Lo soñé, lo jugué, lo gané de Javier Hernández Bonnet
Memorias y anécdotas de uno de los comentaristas deportivos más reconocidos de Colombia
Historias de fútbol en la voz de un hombre que lo ha vivido de primera mano
Bogotá octubre 2024_ RAM _ Editorial Planeta presentó “Lo soñé, lo jugué, lo gané” de Javier Hernández Bonnet
En un gran trabajo escrito por uno de los redactores deportivos de más renombre en el país, puesto que en estos momentos es el Director del Gol Caracol, hace una reseña total con anécdotas e historias bastante interesantes de lo que ha sido su carrera periodística y que lo ha llevado a alcanzar lo que él mismo dice soñó, jugó y ganó.
Es Javier Hernández Bonet, un manizalita, de la escuela de Javier Giraldo Neira, que ha demostrado sus cualidades no solo como periodista, sino como persona, porque se puede decir sin temor a equivocarnos que Javier Hernández Bonet tiene más amigos que enemigos, a pesar de que en la profesión que ejercemos es mucha la gente que no está de acuerdo con el trabajo que realizamos día a día. Pero este hombre que aspiró al Congreso de la República y que ha sido juicioso en lo que hace, ha dejado la huella y don imborrable en los diferentes cargos que ha ocupado, y aquí está para contar en su segundo libro, su paso por una de las profesiones que más lo apasionan con un tema que es su vida, hablo del periodismo y del fútbol, que es en lo que se ha especializado.
El lector quedará cautivo, en cada una de las páginas, deseando leer desde la primera hasta el final y quizá pensando que le quedó mucho para contar.
Es un orgullo para el periodismo deportivo, que personas como Javier o como lo llaman Don Javi deje el nombre tan alto y logre de verdad lo que se ha propuesto, aunque aún le falten muchas cosas para hacer.
Entregamos esta reseña gracias a la oficina de prensa de Editorial Planeta y como todos los aficionados a la buena lectura, correremos a la librería a conseguir nuestro ejemplar para deleitarnos en leer cada una de las cosas que nos cuenta este manizalita.
Sinopsis
Julio de 1992, aeropuerto de Rionegro, René Higuita golpea a César Augusto Londoño:
“Puedo asegurar que ese puñetazo pudo haberle salvado la vida a César Augusto, porque de alguna manera atenuó la sed de venganza de algunos círculos de sicarios que rodeaban a Pablo Escobar y habrían sentenciado a muerte al comentarista por criticar al portero, su ídolo. (…) No tengo cómo probarlo, pero las circunstancias que rodearon lo sucedido me llevan a pensar, con cierto grado de certeza, que, de no encontrarse por coincidencia en el terminal aéreo con Higuita, la historia de César Augusto podría haber sido bien distinta y podríamos estar hablando de una tragedia”.
Primero de febrero de 2004, partido homenaje de despedida al Pibe Valderrama:
“En el camino siempre quedan piedras y en una inesperada decisión quedamos nuevamente contra las cuerdas cuando el Instituto de Recreación y Deporte de Barranquilla anunció de un momento a otro que no prestaría el estadio porque los organizadores no habían cumplido a tiempo todos los requisitos. Increíble, pero sucedió: enterado, el confeso paramilitar Diego Tovar, Jorge 40, hizo valer su poder y sus amigos políticos en la ciudad consiguieron que se levantara el último obstáculo para la fascinante fiesta”.
Julio de 1994, historia no contada del mundial de fútbol en EE.UU.:
“Se determinó que cuando hubiese llamadas especiales yo iría a tramitarlas. Así sucedió con una llamada desde la Casa de Nariño porque el presidente César Gaviria quería conversar un momento con el capitán del equipo, el Pibe Valderrama. Fui a la habitación del jugador y cuando me dijeron que el mandatario estaba listo toqué a la puerta y él abrió.
—¿Qué necesita?
—Es para que recibas una llamada del presidente Gaviria. —Yo no vine aquí a hablar con ningún presidente.
Y pum, me tiró la puerta en la cara. Me puse muy verraco por la grosería, pero entendí que el Pibe estaba fuera de circulación”.
