Harry, El Inolvidable
Andrés Hoyos
Antes de saber hablar inglés, me aprendí de memoria “Jamaica Farewell”, la famosa canción de Harry Belafonte en Calpyso, su primer álbum, compuesta por Irving Burgie. El disco, que en ese entonces venía prensado en el novedoso formato de Long Play en acetato, estaba en la casa de mis padres y ambos lo ponían mucho en un High Fidelity que teníamos, así como mis hermanas mayores. Calypso salió al mercado en 1956. La letra aún repica en mi cabeza con gran facilidad: Down the way / Where the nights are gay / And the sun shines daily on the mountaintop. / I took a trip, on a sailing ship / And when I reached Jamaica I made a stop… Tengo en mi lista de Spotify diez o más versiones, por ejemplo la de Sam Cooke. También me sabía “Day O”, conocida como “Banana Boat”.
Belafonte murió la semana pasada. He venido a enterarme por sus obituarios que él hacía parte de un grupo creciente, el de los mestizos, que incluye por ejemplo a Barack Obama. Harry tenía una genética parecida: 50% blanca, derivada al igual que el expresidente de dos de cuatro abuelos blancos. Por lo que muestran las fotos de Belafonte, la mezcla resultó muy exitosa. Por el camino el atractivo cantante se casó tres veces y tuvo cuatro hijos. Basado en su notable buenamozura, Belafonte emprendió en paralelo una carrera de actor de cine. Esta, sin embargo, fue mucho menos brillante que la de cantante. En particular, lo opacó su amigo de barrio y después rival Sidney Poitier.
No bien se volvió famoso, Belafonte más o menos puso en un segundo plano su carrera musical, dando conciertos salteados aquí y allá, para dedicarse de lleno a la lucha por los derechos civiles, al lado de su ídolo y contemporáneo, Martin Luther King. El cantante también figuró en la posterior lucha contra el apartheid, entre muchas causas inclinadas hacia la izquierda. Aunque no es tan conocido por esto, en América Latina apoyó a gente problemática, dígase a Fidel Castro o a Hugo Chávez, deslices que cualquiera medio olvida una vez suenan las canciones.
Los amantes de su música, paradójicamente, eran más que todo blancos. De hecho, por esos años el Caribe negro descartó al calipso como ritmo identitario y acogió al posterior reggae, popularizado por artistas como Bob Marley y Peter Tosh, entre otros. El calipso es un ritmo más viejo, pues tuvo su origen en la segunda mitad del siglo XIX, mientras que el reggae se inventó en la década de 1960, influido por el Rythm & Blues y la música soul. La base de tambores del calipso es menos notoria que la del reggae, donde la influencia africana se nota más, y el reggae es mucho más bailable que el calipso. Sobra decir que el éxito de los calipsos de Belafonte abrió la puerta a los ritmos nuevos, algo que el propio Bob Marley reconoció con al menos un cover.
El Belafonte original quedó fijo en la memoria de muchos de sus fans de la primera época, incluyéndome. Los discos posteriores en parte retroalimentaron esa imagen, sin aportar alteraciones de sustancia. A veces pasa que los estilos musicales de alguien perduran sin grandes cambios, según el viejo proverbio gringo que dice: si no está dañado, no lo arregles. En fin, querido Harry Belafonte, farewell para ti. Más que recordarte con nostalgia, te pondremos a sonar con frecuencia. Buen viaje.