Blanco y negro Todo está revuelto
Gabriel Ortiz
Cada día que pasa crece la incertidumbre sobre lo que está ocurriendo y hacia dónde va este país, que anhela una paz, un progreso, una riqueza, una nueva manera de alcanzar lo que tantas naciones han logrado para beneficiar a sus poblaciones.
Cuando el actual presidente alcanzó el triunfo electoral y designó unos colaboradores ejemplares, ecuánimes y orientadores, logró recoger una voluntad popular que acrecentó las encuestas a niveles que nadie creía, podría alcanzar un hombre de izquierda.
Más temprano que tarde, Petro empezó a sacar las uñas, como dicen los arrieros de las montañas antioqueñas. Y las ha sacado sin sensibilidad, compasión mi piedad. Dejó salir sus rencillas de tantos años y se rodeó de quienes vienen acompañándolo en sus belicosas andanzas.
Simultáneamente elevó todo el odio por sus contrincantes de tiempo atrás, la sanción de la procuraduría que le fue levantada justicieramente y toda la crítica que le llegó cuando fue alcalde, por errores casi infantiles que cometió.
Ha demostrado que en su diccionario no existen las palabras perdón ni olvido, aunque las reclama a diario para él y sus seguidores.
De la noche a la mañana, ha emprendido giras con las que quiere empañar y degradar nuestra Constitución y las normas que nos rigen. Le fastidian los otros dos poderes. Con sombrero vueltiao cubriéndolo va por todas partes insultando a quienes no están sometidos a sus caprichos, a sus necedades y a quienes se atrevan a enfrentarlo.
El Congreso fue su escenario natural, en el que se le respetaba e invitaba a exponer sus tesis. Contaba con toda libertad, llegaba cada período sin censura alguna y con el perdón de las bolsas de dinero con las que financiaba sus campañas.
Petro insulta, injuria, calumnia, fustiga a los medios y comete cuanto atropello se le ocurre. Presa de sus brutales ocurrencias, son los ricos, los parlamentarios, los dirigentes no adeptos y contra todo el que se atreva a llevarle la contraria en sus terquedades infinitas.
Su prometida paz total, no le ha funcionado. Con toda razón falla, porque cuando se habla de paz total, es para todos, por todos y con todos. Él no la practica sino con algunos de los grupos guerrilleros que hoy se han apoderado del territorio nacional. Con los mordiscos, clan del golfo y tantos bandidos más. Con Maduro el venezolano se reúne, pero absteniéndose de tocar el “Tren de Aragua”, como lo hizo su colega chileno. Ni una palabra sobre los candidatos a las próximas elecciones. Por esos lados es dócil su lenguaje.
En muchos sectores, existe la esperanza de encontrar un Petro diferente, un mandatario que, sin cachucha nos muestre su novedosa luenga cabellera y una renovada manera de actuar frente a los problemas nacionales. Alguien que sepa cómo se debe gobernar, que incluya y se entere de que necesitamos una nueva economía pujante y progresista que no requiera más endeudamiento externo para sostener toda esa caterva de funcionarios que hoy lo llevan por los caminos del delirio y el despilfarro.