuerzas paramilitares de apoyo al régimen dictatorial de Maduro, que sí esto es así, pondría a este en una posición insostenible como garante y anfitrión, con Cuba y Noruega, de las comisiones negociadoras.

Cuando terminaba esta columna, me encontré en el camino esta frase de Siri Hustvedt, un autor que desconozco por completo, y que nos debe golpear como un mazaso, máxime esta semana en que estaremos cerca de nuestros hijos y nuestros nietos, en su semana de vacancia estudiantil: «Los seres humanos son los únicos animales que matan por ideas». ¿Será que la mayor herencia que les dejaremos a los hijos y nietos, aquí, en Colombia, en Ucrania, en el mundo violento, serán las guerras?

Post scriptum: hoy se celebran en Bogotá las exequias del músico cartagenero, el Maestro Rafael Hoyos Campillo. Rafael fue profesor de contrabajo en el conservatorio de la Escuela de Bellas Artes de Manizales e integrante de la Orquesta de Cámara Arcángelo Corelli. En Manizales, hacia 1970 y mientras permaneció en la ciudad, hizo entrañables amistades, entre quienes nos contamos, que lamentan con profundo dolor su deceso. Rafael hizo expresa voluntad de que en su despedida se interpretaran varias piezas musicales como La Trucha, de Schubert, el Triple Concierto de Beethoven, la Chanson Triste de Botessini, la Sonata en sol menor de Henry Eccles, para piano y contrabajo y El Cisne, de Saint Saëns, según expresó su hija, la poeta, radicada en España, Adriana Hoyos Gómez. El Maestro Hoyos Campillo, fue padre de los virtuosos músicos colombianos Rafael y Leonardo Federico Hoyos.

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