Trump desnuda el corazón norteamericano
Juan Manuel Ospina
Trump encarna a unos Estados Unidos, de hombres blancos, con bajo nivel educativo, machistas y patrioteros, amantes de las armas y de la cerveza. Entendió que las necesidades sentidas de esos Estados Unidos se reducían a tres: empleos, control de la inflación y seguridad; y que para satisfacerlas solo se necesitaría cerrar la economía a las importaciones, con un proteccionismo a raja tabla; bajar las tasas de interés y atraer inversión extranjera para emplear a los americanos, cerrando a su vez la entrada al país de mano de obra, especialmente latinoamericana, para así proteger el trabajo de los locales; latinoamericanos que además, son los malos de la película, pues traen violencia y narcotráfico. El crudo pragmatismo norte americano hizo que se olvidaran del prontuario judicial de Trump; pragmatismo que no se enreda “en menudencias”, pues lo que les interesa es que les resuelvan sus problemas inmediatos, al costo que sea; por algo son la potencia mundial.
Kamala por su parte, le hablaba a los otros Estados Unidos, más cosmopolita, moderno e integrado al mundo, localizado en sus costas pacífica y atlántica, conectados con el mundo, enriquecidos con el movimiento de productos e ideas. Unos Estados Unidos que miran hacia delante, sin nostalgia de un mundo que ya no es. El discurso de Kamala, era un discurso moderno, que no se podía conectar con ese hombre blanco, encerrado en el corazón geográfico norteamericano. A las mujeres, incluidas las negras, las movió más la promesa de un mercado más barato, que la posibilidad de decidir sobre su cuerpo, abortando. A los hombres latinos ya integrados al país y partícipes del “sueño americano”, les asustó que lo logrado pudiera verse amenazado por “hordas de inmigrantes ilegales”, rodeados de ilegalidad, que podrían amenazar su integración a ese sueño; un caso clásico de egoísmo.
El de Kamala fue un discurso correcto pero desenfocado de la realidad; le faltó la contundencia, que le sobró al de Trump. En el campo internacional igualmente se impondrá el pragmatismo de este, que no actúa como vocero de ningún ideal, sino como guardián de los intereses y la seguridad norteamericana, pudiendo inclusive regresar a épocas de aislamiento norteamericano en los asuntos no económicos.
Esa posición en el actual escenario mundial, donde la democracia como visión del mundo está amenazada, donde los conflictos desnudan la fragilidad, el desgaste del ordenamiento internacional, el trompismo encuentra un escenario propicio para imponerse. Ojalá estemos equivocados.