Borreguismo
Andrés hoyos
Durante las vacaciones uno a veces percibe fenómenos que antes no tenía claros. Hablo de un método de mercadeo que me gustaría llamar con la palabra del título: borreguismo.
El borreguismo echa sus raíces en el éxito, reciente o no tan reciente, de las sectas, aunque prescinde del componente propiamente religioso que las caracteriza. Las transforma en clubes para el tiempo libre, si bien aplica el mismo estilo excluyente. Por ejemplo, en México y el Caribe abundan y están permitidos los hoteles con “todo incluido”. Es decir, uno va y lo tienen una semana o dos metido en un complejo grande con la idea de que se olvide de los alrededores. ¿Cómo hacen? Pues dado que se puede comer sin costo adicional y se pueden hacer varias actividades en el complejo, salir de allí en principio implica pagar costos nuevos.
Claro que, ¿todo incluido? Lejos de. ¿Quiere jugar al minigolf? Vale 10 dólares por persona por turno. ¿Quiere moverse por el complejo? Listo, hay convoyes de carritos gratuitos, pero si quiere uno para usted nada más, son 100 dólares al día y tiene que tomarlo por mínimo dos días. ¿Le gustaron unos toldos grandes y atractivos que hay en la playa? Valen 100 dólares/día; usted, claro, puede meterse bajo las sombrillitas normales. Si quiere una más o menos bien situada, debe ir temprano en la mañana a separarla con una toalla o algún elemento personal. ¿Prefiere un vino de marca o un licor más fino? Estarán disponibles si los paga aparte. Eso sí, cerveza hay la que quiera, de marca local, que suele ser buena. Los vinos no, en cambio. Uno mejor que el mediocre y único incluido en el menú, lo cobran. Por lo demás, los restaurantes son de calidad tal vez aceptable, pero ofrecen un menú muy limitado. ¿Quiere ir al vistoso japonés? Listo, haga una reserva, aunque todo el mundo comerá lo mismo. Las filas de lo “gratuito” por lo general son largas, pero como lo que usted tiene es tiempo… ¿Quiere hacerse un masaje en el spa? Listo, los precios van de 200 dólares a 350 dólares por persona, según la duración. Eso sí, por oír la cháchara obsesiva y omnipresente de las personas de mercadeo del club le dan un descuento hasta del 50%. ¿Baratos unos masajes que entonces oscilan entre 100 y 175 dólares por un rato? Ya me lo dirá el lector.
En los clubes también hay tiendas de cuanta cosa y abundan los casinos. Entrar en ellos es “gratis”, si bien uno puede salir con un gran hueco en la cuenta bancaria, pues por lo general allá te despluman, a menos que ese día te favorezca una suerte loca. Por algo los casinos son un negocio redondo para los dueños.
Lo que sí queda claro es que usted no conocerá de veras el país al que fue, ya que estará confinado en un complejo de edificios de 20 a 50 hectáreas. Nada de autos arrendados y esas opciones que ellos consideran inconvenientes. La idea es monopolizarte, que no salgas del complejo, salvo pagando por un paseo o para volver al aeropuerto. ¿En la variedad está el placer? Pues hay complejos bastante parecidos en otros tres o cuatro países y como a usted lo engatusaron y firmó una afiliación que bien pudo costarle quinientos mil dólares, no tiene verdaderas opciones en adelante.
O sea, ser un borrego, aparte de desagradable, puedo resultar caro, porque la doctrina del mercadeo dice que a la gente a la que le sobra el tiempo es susceptible de comprar cuanta cosa y aceptar esquemas absurdos. O sea, todo está incluido, en particular una actitud vendedora fastidiosa e insistente.