Buscando colegio en Bogotá
Javier Borda Díaz
Los colegios privados pueden tener muy buenas intenciones, pero son un negocio y como tal abusan muchas veces de los padres de familia.
En la búsqueda de un buen colegio se encuentran sorpresas y la peor, quizás, es que sigan cobrando de frente y sin pena los bonos, un dinero adicional a la pensión y a la matrícula que se debe dar cuando los estudiantes ingresan por primera vez a la institución. Este chantaje continúa impune a pesar de que la Corte ya había dicho que quebrantaba tres principios básicos defendidos por la Constitución: la igualdad, la educación y la libre asociación.
¿Dónde está el Ministerio de Educación para sancionar? Si en un colegio se educa y la educación está relacionada con la honestidad, ¿no es un descaro que esto se normalice? Es tan infame la situación como cuando un policía roba o como cuando el fiscal anticorrupción del país es capturado por corrupto. Además, en algunos colegios se ofrecen ofensivos beneficios: “si pagan el bono, recibirán un descuento mensual en la pensión de $ 200.000 durante un año”, dijeron particularmente en uno de ellos. Un descuento de $ 200.000 para ¡un bono dizque de $ 17’000.000!
Con tal de sumar clientes (no estudiantes) algunos colegios acuden a lo que sea. Una señorita de admisiones de otro colegio nos mentía a la audiencia de la siguiente manera: “en nuestro colegio no ha habido nunca un caso de bullying, eso no pasa aquí. Tampoco hemos tenido un solo caso de drogas”. Por si usted no lo sabía, ¡Colombia está entre los países con más matoneo escolar en el mundo!, según la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras. Este es un problema grave al cual no hemos prestado suficiente atención.
A pesar de tantas cosas difíciles, muchas cosas han cambiado para bien. Los tiempos son otros. La diversidad de colegios es grande.
En la búsqueda de un colegio también se ponen a prueba muchas cosas propias. El prejuicio —y clasismo también— es una de ellas. Casi a modo de confesión, debo decir que no ha estado en la baraja de opciones matricular a mi hijo en un colegio público. Ese es un problema del país, en el que tristemente la buena educación se mide en estratos. Y la buena educación no puede seguir siendo un privilegio, sino un derecho.
En Bogotá hay que pensar en el tráfico, cómo no. Me resisto a matricular a mi hijo en un colegio donde la ruta escolar lo debe recoger a las 5:30 AM o antes para que pueda llegar a tiempo a clase. Gastarse 4 horas diarias en bus no está bien y menos para los niños. Tampoco que después de estar todo el día en el colegio tengan que llegar a casa a hacer más tareas con sus padres. Somos seres humanos, no ‘quehaceres’ humanos.
Como esta columna se ocupa generalmente de temas digitales, también sobresale en esta historia lo que dicen los colegios sobre Internet y los celulares. Algunos bloquean el wifi, otros aprueban el uso de los teléfonos en los descansos, por ejemplo. Pero la prohibición absoluta no puede ser la solución. Quienes dicen que hasta los 14 años un joven pueda acceder a un celular están viviendo una quimera. Internet, las redes y la inteligencia artificial ya son un hecho, obviarlas en la educación es un error.
A pesar de tantas cosas difíciles, muchas cosas han cambiado para bien. Los tiempos son otros. La diversidad de colegios es grande. Los hay laicos, católicos ‘tranquilos’, religiosos en extremo, abiertos a diferencias en la sexualidad, en fin… Ya muchos no evalúan por cátedra sino por proyectos. ¡Excelente! Se habla de sostenibilidad y cuidado del medioambiente. Algunos prohíben cualquier consumo de galguerías, hasta un paquete de papas. Hay calificaciones menos rígidas en la memorización y más orientadas al logro de un resultado en equipo y la creatividad. ¡Felicitaciones!
En ese océano de posibilidades algo muy prometedor es la idea de que los niños sean felices en el colegio. Es bonito ese concepto. En el significado de esa frase está el futuro de verdad. El problema es que se deba pagar demasiado para poder acceder a una formación de este tipo, incluso que toque pagar bonos, cuando el dinero, ciertamente, cada vez alcanza menos.
@javieraborda