miércoles diciembre 18 de 2024

Sin juego, sin cancha, sin artistas

Esteban Jaramillo Osorio

Para los prácticos, banquete. El resultado está de moda. Invicto en dos fechas, media inglesa con triunfo y empate, sin darle importancia al trámite, a los caminos elegidos y al análisis del juego individual y colectivo.

El punto, un botín.

 

Pero a la hora de las reflexiones, de precisar virtudes y errores, el balance de la selección no convence. El resultado a favor estuvo disponible, como el manual de las disculpas al final, pero el precario recetario de Lorenzo en ofensiva y sus equivocados relevos, no encontraron el rendimiento buscado, la milagrosa protección divina y el toque de suerte que le acompaña, como ocurría con su maestro Pékerman.

No evolucionó la selección, aunque es justo reconocer, que refrescante es la renovación que pone en entredicho el aporte de la vieja guardia.

Fue imprecisa Colombia en la circulación, lateral, con pases regresivos, por el acoso de un rival presionante.  Camilo Vargas, el portero, poco exigido pero eficiente, el más destacado.

Con vuelo para el rival, equipo viejo, envuelto en crisis, necesitado de victorias, sin mañas, intenso y físico, como lo pedía el campo de juego, con entrenador bajo sospecha, arrollado por las críticas.

El saldo final pudo ser diferente, a favor o en contra, según la óptica, porque la batallada igualdad por poco es un botín, si el pase a perfil ideal, no encuentra al joven Jader Duran, en proximidad a la portería, golpeando el balón con “la de palo”.

O por las preocupantes debilidades defensivas, que en Colombia pusieron en entredicho el resultado, luchado y sufrido, cada vez que Chile visitó el área, especialmente en el fútbol aéreo.

La amplitud ofensiva no hizo daño. Poco riesgo se asumió, manejando con inefectividad la iniciativa. Equipo corto el de Lorenzo, con poca incidencia en el fútbol interior, porque los encargados de alimentarlo fueron demasiado intermitentes.

No se puede hablar al final de voluntades dispersas, porque hubo esfuerzo, solidaridad y rumbo predeterminado, sin juego y sin fútbol. Pero de nuevo, como en el reciente pasado, apareció el agobio por la falta de definición.,

La rapidez, la construcción de las jugadas, la precisión en los pases, la resolución ante el gol, la profundidad, la sorpresa y, porque no la inspiración, componentes de una fértil ofensiva, no estuvieron presentes.

En aquellas demagógicas justificaciones sobre la versatilidad del módulo, la flexibilidad del sistema, los saltos posicionales, el orden o el desorden estructural, tan manidas en el post-partido, hay tantas frases vacías, sin respaldo en los hechos.

Equipo en reconstrucción Colombia, con mucho camino por cubrir, errores por corregir y aciertos al alinear.

Impresentable, deleznable e impropia para un juego serio, de alta competencia, la cancha.

¡Vergüenza!

Con graves consecuencias el saldo de los lesionados. En un chiquero como este solo se juegan partidos improvisados, campesinos, o en barrios modestos

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