Macrolingotes Guillermo Cano
Óscar Alarcón Núñez
Para mi han pasado muchas navidades y ninguna nochebuena desde aquel 17 de diciembre en que sicarios enviados y pagados por Pablo Escobar atentaron y dejaron sin vida al gran maestro del periodismo y de la verdad como fue Guillermo Cano. Fue él quien desde muy joven me enseñó el camino por el que debía transitar para llegar a ser uno de sus muchos discípulos de esa escuela como lo ha sido siempre esta casa periodística, mucho más que centenaria. Con paciencia, con pedagogía, me mostró nosolo esas primeras letras –entonces en plomo— de como el reportero debía relatar los hechos que eran noticia, siempre con la verdad. Me asignó la tarea difícil de cubrir Congreso y política para que conociera el país y lo investigara a través de las conductas buenas, pero sobre todo las malas, que han caracterizado por años a muchos de nuestros legisladores. Con su apoyo elaboré un sinnúmero de reportajes y crónicas que reflejaban la radiografía de un país que estábamos construyendo y que hoy lo vemos con la grandeza de muchos y la pequeñez de quienes desean verlo destruido.
Avisoró Guillermo Cano las desgracias que nos generaría el narcotráfico. Los carteles de entonces sacaron sus armas para impedir que su pluma siguiera señalándolos como los mayores delincuentes. Eso lo llevó a que esos que combatió quisieran callarlo a él y a su periódico, pero siguiendo su sendero y las enseñanzas, que le demarcaron sus antepasados, el medio sigue adelante en su lucha por la libertad de prensa y la defensa de la democracia.
Con treinta y cuatro años de retraso, atendiendo una orden de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el ministro Néstor Osuna, a nombre del Estado colombiano hizo el pasado 9 febrero, día del periodista, un acto de reconocimiento de su responsabilidad por su magnicidio. Es lo menos que se puede hacer cuando la justicia ha dejado en sus anaqueles la investigación de esa tragedia que aún nos pone a lamentar cuando el país sabe quiénes fueron sus instigadores.
Ante su tumba no nos queda más que seguir por el sendero que nos demarcó a fin mantener vivos sus ideales para que algún día logremos ser el país con el que soñó.
(El anterior comentario fue tomado del periódico «El Espectador», edición impresa del día martes 13 de febrero).