Fragmentos
“Un día estábamos con Javier en la previa de una transmisión y le pregunté cómo preparaba una entrevista, el estudio que se hacía sobre la persona, su historia, sus declaraciones, sus pensamientos, si eso le llevaba a preparar una guía para conducir la entrevista. Indagué en el modo de generar confianza para que la conversación fluya y todas esas cosas que uno como entrevistado nunca tuvo que hacer. Más allá de responder que sí, que esas cosas se hacen, comentó algo que me pareció trascendente. Dijo que muchos entrevistadores hacen las preguntas y llevan al individuo a comprometerse con una opinión, pero muy pocos escuchan al entrevistado. Ahí está una de las claves, dijo: en observar y escuchar. A veces un entrevistado abre una puerta que no estaba prevista y uno se mete por ahí, y termina sacando la mejor versión de un pensamiento. Y eso, a menudo, no lo desnuda la investigación sino el instinto de saber escuchar.
Esas explicaciones me dejaron un par de enseñanzas que luego trasladé a mi profesión. Que dos acciones a menudo subestimadas, observar y escuchar, cuanto mejor sean las preguntas, mejores serán las respuestas. Y el nivel de las preguntas muestra el nivel intelectual de quien las realiza.”
Prólogo de Gustavo Alforo, página 22
“Ahora que inicio este largo viaje por mi memoria quiero señalar lo importante que fue ese paseo familiar, con la transmisión de la final del mundial de fútbol de 1962 a todo volumen. Podría decir que en esa imagen está concentrada mi vida. Ahí están mis papás, mis hermanos, el amor por el fútbol, por la radio, por la comunicación.”
Página 26
“Bendecido. Esta palabra puede definir perfectamente lo que me sucedió desde el día uno, hace ya más de cincuenta años, cuando inicié el peregrinaje por el mundo del fútbol y los medios de comunicación.
Digo que bendecido porque el destino puso en mi camino a dos personas que de manera desinteresada fueron determinantes para perfilar mi futuro y definir el camino que debía recorrer si quería ser exitoso.
Me refiero a Jorge Eliécer Campuzano y a Rodrigo Fonnegra. El primero me abrió un espacio en Medellín y se convirtió en una especie de papá periodístico. El segundo me llevó a las profundidades del fútbol. Mi papá futbolístico.”
Página 50
“Asistir a mi primer mundial de fútbol, el de Argentina en 1978, me dejó enseñanzas y experiencias inolvidables. Una de ellas fue con João Saldanha, un comunista convencido que en 1970 dirigía la selección de Brasil, pero fue destituido pocos meses antes de empezar el certamen en el que ese país obtuvo de manera definitiva la copa Jules Rimet.
El cubrimiento del mundial me correspondió en la sede de Mendoza, una próspera región del oeste argentino, pero más allá de los partidos decisivos que se jugaron allí, la gran novedad era ver todas las noches a Saldanha en el bar del enorme salón donde funcionaba la oficina de prensa.”
Página 87
“En épocas distintas trabajamos dos veces en noticieros de televisión, pero en esas ocasiones no fue posible que nos pusiéramos de acuerdo y, en una de ellas, ni siquiera pudimos convivir en la misma sala de redacción. ¿Por qué? Por el fútbol, por la manera tan diferente que tenemos de ver ese deporte. Para él es una pasión casi irracional y para mí una profesión a la que he dedicado mi vida entera, y por eso mismo estoy obligado a verlo y analizarlo a la distancia.
Me refiero a Yamid Amat, un periodista brillante a quien siempre he respetado, una máquina de producir ideas, de inventar miles de maneras de contar una historia. En otras palabras, un referente obligado y necesario del periodismo colombiano durante medio siglo.
Pero el Yamid que menciono en este relato es el hincha apasionado por Independiente Santa Fe, implacable con todo lo que huela a Millonarios, vociferante con los técnicos. El que se niega a perder”
Página 210
“En una de esas correrías, uno de los asistentes más cercanos a Luis Alfredo insinuó, no sé si mandado por él, que me lanzara al Congreso porque veían muy buenas opciones de alcanzar una curul. Sin ahondar demasiado en la idea, especulamos que se podría presentar un proyecto para que el deporte recuperara de nuevo su importancia, con presupuesto específico para evitar que, en la presentación de sus balances de gestión, los mandatarios regionales sacaran pecho porque realizaron equis cantidad de fiestas, pero los deportistas no aparecían por ningún lado.
