Luis Alberto Fernández Pérez: Historia del charro dorado de Cuba
Por Guillermo Romero Salamanca
Bogotá, 10 abril, 2023_RAM_En las calurosas tardes, en la isla de la Juventud en Cuba, el plan consistía en prender la radio y bajo la sombra, escuchar el programa que emitía música mexicana.
Día tras día pasaban temas de Jorge Negrete, Javier Solís, Vicente Fernández, José Alfredo Jiménez, Antonio Aguilar y Pedro Infante y de esta forma, Luis Alberto Fernández se enamoró de esa música.
En las reuniones familiares, don Juan Enrique, su padre, entonaba con su guitarra algunas canciones y hubo una especial que pronto aprendió y decía: “Habrá flores muy bonitas/ Habrá flores muy preciosas/ Pero ninguna es más linda/ Que una flor que hay en mi casa/ Es verdad que está marchita/ Y tiene su sien plateada/ Para mí es la flor más linda/ Ella es mi madre adorada. Madre del alma querida/ Eres tú mi adoración/ De los jardines del mundo/ Eres la más bella flor”.
Era una canción famosa en Cuba, interpretada por un cubano llamado como “el charro negro”. No hay mayores registros en internet ni de la canción ni del intérprete, pero fue suficiente para que Luis Alberto, fijara su amor por la música. Lo marcó de por vida.
“Con esta canción y con las rancheras, conocerás el mundo”, le dijo proféticamente don Juan Enrique.
Entonces el joven Luis Alberto salía en las mañanas a cantar a la playa. Entre las olas y la brisa desplegaba toda su pasión por las canciones rancheras. Incluso se paraba frente al Atlántico con el pecho levantado imitando a los grandes ídolos mexicanos.
En las reuniones familiares, entre mojitos, yuca con mojo, moros y cristianos, picadillo a la criolla, tamales en cazuela o ropa vieja o tantas otras delicias que preparaba su abuela, entonaba algunas de sus canciones.
Lo comenzaron a invitar para cantar en otros lugares de la isla hasta que ya los cien mil habitantes aplaudieron su actuar. Un día le dijeron: “Tienes que ir a La Habana”. La familia estuvo de acuerdo y en una lancha, con alguna ropa, pero el corazón repleto de sueños, partió para no regresar.
En la capital averiguó dónde cantar. Inquieto como siempre, visitó las emisoras, habló acá y allá y logró algo inesperado: ser incluido en el catálogo de Cubadisco. Un gran avance. De pronto, le avisaron de una posibilidad para ir a Rusia y cantar allá en algunos sitios nocturnos. Animado, con ahorros, de no sabe cuántas presentaciones, llegó a Moscú. Un frío inolvidable. Nunca lo había sentido. En el aeropuerto esperó por horas y sus contactos no aparecieron. Tarde comprendió que había sido estafado.
No sabía qué hacer. Lo primero que se le ocurrió fue llorar. Tenía 19 años, pero su juventud no le impedía que tuviera un momento muy sentimental. Un taxista haitiano sintió compasión con él y lo hospedó en su casa. Algo tenía que hacer y le dijeron que había un sitio donde cantar sus rancheras. Fue hasta allá y efectivamente había un mariachi. Él pidió permiso para cantar, lo hizo con emoción, con nostalgia y al dueño le gustó su demostración. Unos rubros le dieron subsistencia por varios días. Noche tras noche llegaba a cantar.
En una conversación con su hermana Irina, al verlo tan lejos y desolado, le dijo: “Vente para Estados Unidos”.
Esas cuatro palabras las recitó por horas. “Vente para Estados Unidos”
Parecía fácil, pero no resultaba tan sencillo y entonces, después de meditarlo, agradeció la acogida a su amigo taxista haitiano y a su esposa colombiana y comenzó un periplo que lo llevó por Italia, Francia y muchos recodos europeos hasta llegar a Guatemala.
Allá contactó a unos “coyotes” que le prometieron llevarlo a Estados Unidos. Lo metieron en un carro y como el cupo estaba completo, a Luis Alberto le tocó viajar en la cajuela. Cada ocho horas lo sacaban para que estirara los pies, comiera algo y fuera al baño. Golpeado y maltrecho, pero con una montaña de sueños buscó a la Policía en Texas y se entregó a las autoridades.
Consiguió diversos trabajos como obrero de construcción, mensajero y hasta vigilante de la joyería india. En sus ratos libres, a sus amigos, les cantaba rancheras y hasta la primera canción que se aprendió: “Habrá flores”.
Uno de esos asistentes le dijo: “Órale, ¿por qué no mandas un video a “Minuto de fama”, quién quita…”
Le gustó la idea, lo envió y a los pocos días lo llamaron: “Vente para Miami”. Alegría total. Llegó a la capital del Sol, presentó su voz y ganó. No lo podía creer. Ya era popular en la colonia hispana de los Estados Unidos.
Telemundo lo invitó a participar como actor en “Eva la trailera”. De México lo llamaron para participar en el reality “Va por ti 2” y allá quedaron impresionados con su estilo y su voz. Figuras como Pepe Aguilar, Los Tigres del Norte, Calibre 50 y la gran Alejandra Guzmán le dieron el visto bueno. Los mexicanos aplaudieron su actitud y asombrados de la forma como un cubano interpretó sus rancheras, lo recibieron con elogios.
Alejandra Guzmán le presentó a Pepe Ortega, multiganador de los Premios Grammy Latino, con quien grabó un álbum y, gracias a su éxito, lo convirtieron en miembro votante de la Academia y artista revelación regional mexicano por los Premios Fox Music USA.
Medios de comunicación como CNN En español, Univisión, Telemundo, Nuevo Herald, Diario Las Américas, El Universal, Televisa, Tv Novelas, Tv Notas lo catalogaron como la nueva promesa del género ranchero a nivel mundial.
Para comienzos del 2020 lanzó de su propia autoría el tema «Por si te falta algo en la cama», un corrido ranchero con más de 5 millones de visitas en YouTube y a raíz del éxito obtenido con esta canción, Alma Records le otorgó disco de oro en Colombia, lideró los charts radiales en Colombia, Bolivia, Estados Unidos y quedó pre nominada en cuatro categorías en los Latin Grammys 2020.
Visitó Colombia y quedó impresionado con sus paisajes, grabó varios videos, uno de ellos en el Eje Cafetero y otro en Cartagena.
No para de trabajar, siguen los éxitos, llegan conversaciones con empresas de televisión, atención a medios de comunicación, continúa componiendo, cantando, actuando, pero deja unas horas de la semana para ir a la playa con su hijo, monta en un bote y canta con su padre aquella primera canción ranchera que tanto le marcó en su vida: “Habrá flores muy bonitas/ Habrá flores muy preciosas/ Pero ninguna es más linda/ Que una flor que hay en mi casa/ Es verdad que está marchita/ Y tiene su sien plateada/ Para mí es la flor más linda/ Ella es mi madre adorada.
Así avanza la vida del charro dorado, un cubano que interpreta las rancheras con todo el corazón y aún guarda toneladas de sueños con sabor a piñas coladas de su isla de la Juventud.