Pepe Cáceres
Por Augusto León Restrepo
Tenía información sobre que Sebastián Eslava Vélez, un joven con estudios actorales en Estados Unidos había dirigido una película con el nombre de Pepe Cáceres e interpretado su papel protagónico. Que la presentó en la Cinemateca Distrital de Bogotá en octubre del 2022 y que su estreno en los teatros de Cine Colombia se haría en enero del 2023, el día 19, para ser más exactos. Y como he sido aficionado a la tauromaquia y al cine, me fui a la primera función, que, en efecto, se llevó a cabo en la sala del centro comercial Granahorrar de Bogotá y supongo que en otras de diferentes ciudades del país.
Desde muy joven asisto a las plazas de toros y lo he hecho por gusto, por disfrute de un espectáculo para el que tengo válidos argumentos que me permiten calificarlo dentro de lo artístico, como el teatro, la ópera, el ballet, los conciertos, de efímera vistosidad, pasajero e irrepetible, pero con implicaciones filosóficas sobre la vida y la muerte, y con reflexiones sobre el destino de algunos selectos animales, que han sido criados para morir en una plaza de toros y no de viejos, paciendo en los potreros o a manos de un descuartizador en un matadero, o a causa de una descarga eléctrica en su cabeza. Pero vámonos del toro, que a lo que vinimos es al cine.
Viernes 19 de enero de 2023. 6 y 30 de la tarde. Qué bueno y agradable es el cine en pantalla grande. Con crispeta y la oscuridad, el silencio y la concentración en la pantalla. Por ahí unos veinte espectadores. Mejor todavía. En las primeras escenas, un actor de una corpulencia que llenaba toda la pantalla, y que obedece al nombre de Melanio, y un niño, José, que manifiesta que quiere ser torero, después de que vio a través de un hendija de una artesanal e improvisada plaza de toros de su pueblo, Honda, en el departamento del Tolima, Colombia, a unos individuos con unos extraños trajes, dándole mantazos a un cebú, ante la algarabía de un público entusiasmado que animaba con sus gritos y olés a quienes se atrevían a capotear a semejante monstruo. Tal vez Pepe creyó que en esos aplausos consistía la fama, el reconocimiento y la gloria, la aceptación y el afecto de que carecía en su abandono hogareño y se fijó como meta hacer parte del extraño espectáculo que es la torería. José Humberto Eslava Cáceres, Pepe Cáceres, padeció la orfandad desde temprana edad. Su padre se suicidó y su madre dejó su crianza a cargo de una de sus abuelas.
Nunca he podido descifrar el porqué de que a alguien se le ocurra ser torero. Eso de jugar con la muerte, no es de cuerdos. Los diálogos entre el muchachito y el picador, el legendario Melanio Murillo, muy bien interpretado por Néstor Alfonso Rojas, y los enanitos toreros, nos introducen en la película, en la que, permanecimos espabilados en los noventa minutos de duración, así es de bien llevada su trama, parte de la cual es de conocimiento público, pero parte también es ficción, medida, aséptica, respetuosa por el personaje. Sin truculencias ni populistas concesiones al espectador, como podría haberlo sido, en vista del personaje real que fue el Maestro Pepe Cáceres, de novela y leyenda. El niño novillero, creo que fue interpretado por el hoy coletudo Cristian Restrepo.
Y ahí empieza la trama en la narración escrita por Sebastián Eslava Vélez, de su propio puño y letra. Guion muy bien trabajado, digámoslo de una vez, objetivo, en sus justas proporciones filiales. No es nada fácil escribir sobre los padres. Porque lo han expresado los críticos, termina uno como muy buen hijo, pero pésimo escritor. No hay asomos de lágrimas en las frases de Sebastián, pero sí una recóndita tristeza, una cierta desolación ante la vida de su padre, muy ajustadas a sus sentimientos y a su sobria forma de expresión. Para ser su ópera prima, Sebastián merece unas aplaudidas vueltas al ruedo.
La película, bien puede llamarse EL TORERO: en sus trazos, en sus perfiles, en los amores y en los desamores, en la paradójica comunión entre los toreros y los toros, que llevan en sus cuernos las heridas y las muertes -Pepe Cáceres murió a causa de la lesión mortal que le produjo el asta del toro de nombre «Monín», en el albero de Sogamoso un 20 de julio de 1987- en sus temperamentos de gladiadores en el circo y en la vida, en sus triunfos y sus derrotas, que con tanta estética y conocimiento expone en su película Sebastián, puede identificarse cualesquiera de quienes militan en la difícil, misteriosa e incomprendida profesión de matador de toros.
Esto del cine y del cine colombiano en particular es indescifrable. No se qué suerte taquillera va a tener Pepe Cáceres, pero se merece la mejor. De las películas realizadas y producidas con el sello de nuestro país, para mi gusto es una de las mejores en su concepción y en su desarrollo, en las últimas décadas. Bien pudiera hacer sido un bodrio, aparatoso y por salir del paso, sin un digno tratamiento. Facilista. No es el caso de Pepe Cáceres. Vayan a ver la película escrita, dirigida y actuada por Sebastián Cáceres Vélez y codirigida por el cineasta Camilo Molina Parra, en sobresaliente equipo.
La fotografía y la música, son dignos complementos. Las cámaras se recrean en primeros planos y en expresiones actorales de verdad conmovedoras. Y no exentas de poesía. Para retener en la retina, la bella escena del torero en el campo, en noche estrellada, con su torso descubierto y pantalón de paisano, dando muletazos interminables, en absoluta soledad y entrega. En fin, para mi gusto una pieza de mucho valor en la filmografía colombiana, digna de festivales y de muestras. Compren la boleta. Vayan a sus proyecciones. De su asistencia, depende su permanencia en cartelera. No dejemos que esta pieza se pierda en el anonimato o termine en las somnolientas programaciones televisivas dominicales de las anodinas o mediocres producciones cinematográficas de quienes asumen el cine colombiano como un negocio y no como el séptimo arte, que lo es.