Petro entre líneas
Juan Manuel Ospina
Cumplidos los famosos primeros cien días de la empresa presidencial, se puede avanzar una interpretación del gobierno, que vaya más allá de lo puntual y anecdótico. Intentaré leer a Petro entre líneas.
En la trastienda de su pensamiento, que es complejo y elaborado, encuentro cuatro fuentes o fundamentos: Ante todo, Orlando Fals Borda y su énfasis en los territorios y su crítica de las arbitrarias y burocráticas divisiones administrativas – departamentos y municipios -. El alma y columna de Colombia son sus territorios con sus características – sus desafíos y problemas -, su historia, su naturaleza, sus gentes, su cultura y organización social y sus fuentes del poder real, no del burocrático. Fue su pelea final y aunque en la Constitución no quedó consignado el punto concreto, si impregnó y orientó su espíritu.
La otra fuente es la Constitución del 91 en su reconocimiento y exaltación de la diversidad constitutiva de Colombia, a la par que su reivindicación de la unidad de la Nación, sustentada y alimentada en esa diversidad. En ese punto central, Fals vive.
El tercer fundamento, ya en el campo de la estructuración y ejecución de las políticas públicas, está la experiencia del DRI y sus enormes enseñanzas para aterrizar la política en realidades concretas y no en elaboraciones teóricas. Era, tiene que ser, la realización in situ del diseño, ejecución y evaluación del que y del cómo hacer, en una acción concertada en torno a proyectos, recursos y tareas u obras adelantada con las comunidades – juntas de acción comunal, cooperativas y organizaciones gremiales y de productores… -, la academia y técnicos locales, hombro a hombro con los gobiernos territoriales y las instancias regionales de las entidades nacionales. Eran proyectos y realizaciones que salían de la entraña regional y no de una fría oficina capitalina.
Y para rematar, el Papa Francisco y su panteísmo ambientalista, su himno a la vida, a la naturaleza. Apostaría que uno de los escritos de cabecera de nuestro Presidente, es la Encíclica Laudato si´. Veo detrás de Petro, la figura tutelar de Francisco de Asis, cuyo representante en la tierra es el actual Papa. Ese es el cierre de un pensamiento articulado, complejo pero aterrizado que más allá de muchos discursos y planteamientos frecuentemente confusos y aún contradictorios, tiene unos hilos conductores firmes, unos objetivos congruentes. Petro tiene sin duda una visión con objetivo, teleológica.
Esto en concreto empieza a llevarlo a formular planteamientos más concretos. Empecemos por el propósito más gaseoso, la paz total. El término es equívoco; en el fondo apunta a que, así al menos lo entiendo, que es posible lograrla avanzando paso a paso en las regiones, pues se reconoce que la violencia también tiene su sello territorial, sus particularidades y formas de aproximación, de construcción. El proceso no será uniforme, pero cada paso será un avance de la paz y un retroceso de la violencia y de la barbarie; es terreno que la sociedad va recuperando y de la mano de ella, el Estado y su legitimidad.
Con la tierra no puede ser, como empezó el gobierno, planteando una reforma agraria que, sin más, se ejecutaría en el conjunto del territorio nacional, más a tono con los propios de las revoluciones mexicana y cubana. Lo lógico, lo factible y exitoso es que los cambios en la propiedad de la tierra, que son necesarios, no deben surgir de una orden nacional sino de la evaluación regional/territorial sobre su necesidad y características, como parte integral de un plan de desarrollo rural con enfoque territorial, donde la cuestión de la tierra es parte integral de una política, sin que se confunda con la política misma.
Un último caso, la reforma de la política de salud. Al inicio del gobierno, decían que acabarían con todo, porque supuestamente teníamos el peor sistema de salud del mundo; su propósito, derogar la ley 100 y regresar a un sistema estatal. Pero los planteamientos cambiaron, filándose con lo que considero es el alma del proyecto petrista: una política nacional pero que se expresa y materializa de acuerdo con las condiciones propias de comunidades y territorios, montada en el principio de sabiduría de «más vale prevenir que curar», haciendo para ello énfasis en la prevención y no en la curación. Verdades sabidas de antes que ahora podrían dejar de ser una visión marginal para volverse el eje de la política. Nuevamente, es trabajando desde abajo, desde el territorio que es urbano y rural, en una acción donde reaparecen nuestros tres protagonistas: las comunidades, el Estado y la iniciativa privada, enmarcada ésta en las condiciones de ser, por delegación gubernamental, prestadora de un servicio básico.
Parecería que finalmente empieza a disiparse la neblina de confusión que rodeo el inicio de este gobierno. Es un primer avance que hay que reconocer y por el bien del país esperamos que en estos campos y en otros que no mencionamos, se pueda pasar de la clarificación de la propuesta a su ejecución. El camino señalado creemos que es correcto.