La rabia que no sentimos
Andrés Hoyos
“Les da rabia mi color de piel”, dijo el presidente Petro el 1° de mayo, pero no, su piel trigueña es muy común en Colombia; “…les da rabia que hubiera hecho mi bachillerato en un colegio público, que con mucho orgullo ha dado tres presidentes de la República y un premio Nobel de Literatura”, siguió diciendo, aunque a lo que muchos nos oponemos sin rabia no es al amado Nobel ni a los admirados presidentes que pasaron por el colegio en Zipaquirá, sino al camino escogido para el país por otro exalumno de la misma institución. Muy en particular no queremos ver violada la constitución vigente para cambiarla por otra.
Uno se debe repetir en la cabeza el viejo dicho bíblico: por sus frutos los conoceréis. Hasta hoy, el lenguaraz y ofensivo presidente ha hecho muchas menos cosas de las que dice. Bueno, rompió relaciones con Israel, algo del todo inconveniente, sobre todo en términos militares porque sin repuestos los equipos que usa la Fuerza Pública del país se vuelven peligrosos u obsoletos. Sin embargo, el efecto comercial es menor.
Ahora bien, los casos de corrupción que han surgido cada vez más cerca de la casa de Nariño sí se pasan de la raya. La dichosa Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) pasó de ser una dependencia pobre y de nombre absurdo a manejar un presupuesto gigantesco, que por su mismo objeto, los desastres, se puede gastar casi sin control. Ergo, millones se han venido esfumando bajo la mirada indolente de los altos jerarcas, entre ellos los presidentes de Senado y Cámara, nada menos. Según se entiende, la abundante mermelada que repartieron pretendía que pasaran los proyectos estancados e impopulares del gobierno.
Conviene aclararles a quienes se indignan por la oposición, que todo lo aquí citado ha sido obra y revelación de gente cercana al presidente y a sus altos dignatarios. Han abundado los episodios de “fuego amigo”, pues el dinero se movía para que pasaran las reformas, algo que al final no lograron. Sneyder Pinilla, gran malandro confeso defendido por otro malandro, el abogado Luis Gustavo Moreno, no es ningún uribista resentido. Tampoco lo era su jefe, Olmedo López, “un raterito” según Velasco, el ministro del interior. Es rara esta seguidilla ascendente de “principios de oportunidad”. ¿Hasta dónde van a llegar?, ¿denunciarán a la cabeza del Estado? Dejo la duda.
Es tal la extensión de la corrupción, que uno confunde los nombres que saltan aquí y allá. ¿Este es de cuál partido y esta es amiga de quién? Una organización que sí ha salido muy salpicada, sobre todo en sus minorías petristas, es el Partido Verde. Todo huele feo alrededor de Carlos Ramón González, el dueño del aviso, involucrado en varios escándalos. Otro que anda en calzas prietas es Luis Fernando Velasco.
¿Cómo se examinan las credenciales de quienes van a nombrar? Porque tiro por tiro salen chimbas. Sugieren los escándalos que hay mejores maneras de gobernar y hacer política, por ejemplo, transar y hacer acuerdos, moderando los objetivos. Porque por la vía del dinero y los sobornos al final la política se estrella contra la pared.
Debo decir que a mí las andanadas de Petro, sus obsesiones agresivas, sus descalificaciones, cada vez me dejan más frío. Lo único para lo que los ciudadanos tenemos que prepararnos es para rechazar de la forma más enérgica posible la constituyente a la brava, incluso con unas manifestaciones más potentes que las del 21 de abril.