Disciplina y constancia llevaron a Botero a la cima: David Manzur
NUEVO SIGLO
Bogotá, 17 septiembre, 2023_RAM_Disciplinado y muy constante en su trabajo. Así recuerda el maestro de la plástica David Manzur a Fernando Botero, su gran amigo desde la juventud y con quien compartió en los años 60 en Nueva York.
“Un hombre a quien admiré mucho, como pintor, como escultor y en su vida personal. Fue un artista muy admirable, puso el nombre de Colombia muy alto”, describió Manzur a su colega de las artes a través de un contacto telefónico con EL NUEVO SIGLO.
Fernando Botero, quien murió este viernes a los 91 años en Mónaco, donde residía parte del año, fue sin duda uno de los artistas latinoamericanos más importantes del siglo XX, famoso por sus figuras voluminosas y robustas.
Los recuerdos de Manzur lo llevan a la gran exposición que hizo Botero en los Campos Elíseos, en París, en el año 1992, cuando 31 desnudos de bronce del artista antioqueño invadieron la avenida más famosa del mundo.
En otras palabras, el colombiano logró poner sus esculturas en el paseo más famoso del mundo, sus óleos en el palacio de los artistas que nunca mueren y sus dibujos en una de las más prestigiosas galerías privadas de la meca del arte.
“Levantó el nombre de Colombia muy alto, en el momento en el que nuestro país como siempre necesitaba un buen nombre, porque se necesitaba en esa época, y Botero logró mostrar su nación más allá de lo que salía en las noticias”, destacó Manzur, quien también forma parte de la lista de grandes de la plástica colombiana.
Tertulia entre amigos
“Recuerdo que, en Nueva York, desde el año 1961 al 64 nos veíamos muy a menudo. Caminábamos, hablábamos de los movimientos del arte con un artista uruguayo. Las tertulias de arte eran muy interesantes, hablábamos de todo, de los autores, de las exposiciones, de las corrientes artísticas. Fuimos muy grandes amigos y nunca nos llamábamos maestros, sino que él me llamaba David y yo le llamaba Fernando, siempre con respeto, con admiración”, destaca Manzur al tiempo que lamenta haber perdido a su amigo de batallas y a quien tenía años sin ver personalmente.
“Admiro mucho esa seguridad que tenía. Yo era de personalidad más soñadora, mientras que él era un poco más seguro; sabía para dónde iba y todo lo hacía con disciplina y orden. Yo me deslumbraba con los movimientos en ese momento del arte en los Estados Unidos, en cambio Fernando hablaba muy confiado de su temática popular, que lo llevó a la cima, muy inconfundible esa expresión de agrandar las cosas a través de su arte y eso fue lo que más lo caracterizó como artista”, afirma Manzur.
También lo recuerda con “cierto sentido heroico, dándoles volumen a las proporciones, el cual se tradujo tanto en sus pinturas como en sus esculturas y eso representó mucho para la cultura colombiana”.
Las obras de Botero, de formas voluptuosas y ligeramente surrealistas, se hicieron populares en todo el mundo y se pueden ver en museos y espacios públicos de ciudades como Bogotá, Madrid, París, Barcelona, Singapur y Venecia.
El artista aseguraba que las exposiciones en espacios públicos son una «forma revolucionaria» de acercar el arte al público.
Con Botero no valía el calificativo de «gordo» para sus figuras. Enamorado del renacimiento italiano, se proclamaba ante todo «defensor del volumen» en el arte moderno. Su escultura, marcada también por el gigantismo, ocupó un espacio muy importante en su carrera, desarrollada en buena parte en Pietrasanta (Toscana, Italia).
“A él le molestaba que les llamaran gordas a sus pinturas; no eran gordas, eran una expresión natural sobre la realidad. En cuanto a temática, siempre fue muy popular y muy ligada a Colombia”, resaltó el maestro Manzur.
Cabe destacar que durante años Botero dividió su vida entre un pueblo de la Toscana (Italia), Nueva York, Medellín y Mónaco, donde falleció por complicaciones en su salud.
“Para mí fue un verdadero honor ser sur amigo. Siempre sentí una gran admiración por su disciplina, que lo llevó tan lejos, porque en el fondo deja una obra inmensa, tanto en óleo, como en las acuarelas. Todas las técnicas habidas y por haber las manejó muy bien y fue debido a su disciplina, su constancia. Jamás vi a Fernando, por ejemplo, en una fiesta perdiendo el tiempo, cuando venía a la finca a las afueras de Medellín, donde daba las reuniones muy formales con todos nosotros. Terminaba el encuentro y arrancaba a pintar. En cualquier parte del mundo Fernando pintaba, si estaba en Nueva York o después en París, en Italia y finalmente en Mónaco. Creo que murió pintando”, destaca Manzur, al tiempo que recordó la última vez que compartió con Botero: “Fue hace muchos años, cuando venía a Colombia a ver a sus amigos y hacía reuniones. Después tomaba su caballete apenas se iba la gente y se sentaba a pintar en su estudio. Ahí no podía entrar nadie a molestarlo”.
Finalmente, David Manzur señaló: “Aprovecho este momento para rendirle un homenaje a Fernando como les brindo un homenaje también a Obregón, a Negret o a Carlos Rojas y a todos los artistas que más o menos tenían mi edad y que dejaron un legado muy grande en el arte colombiano”.
Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín. Hijo de un modesto agente de comercio, se inició en el arte tempranamente y contra la opinión de su familia. A los 15 años vendía dibujos sobre temas de tauromaquia a las puertas de la plaza de toros La Macarena.
«Cuando yo empecé, esta era una profesión exótica en Colombia, no era aceptada ni tenía ninguna perspectiva. Cuando le dije a mi familia que me iba dedicar a la pintura, respondieron: ‘Bueno, está bien, pero no le podemos dar apoyo’. Lo hice igualmente y afortunadamente», contó.
Tras una primera exposición en Bogotá en los años 1950, partió a Europa, pasando por España, Francia e Italia, donde descubrió el arte clásico. En su obra también influyó el arte mural de México, donde se instalaría posteriormente.