martes diciembre 17 de 2024

Mandrakismo

Por: Gustavo Gómez Córdoba

Los ilusionistas son maestros de la sugestión. Cuando sus poderes

influyen en cientos de personas, se les conoce como magos.

Si son millones, llámelos presidentes.

Los presidentes son titulares con piernas. De hecho, lo son también, y sobre todo en el trópico, todos los funcionarios de nivel…

¡incluso los de cierto desnivel! Los presidentes son vallas móviles, que se trastean de palacio a un congreso empresarial y de allí a un ascenso de militares o a una inauguración de obras; quizás a ponerle el pecho a una montaña que se hizo tragedia o a un acto protocolario que puede terminar convertido en nido de arengas. Donde quiera que se hallen, los mandatarios abren la boca y queda abierta la discusión.

Los presidentes, sobre todo si han llegado al cargo por vía de una ardorosa actividad política, saben a la perfección que la prensa corre tras cada palabra que se les escurre de la boca. Y que, si no hay periodistas a mano (o se les tiene por cultivadores de fake news), siempre podrá decirse algo en redes sociales que ponga dizque a pensar al país. Aprenden los presidentes a manejar las palabras y darles una utilidad concreta: palabras señuelo, para distraer a la opinión; palabras kerosene, para meterle candela al establecimiento; palabras globo, para ver cómo reacciona la opinión pública a una idea; palabras garrote, para mortificar a sus críticos; o palabras sirirí, que van de rama en rama,como el pajarillo, y parecen estar en todas partes.

Primas hermanas de la cantaleta, las palabras sirirí, por fuerza de la repetición, terminan calando.

Son como la música de diseño que, machacada en emisoras y canales digitales, se le mete al oyente en la cabeza. Caso ya clásico el del reggaetón, donde comenzamos a percibir como algo natural, a punta de oírlas una y otra vez, barbaridades como “vino ready ya, puesta pa’ una cepillá/me chupa la lollipop, solita se arrodilla, hey/¿cómo te atreve’, mami, a venir sin panty?” (canta Bad Bunny).

Las palabras, como dicen los creyentes, tienen poder. Pero no siempre son lo que representan.

Hablar de una constituyente no necesariamente quiere decir que se esté proponiendo su existencia.

Si un candidato adelanta su campaña asegurando que no se propone reformar la Constitución, mal le queda, una vez elegido, mencionar cualquier mecanismo que tenga ese fin. Máxime si el camino elegido es abiertamente contrario a la ley o a la decencia. Diferencia, y mucha, hay entre un presidente recursivo y uno simplemente mañoso. En radio se habla de un curioso fenómeno que podríamos llamar mandrakismo, según el cual, debido a una sugestión de orígenes inciertos, cada quien oye lo que quiere oír. Un periodista, o un entrevistado, dice una cosa y muchas personas

creen haber oído otra. Quienes trabajan en la radio saben que en ocasiones hay que buscar el audio

con lo dicho y emitirlo para convencer a los incrédulos. Una especie de recreación del episodio

bíblico en que Tomás es invitado por Jesús a meter la mano en el costado donde el soldado había

clavado su lanza.

Esa sugestión colectiva puede cobijar a miles o millones, que creen oír a un presidente proponiendo destazar la Constitución, cuando él podría estar diciendo que la va a proteger. La sugestión tiene un efecto más valioso: posicionar en la mente del público una idea, un concepto, un producto.

Probablemente en la presidencia de este mandatario imaginario del que hablamos no cuaje una

asamblea de tal catadura, pero, con un par de años de juiciosa insistencia, podría adquirir una

calidad casi mántrica. Y sería de gran utilidad para que un futuro candidato, en plena sintonía con

el presidente, la hiciera promesa de campaña. Quién sabe, quizás en un puñado de calendarios sea la gente la que exija con fervor que se convoque a una constituyente y venga el shu-shu-shu de una pieza tumbando a la siguiente, para echar abajo la estructura jurídica del Estado. Dominar algo tiene que ver con dominó.

Nota: Gustavo ha sido el mejor de los magos de este país. Gustavo Lorgia (1951-2024), a quien

siempre recordaremos con inmensa admiración.

(Publicada en El País América, 19/06/24)

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