El dictador tiene problemas
Andrés Hoyos
No sabemos cómo va a terminar el peligroso viaje de Nicolás Maduro, dictador ahora titular de Venezuela, pero de forma tranquila no va a ser. Tiene demasiados enemigos en el mundo como para que pueda dormir tranquilo en su averiado y usurpado palacio de Miraflores.
El sábado 17 de agosto salieron a las calles de mundo, además de las de toda Venezuela, unas multitudes tan grandes y vociferantes que no cabe pensar que vayan a guardar silencio pronto. Ocurrió en más o menos 350 ciudades de muchos países. Algo resultó obvio: los venezolanos no le tienen miedo ya al régimen ni a su terrorismo de Estado. Manifestaciones y expresiones populares parecidas a las que promueve María Corina Machado serían imposibles, digamos, en Rusia, China o Cuba.
Nadie sabe qué va a pasar, salvo que algo va a pasar. Es en extremo improbable que esto involucre publicar las actas verdaderas, porque ello implicaría desnudar el fraude, sobre todo porque la oposición tiene copias del 80% de las verdaderas, si no más, y no habría manera de que las inventadas, por los chinos según dicen, resultaren en votantes del todo distintos. O sea que el fraude sería fácil de probar.
Hay quienes piensen que la posición actual de Maduro es fuerte por el solo hecho de que tiene el poder. Eso es falso. Un dictador puede estar en el poder y aun así tener el margen de maniobra muy reducido. Por algo Maduro suspendió la red X o Twitter y se querelló con WhatsApp. Desconfía de que las cosas se sepan. Otro factor es que al régimen actual casi nadie le prestaría plata, al menos no a una tasa razonable, sobre todo no se la prestaría China, que ya arrastra unas deudas dificilísimas de cobrar. Lula se ha puesto retóricamente creativo: habla de un “régimen muy desagradable” que no es una dictadura. ¿A ver?, ¿eso tiene alguna implicación?
Dicen los que saben los detalles que algo así como el 50% del gobierno en Venezuela está en manos de cubanos, apoyados por el brazo armado de los famosos “colectivos”. Sea. ¿Pero qué piensa de ello el otro 50%, que son ante todo militares venezolanos? Ahí tiene que haber una grieta que, al igual que otras, podría ampliarse hasta volverse una gran zanja en los próximos meses. Lo que hoy no tiene dudas es que los militares venezolanos están enterados del profundo descontento de sus compatriotas. No es imposible, por lo tanto, que empiecen a desobedecer las órdenes más letales. ¿Entonces el personal cubano o los colectivos las ejecutarán? Puede ser, aunque quién sabe.
Mucho se habla de repetir las elecciones. María Corina y sus aliados dicen que no, pero en caso de que se llegare allá, no cabe duda de que la oposición las ganaría, siempre y cuando sean libres. Lo que desde luego no existe es la garantía creíble de que ese adjetivo aplique. Por eso, y por muchas razones más, no habrá nuevas elecciones, al menos no con las reglas y el esquema de poder actuales. Ojo, sería desde luego obligatorio que los facilitadores internacionales buscaran la manera de garantizar el cumplimiento de unas reglas de veras democráticas. Algo así, por lo pronto, no es ni remotamente creíble.
Las profecías no son lo mío, como bien lo saben los lectores. Sin embargo, me atrevo a esperar que dentro de un año el señor Maduro ya no será el mandatario de Venezuela. No tengo idea, claro, de por cuál de tantas vías posibles dejará el cargo.
PS: Una idea quizá pertinente. Lograr que María Corina meta la nariz en las elecciones colombianas.