Cambié de opinión sobre las posibilidades de Xóchitl Gálvez
Andrés Hoyos
Más que sobre Xóchitl Gálvez, quien me sigue cayendo bien, cambié de opinión sobre sus posibilidades electorales. No, lo más probable es que ella no sea la próxima presidenta de México. El cargo lo ocuparía la corcholata Claudia Sheinbaum, lo que al final de todas las cuentas tampoco es ningún desastre. Claudia tendrá un jefe en la sombra, sí, el infumable AMLO, pero algo me dice que no le obedecerá sino a veces, dada la inercia del cargo al que hoy tiene un gran chance de llegar.
Escribía yo hace un tiempo que Xóchitl “sería de muy lejos la candidata a vencer el año entrante”. Mmm, según las encuestas ella sigue 24% por debajo de su contrincante, por ahora, un margen cómodo, así Claudia esté levemente por debajo del 50%. Los electores mexicanos sufren de una infatuación con el fenómeno Morena, la cual no se entiende en otros países, donde a un presidente lo juzgan por lo que realiza. Las realizaciones de AMLO son bien regulares, pese a lo cual él sigue figurando arriba en las preferencias.
Una perogrullada nos dice que casi todo depende de cómo una candidata antes desconocida reta al poder establecido y conduce su campaña, muchas veces contra viento y marea. O sea, debe diseñar y decantar el mejor plan posible y serle fiel, así con frecuencia tenga que corregir cosas relativamente menores y/o hacer rectificaciones también menores. Lo que no puede hacer es equivocar el rumbo general o confundir las grandes prioridades. Como mucho de lo que en estos casos surge, hablamos de verdades posteriores que con el tiempo se dicen fácil, aunque están lejos de ser obvias al comienzo de las campañas.
Desde lejos, la campaña de Xóchitl lucía fresca y novedosa. Sin embargo, los mexicanos no parecen percibirla así. Por ejemplo, apartar a los hombres es problemático en México. ¿No sería mejor sumar en vez de restar? Pregunto yo. De todos modos, la idea de hacer Xóchitl tanto énfasis en su condición de mujer no parece haber caído bien en un país de tradición machista. Sí, claro que se vale decirlo, pero no parece prudente basar una campaña en eso. ¿Qué más falta? De repente falta una estrategia más sólida, en el entendido, claro, de que cualquier cosa que ella proponga va a ser atacada por Morena.
Otro posible problema es que no logró atraer a los grandes intelectuales y a los llamados influenciadores del país. Ellos, claro, no están ahí listos para ser cosechados como frutas maduras. Hay que vincularlos con propuestas concretas de temas que les interesen y que se deben identificar de antemano. Los tres partidos del Frente Amplio por México –así se llama la alianza opositora–, el PAN, el PRI y el PRD, han sido adversarios, más que aliados, en el pasado. ¿Cómo podía Xóchitl ponerlos a marchar juntos? Difícil. Todos a su manera aspiran que cambie el discurso. Listo. ¿Cómo se hace esto sin herir susceptibilidades? Igualmente difícil.
Por fortuna para Xóchitl, Claudia Sheinbaum asimismo muestra muchas fallas. No obstante, la inercia hoy la favorece. ¿La seguirá favoreciendo mañana? Ya lo veremos. De todos modos, la Sheinbaum no es ninguna luminaria y ha incurrido en numerosos deslices que todavía no se ven reflejados en las encuestas. De ahí que yo me reserve la posibilidad de volver a cambiar de opinión, pues en estas materias nada está fijo hasta que no se cuenten los votos el 2 de junio de 2024.