Rebelión o pantomima
Andrés Hoyos
Pese a que vivo pendiente de la invasión de Rusia a Ucrania, pues en el mundo actual no hay un conflicto de importancia semejante, no me las voy a dar de profeta pues he visto a grandes expertos fallar en toda la línea, a veces de forma aparatosa. Nadie sabe cómo va a concluir este lío mayúsculo ni cuánto va a durar, salvo que para siempre no es. ¿Mil días al igual que la famosa guerra colombiana de hace más de un siglo? Algo así. Lo que sí hay que plantear son los problemas que deberán resolverse de un modo u otro en las próximas semanas, meses o años.
A lo largo de los más de 500 días que ya lleva la guerra, Ucrania ha ido mejorando su posición, sin que todavía se pueda decir que tenga el triunfo a la mano. Este país es cada vez más clave en el tablero de Europa. De más está decir que la inmensa cantidad de ruido reciente, debido a la insurrección fallida de Prigozhin y sus muchas secuelas, fortalece la ayuda de los occidentales a Ucrania, pues ellos están viendo resultados tangibles de lo mucho que hasta ahora han aportado. Un gran termómetro puede ser Erdogan, el recién reelegido presidente de Turquía. Hoy él se acerca a Ucrania porque la ve fortalecida y se aleja de Rusia por lo contrario.
Han ido saltando liebres del cubilete. Pese a que Putin llamó a Prigozhin traidor y según algunas versiones lo quería ver muerto, ahora resulta que se reunió con él y 35 comandantes el 29 de junio, es decir, cinco días después del motín. El encuentro ocurrió aparentemente en Moscú, pese a que las crónicas al respecto son confusas, cuando no contradictorias. A la semana, Prigozhin volvió a Rusia, esta vez a San Petersburgo, a recolectar armas y dinero, según se dice. ¿Qué conclusión debe uno sacar de este enredo? Una ineludible: Putin se siente muy débil y no puede prescindir de los paramilitares de Wagner.
La OTAN obviamente se ha fortalecido en el proceso, así las necesarias unanimidades lo hagan todo más lento. Ucrania no podrá ingresar por ahora a la OTAN, no antes del fin de la invasión, pero ya cabe poca duda de que si logran echar a los rusos, mañana harán parte de la alianza, como hoy participan Finlandia y Suecia, durante décadas reticentes a pedir el ingreso y admitir el grado de subordinación que esto implica.
La mayor de las incertidumbres en este conflicto es la de Rusia: cómo va a evolucionar, qué niveles de agresividad mostrará en el futuro, si se puede o no llegar a acuerdos con ellos que no impliquen la cesión de tierra ucraniana. Mucho se ha discutido a quién favorece la prolongación del conflicto. Hasta hace unos meses se decía que a Rusia, dada su mayor resistencia y recursos, pero hoy no queda nada claro, pues bajo Putin el mando militar de Rusia se ha ido resquebrajando. Una grieta por definición puede volverse más ancha, hasta que se abre un gran boquete. En fin, yo también fingiré sorpresa si el esquema ruso de Putin sufre nuevos desperfectos graves o incluso se derrumba. Algo así es imposible de profetizar, si bien hoy los rusos están bastante enredados.
Muy claro sí debe quedar que los ucranianos van a vender muy cara la piel por una razón simple que ya se ha dicho: si Putin gana, Ucrania deja de existir no ya como nación sino como grupo humano, de suerte que miles y miles prefieren ir muriendo de una buena vez, en vez de ser masacrados durante años.
En el tema ni siquiera faltan los payasos, por el estilo de Robert Kennedy Jr.