Qué siga la fiesta…
Esteban Jaramillo Osorio
La selección femenina, terapia de choque del futbol, en un país con desconfianza en permanente conflicto.
Es el reflejo de una Colombia que subsiste con empeño en las adversidades, que enfrenta los conflictos sin miedo, con ganas, con garra, con un inclaudicable espíritu de lucha.
En el gol del triunfo ante Alemania, salte de la silla con emoción sin límites. Valió la pena el madrugón.
Jugada premeditada, estudiada, de estrategia pura. Un cabezazo de Manuela Vanegas, en la agonía del partido, limpio, dirigido, certero, como el golpe de un martillo, al rincón de la portería, que premió con justicia el esfuerzo continuo, sin desfallecimientos del equipo colombiano, que miraba con respeto, pero sin miedos a su cotizado rival.
Antes, el empate transitorio que situó mi memoria en Italia 90, con el gol agónico de Rincón que lo catapultó a la gloria ante el mismo rival.
Colombia no busco, tras el penalti en contra, cobardes refugios defensivos. Mantuvo, aunque esporádicas, sus tendencias de ataque.
Más atrás, en el partido, el fabuloso gol de Linda. Parecido al del tino en el cinco cero ante Argentina, con certeza y precisión al colocar el balón en un rincón imposible.
A lo largo del juego, Colombia respondió con técnica a la propuesta física alemana. Es nuestra principal virtud. No se resintió ante los firmes marcajes, tampoco trastabilló frente al juego medio de conexión constante que planteó su oponente sin profundidad y peligro, y se mantuvo sin quebrantos en un ejercicio reactivo, físico-defensivo, evitando sobresaltos, con repliegues veloces.
Linda no es Pelé. Ante ello no podemos perder las proporciones, pero es nuestra Pelé. Es la alegría de las canchas que marca diferencias y rescata los valores rechazados por el llamado futbol moderno, resultadista, que hoy se practica.
Con ella un equipo compacto, serio, que no aburre.
El triunfo logrado tiene valoraciones extraordinarias, por la categoría del rival, la envergadura del torneo y por el futbol exhibido.
Soñar no cuesta un peso. Es hora de hacerlo, porque muchas razones hay para creer en la consagración máxima, que cierre las heridas después del fracaso a Catar de las estrellas dominadas por el ego y las burguesías, incapaces de sentir, como esta selección, el calor del pueblo y el amor por la camiseta. Esteban J.
Twitter: @estejaramillo