El tiempo pasó y la cosa política, así como el tema social, seguían rondando en mi cabeza. Fue tanta la pensadera en eso que me entró una especie de hastío y llegó un momento en que no sentía ganas de continuar haciendo lo que estaba haciendo en mi vida laboral. Por eso, a comienzos de 2010 me decidí finalmente, porque me motivaba la idea de hacer algo desde el Congreso, prestar una especie de servicio civil. Y si no salía elegido, pensé, Dios vería si podía volver o no a los medios de comunicación.
Con la decisión tomada le renuncié al presidente del canal, Paulo Laserna, quien me vio tan determinado que me deseó muchos éxitos, pero antes de salir de su oficina escribió algo en un papelito, lo metió en un sobre, me lo entregó y dijo que lo leyera cuando tuviera tiempo. Intrigado, lo abrí días después y decía: “Bienvenido a la única actividad donde se hacen falsos amigos y verdaderos enemigos: la política”.
Página 269
“Lezcano: la reencarnación del diablo
José Pékerman hizo historia con la selección Colombia. Fue el primer entrenador extranjero que la clasificó a dos mundiales de manera consecutiva y con su filosofía y buenas maneras contribuyó a cambiar la mentalidad y el proceder del jugador nacional.
Pero como lo bueno no dura, lamenté que el entrenador argentino saliera por la puerta de atrás de la selección y ello causara un daño colateral que tiene que ver conmigo: la ruptura casi irreparable de nuestra relación de más de cincuenta años. Esto que sucedió no es responsabilidad exclusiva de Pékerman porque en el trasfondo está la mano de un personaje al que quiero referirme en este aparte.”
Página 306
“mi lado, desde el primer momento, había permanecido mi hijo Juan Pablo, quien dejó de asistir a la transmisión de los partidos para cuidarme. Ese era otro motivo de preocupación, porque éramos dos menos en el equipo de Gol Caracol, y el hospital pedía que alguien permaneciera conmigo y la única persona de confianza para esos menesteres tan complejos era él. Solidario, Juan Pablo me ayudaba a ir al baño y esperaba afuera, pero adentro yo vivía el drama de no poder valerme por mí mismo. La angustia y la impotencia tan absolutas se apoderaron tanto de mí que en algún momento llegué a pensar que no saldría con vida de ese hospital.”
Página 322
“Lecciones aprendidas
En esta parte de mi libro quiero compartir con los lectores algunos episodios que, de una u otra manera, dejaron huella en mi comportamiento y se convirtieron en lecciones aprendidas.1
Una mañana encontré sobre mi escritorio la hoja de vida de una periodista que aspiraba a entrar a nuestro grupo de deportes en el canal. Si bien era novata, me pareció que tenía un perfil interesante. Me di unos días para averiguar un poco más sobre ella, pero esa misma tarde llegó otra hoja de vida que resultó ser de la misma aspirante. El día siguiente, uno de mis jefes me entregó otro sobre con la hoja de vida de esa misma persona, con una nota que decía: “Súper recomendada”. Como si fuera poco, el fin de semana mi hija Alejandra me entregó un sobre con la hoja de vida de la misma persona.
En resumen, tenía más palancas que hijo de presidente de la república. Durante quince días recibí más de cinco llamadas de personas que querían hablar conmigo de la misma periodista. La inusitada insistencia me asustó, porque me puse a pensar qué haría con alguien precedido de semejante blindaje. Ante el cerco, concluí que no podía contratarla y así se lo comenté al alto ejecutivo que me entregó el sobre con la nota de “Súper recomendada”. Preguntó la razón de mi negativa y contesté que el día que no la necesitara serían muchos los afectados. La joven no ingresó a la sección de deportes, pero sí a otra área de la empresa y el día que se marchó, su jefe me comentó que había descansado.
Lección aprendida: no contrates a quien no puedas despedir.”