lunes julio 15 de 2024

Desde la Santamaría/Desconsolador episodio

17 diciembre, 2022 Opinión Augusto León Restrepo

Por Augusto León Restrepo

Al amanecer del día jueves 15 de diciembre, el Senado de la República aprobó en segundo debate el proyecto de ley por medio del cual se prohibe la celebración de las corridas de toros en todo el territorio nacional. Nuestro colaborador Augusto León Restrepo, aficionado y columnista taurino por varios años del diario La Patria con el seudónimo de Fray Rodín, escribió en enero del 2017 el siguiente artículo que hoy reproducimos por considerarlo de oportuna actualidad:

Yo, que me he cortado la coleta varias veces como aficionado taurino por variadas razones, entre las cuales enuncio las de que no me gusta el toreo técnico de El Juli, ni los toros de Miguel Gutiérrez, ni la lidia efectista  de los picos de las muletas, aun cuando algunas veces he pedido orejas para Julián López e indultos para los pupilos-como dicen los comentaristas taurinos- del descendiente de quien fue mi superior y criador de reses bravas, el bien recordado manizaleño Ernesto Gutiérrez Arango – contradictorio e inconsecuente que es uno- compré el abono para la temporada  de Bogotá que está en sus inicios. Me emperifollé para irme con mi mujer y mis amigos cercanos Hincapié, Villalobos y Wagenberg  a los tendidos bajos de Sol y después de un saleroso condumio emprendimos el camino a la Plaza de Santamaría, desde el Hotel Tequendama, a doscientos o trescientos metros de distancia entre los dos sitios, para quienes no conozcan a Bogotá. Ya en la calle, la presencia de centenares de Policías y la vocinglería de una masa informe, que se aglomeraba a lado y lado de la ruta que habíamos escogido, me dio la impresión de que algo sucedía pero que nada tenía que ver con nosotros, inermes ciudadanos que íbamos a presenciar un espectáculo al que, en mi caso, asisto desde hace cerca de setenta años, cuando de la mano de mi padre Agustín Restrepo, fui a ver a la rejoneadora peruana Conchita Cintrón en la Plaza de Toros El Soldado de Manizales. Y grande fue mi sorpresa  cuando entendí que los madrazos, el grito de ¡¡ASESINOS!! , escupitajos, lanzamientos de orines , pintura roja, amagos de agresiones físicas que no consumaron porque nos separaban sendas barricadas, frases como las de que porque no va a torear a su madre o a la zorra de su mujer, salidas de bocas desfiguradas y rostros demoníacos, y otros imaginativos denuestos, eran para nosotros y los diez mil ciudadanos que con nuestra presencia queríamos, además da darle pábulo a una afición, protestar por las prohibiciones y las restricciones para las minorías, que en las pretendidas democracias deben ser protegidas y amparadas. Repuesto de mi sorpresa, cobijé a mi mujer y puse cara de estoico, lo que para mí no es difícil por cuanto lo aprendí en el ejercicio de la política y, altivo, en silencio absoluto y mirando siempre hacia el frente, salimos airosos e indemnes del desconsolador episodio, no sin darle la mano agradecida a uno de los mil doscientos policías que nos defendieron de las hordas antitaurinas.

Ya en la Plaza y antes de que sonaran clarines y timbales, traté de elaborar algunos razonamientos para lo que acababa de presenciar y lo primero que se me vino a la cabeza fue que ese tránsito del Tequendama a la Santamaría, ya lo había vivido en los libros y en el cine. Fue muy semejante, me dije, a los fúnebres y terroríficos desfiles de los condenados al cadalso cuando los pueblos se levantaron en busca de la igualdad, la fraternidad y la libertad y con sus puños en alto, sus palabrotas y sus desdentadas bocas pedían la muerte de los déspotas y sus cortesanos. Ahora, en pleno siglo XXI, se repetía la historia: a unas personas sintientes, se les quería conducir a la picota con el pretexto de defender la integridad  de seres  sintientes también, no lo vamos a discutir, pero animales excepcionales levantados y criados  para llegar a su muerte mediante un rito, una ceremonia con oficiantes revestidos, en una representación efímera que tiene que ver con el arte, con la vida y con la muerte, con las tradiciones populares, en vez de ser sacrificados por unos matarifes que esgrimen escabrosos cuchillos, para terminar hechos churrascos y chunchurrias  dentro de la nutricia cadena cárnica de los humanos. Esos seres sintientes, los peces, los bovinos, los pollos, los patos, los caballos, las hormigas, los mojojoyes y caracoles, los pulpos, los calamares, los cerdos y los cerditos, que mueren todos los días, mediante los mas disímiles y cruentos procedimientos, que no merecen la más mínima solidaridad de los antitaurinos.

Pero pongámonos serios. Esos muchachos gritones y agresivos, bocones  y malhablados, tienen pleno derecho a «dedicarse» con lo que sucede en las Plazas de Toros y a manifestar en público su desagrado. Me contaron que hubo plásticas representaciones teatrales por parte de los antitaurinos. Nos podemos dar la mano con eso. Tengo amigos muy cercanos y queridos que nos reclaman por la asistencia a la Plaza que ellos consideran antiecológica y fuera de tiesto para la modernidad, y hijas que no permiten que llevemos a los nietos a los circos, pero que no nos consideran asesinos ni tampoco quieren que nos sometan a violencias ni vejámenes. Como tampoco quisiéramos nosotros que los protestantes fueran víctimas de gases lacrimógenos, de bombas aturdidoras, o de las fuertes actuaciones de los del ESMAD, en aras de la defensa del orden público, ni mucho menos niñas y niños, que por muy importantes que sean sus padres no deben estar en esta clase de «celebraciones» democráticas.  Democráticas e integradoras de nuestra sociedad, retrato fiel de la amalgama que somos, como me lo dijo el Maestro y taurino Germán Villalobos: » ala, me parece muy chirriao que Petro y Peñalosa coincidan en el NO a los toros, con Holman Morris y el Concejal Sanguino, mientras que adentro de la Santamaría se vean casi codo con codo a Alfredo Molano Bravo y Antonio Caballero Holguín con el ex Procurador Alejandro Ordóñez Maldonado y  José Félix Lafaurie Rivera, Presidente de los Ganaderos, gritando olés, y afuera contra las vallas protectoras se vean cogidos del brazo mentando madres a los caribonitos estudiantes de la Javeriana, los Andes, el Rosario y los descachalandrados de la Distrital, la Pedagógica y la Nacional, junto con ex habitantes del Bronx, la alpargatocracia petrista del sur, los nazis con cara de punks, encapuchados con el pecho desnudo, niñas adolescentes del Nueva Granada y  del Leonardo Davinci, con chicas de los colegios distritales y de las escuelas de comercio, en un sancocho nacional identificatorio, como diría Bateman. Esta integración no la permite más que la Fiesta de los Toros, ala», concluyó Germancito. A mí solo se me ocurrió contestarle con lo que le respondió el poeta Jorge Rojas a Neruda, cuando éste abría los ojos ante el macondismo colombiano: «Esta es Colombia, Pablo». ¡Ah!…y el próximo domingo estaré en la Plaza, porque yo no nací en el mes de los temblores, como diría una dirigente política. Y porque todavía puedo correr…

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