martes julio 16 de 2024

Póngale una foto a la crisis…

Por Esteban Jaramillo Osorio

Bogotá, 31 octubre,2022_RAM_ No fue solo Diego Corredor quien se marcha, antes de que lo despidan. También los futbolistas, los directivos y, especialmente, los periodistas subalternos al poder.

Los manipuladores de opinión, que crearon falsas expectativas.

Un fracaso más del presidente de turno. Incapaz, como su entrenador, de enfrentar los conflictos internos o de superarlos, dominado siempre por su temperamento volcánico.

Caprichoso, apasionado, con delirios de persecución, e inseguro. Sin diplomacia en el manejo, señalando y, en muchos casos, despreciando o insultando.

De futbol poco

Demostrado está en su aprobación a los futbolistas preferidos por Corredor, ninguno diferente, ninguno con clase. Solo Torijano emerge como excepción.

Más de sesenta jugadores, en los últimos ciclos con derrotas, han pasado por su despacho. Son demasiados los fracasos porque los errores, rebasaron el ojo crítico al contratar. Decenas de millones se malgastaron en indemnizaciones, dinero suficiente para construir un equipo realmente competitivo que en vano ha esperado la afición.

De nada sirvió su esfuerzo por renovar la nómina, lo que se le abona, porque recurrió a jugadores descartes de otros clubes, sin mercado, o inactivos.

Gallardo para él, para el presidente, no fue solo un embeleco, fue un tiro en la sien, porque con él vulneró la autoridad del entrenador y lo llevó, cuando lo alineó, a jugar con diez.

Dejó prosperar sin cortarla, la verborrea de su técnico, quien le creó conflictos innecesarios con la afición y con la prensa. Suficientes tiene Castrillón, para lidiarlos.

Corredor es historia. No queda en la memoria porque su futbol le sacaba la piedra a los hinchas. Jugar sin pelota, futbol europeo, futbol de otra generación, desprecio a los talentos, miradas desconfiadas, a los jóvenes de la cantera; sin gol, al pelotazo y sin buscar la portería, esperando lo que llamaba justicia divina. Era su credo.

No había visto tanto despropósito. Sus disparates lo arrinconaron.

Lo peor, el desprecio al camino, a los proyectos, para buscar solo el resultado; obsesivo, sin oído ante su entorno porque temía una invasión a la autoridad y la privacidad de su vestuario. Con delirios de grandeza y rechazo al círculo cercano, a lo que le sumaba una incontinencia verbal provocadora como sofisma de distracción.

No sé si cada papelito que enviaba a sus jugadores, durante los partidos, era su despedida.

Las cifras que tanto defendía lo condenaron.

Otro fracaso. Otro técnico de salida. ¿y los otros responsables, los futbolistas que corrieron, pegaron y muy poco jugaron? EstebanJ.

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